Jeffrey G. Williamson, economista estadounidense, docente en las universidades de Harvard y Wisconsin y que presidió la Asociación de Historia Económica, expresa su confianza en el futuro de América Latina y califica de “sorprendente el progreso de Colombia”. Considerado por no pocos el gran estudioso la de la globalización y el mayor historiador económico, participó en el Encuentro Colombiano de Historia Económica, organizado por la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
¿Cuál es su apreciación sobre el presente y futuro de América Latina?
Estamos viviendo épocas emocionantes y también muy retadoras. Creo que América Latina está muy bien posicionada como para poder explotar efectivamente la economía global.
En las décadas de 1980 y 1990 el desempeño del sector manufacturero y de las economías en general nos dejó bastante desilusionados, pero las cosas han empezado a verse muchísimo mejores en el último decenio.
¿Qué es lo que se ve mejor?
Ha pasado más de un siglo en el que Latinoamérica ha querido salvar el rezago que tenía con Norteamérica y creo que ha llegado el momento. Este es el momento.
El sector manufacturero desempeñará un papel, pero los servicios modernos van a desempeñar un papel más protagónico, así que veo una América Latina más exitosa; Brasil está recibiendo la atención debido a su gran tamaño, pero no hay ninguna razón por la cual no le vaya ir igual de bien al resto de Latinoamérica, especialmente a los vecinos de Brasil, así que tengo muchas esperanzas respecto del futuro.
Brasil tiene una industria muy poderosa y protegida, mientras que los vecinos no son tan desarrollados. Colombia está en un periodo intenso de vinculación a la economía mundial mediante acuerdos comerciales. ¿Es positiva esta situación para nosotros?
Cada país tendrá que decidir qué tanto va a querer participar en la economía global; hay que hacer sacrificios en el desarrollo de las relaciones, lo cual quiere decir que, a veces, hay que ceder algo de control, de política nacional, para ser un jugador de tiempo completo en los mercado mundiales; algunos países quizás decidan que no va vale la pena renunciar a metas nacionales por lograr insertarse en el mercado global.
De hecho, ha habido conversaciones en Latinoamérica que han sugerido una retirada de esos compromisos de globalización entusiastas y creo que es una cosa natural, pero es muy importante para los vecinos de Brasil, como Colombia, Uruguay inclusive creo que Argentina, Bolivia, Perú, que exploten este motor de crecimiento, que es Brasil.
¿Una mayor integración regional?
Yo pensaría que América Latina podría hacer mucho más en desarrollar una consolidación mutua mayor dentro de la región; hay nichos industriales a los que Colombia puede entrar en el mercado de Brasil cuando este empiece a perder competitividad en esos sectores y pase a explorar otros.
Y creo que esas oportunidades son mayores que las que puedan existir en el mercado chino.
¿La globalización beneficia a todo el mundo?
Hay muchas maneras de llegar a la globalización y las diferentes economías pueden especializarse en diferentes cosas y la industria no es el único camino para llegar a ella: hay servicios que exigen un alto nivel de destrezas que inclusive pueden llegar a ofrecer más; si un país está limitado en ciertas destrezas debe empezar desde un peldaño más abajo en la escalera antes de dar el salto hacia uno más alto.
En este momento en Colombia y en algunos países de Latinoamérica hay un debate sobre si los gobiernos deben impulsar políticas activas de industrialización o definitivamente dejar el desarrollo de la industria a lo que señale el mercado. ¿Qué opinión tiene?
Estoy en desacuerdo, pero depende de qué políticas y cómo proceder; nosotros no queremos volver al periodo de la sustitución de importaciones, no debemos proteger a las industrias que no son competitivas, pero hay otras vías para ayudarlas a desarrollarse sin meterse uno en el camino de los mercados y de la competencia.
¿Como cuáles?
Por ejemplo, la educación, la infraestructura de transporte. Ustedes necesitan un nuevo aeropuerto, más universidades, más educación y de mejor calidad para las escuelas en las zonas rurales.
Todas estas son actividades en las que el Gobierno está mejor equipado para proveerlas y no interfiere ni con los mercados ni con la competencia, ya que las industrias van a estar utilizando esos recursos para poder competir.
Yo no veo una inconsistencia entre una participación activa de parte del Gobierno y al mismo tiempo permitir que haya un mercado libre.
El profesor José Antonio Ocampo dijo recientemente que aunque en Colombia han aumentado las oportunidades educativas su impacto en disminuir la desigualdad ha sido mucho menor que en otros países.
El asunto es que las cosas andan con mucha lentitud y la distribución de los ingresos, la riqueza, el poder político es muy difícil de cambiar con rapidez y algunas veces hasta se mueven en la dirección contraria.
Pregúntele a una persona de Estados Unidos y oirá cómo se ha perdido mucho de sus características igualitarias y de su apertura política hacia políticos corporativos financiados por millonarios.
Sin embargo, sabemos que Latinoamérica, en los últimos 10 o 20 años, ha experimentado un cambio realmente importante con las medidas de igualdad, de movilidad social, etc.
Brasil ha sido uno de los líderes, pero en realidad eso mismo se aplica a todo Latinoamérica; no sé si Colombia será parte del cambio en estas tendencias, pero hay 17 países que han experimentado más igualdad; quizá sea demasiado pronto para saber si vamos en la dirección correcta o no, solo han pasado 10 o 20 años, pero la falta de igualdad en Latinoamérica ha sido elevada y no había caído desde 1870, así que de lo que estamos hablando es de algo muy nuevo y para mi es una señal de esperanza.
A los colombianos apenas sí nos roza esa tendencia. Seguimos siendo uno los países más desiguales del mundo.
Yo lo sé, pero de pronto nosotros (Estados Unidos) somos peores.
¿Hay algo que amenace gravemente esas expectativas optimistas?
La política lo es todo, la economía no es tan importante y veo que en mi país están sucediendo cosas que no considero señales muy positivas para la competitividad futura de los Estados Unidos; he visto el deterioro en nuestras clasificaciones internacionales en educación, veo disparidades crecientes entre los pobres y los ricos en cuanto a educación y esto tiene implicaciones políticas poderosas que no siempre son positivas; entonces sí, es posible que Colombia esté comenzando desde un nivel muy elevado de desigualdad económica y social que viene siendo una acumulación de 500 años, que solamente se pueden cambiar año por año, así que sigo siendo optimista.
Usted ha dicho que la política es lo importante y no la economía.
Sí, después de todo, los políticos son los que determinan las políticas a seguir, las instituciones, el comportamiento de los sindicatos, la asignación de los fondos a nivel nacional o territorial, a veces para bien, a veces no tanto para bien y lo único que uno puede esperar es que cada vez más los políticos, los partidos políticos, estén en capacidad de separarse del poder familiar, partidista, y que puedan empezar a pensar más en lo que el país verdaderamente necesita, pero veo la dificultad en todo esto, porque observo a los Estados Unidos, que está luchando con el mismo problema.
¿Qué opinión tiene de la política económica del presidente, Juan Manuel Santos?
No sé nada de la agenda política del presidente Santos, pero es claro que hay un compromiso con la educación a todo nivel, que sea más accesible a todos; así que cada vez más muchachos jóvenes de escasos recursos podrán empezar a aportarle a Colombia y entre más hagamos eso, mejor.
Por otro lado, es necesario mantener la casa en orden, pues la inestabilidad política y la violencia no son consistentes con un desarrollo pacífico, eso ustedes lo saben mejor que yo, y estamos viendo un progreso sorprendente en Colombia. Entonces uno puede tener esperanza del futuro.
Jorge Correa C.
Redacción de Economía y Negocios