La crisis financiera que se reveló desde principios de 2007 se precipitó esta semana como una crisis económica general.
Lo que comenzó con la subida abrupta del petróleo, las materias primas y minerales (de buen recibo para países como Colombia), continuó con el alza de los alimentos de primera necesidad -particularmente los cereales-, y remató en la explosión de la crisis de las bolsas internacionales con los bonos Sub-Prime (en que fueron convertidas las hipotecas de los pobres o 'hipotecas basura') y la estrepitosa caída del negocio inmobiliario en Estados Unidos y España.
Los bancos estadounidenses captaron recursos y depósitos sin las suficientes garantías (al mismo estilo de las pirámides en Tunja y Pasto), déficit que ascendió al 37 por ciento del total de depósitos en E.U., hasta acumular cerca de US$7,07 billones, a fines del primer trimestre de 2008; el derrumbe del IndyMac Bancorp Inc., la semana pasada, evidencia que los problemas del sistema bancario estadounidense son generalizados y profundos y hacen de esta una crisis bancaria muy profunda.
Las crisis económicas generales son parte orgánica del mundo del capital, son consustanciales al sistema capitalista.
Por eso, cuando las crisis explotan, dejan tendidos en el camino a muchos empresarios, financistas, banqueros y consumidores; las economías se resienten y muchos gobiernos tambalean.
En esos momentos aparecen los especuladores y agiotistas, como animales de carroña y vampiros, dispuestos a aprovechar hasta los residuos de comida o la última gota de sangre.
Para los consumidores, la crisis económica multiplica las enfermedades que tradicionalmente soportan: mayor desempleo, crecimiento desmesurado de la inflación, escalada de precios, subida abrupta de las tasas de interés, pérdida del poder adquisitivo del salario y de la moneda y, en consecuencia, mayor pobreza y marginalidad social.
En estas situaciones de crisis se requiere revertir la cultura financiera, empresarial y de consumo de los boyacenses y potencializar el papel social y económico de los gobiernos municipales y departamental.
Mientras en solo dos años -2005 y 2006-, según el Banco de la República, las instituciones financieras transfirieron a otras regiones del país cerca de mil millones de pesos, producto del ahorro de los boyacenses, las pirámides se alzaron con cerca de 70 mil millones de pesos y los agiotistas (casas de cambio, fondos informales y reconocidos agiotistas particulares) hacen su agosto con las necesidades de las familias boyacenses.
Los créditos comprometidos por los boyacenses no superaron el 1.1 por ciento del total de créditos bancarios a nivel nacional, y los créditos para compra o arreglo de vivienda solo constituyeron el 1.05 por ciento de los préstamos para vivienda otorgados a nivel nacional.
En Boyacá, con seguridad, la crisis no se mostrará tanto en la morosidad de pago por hipotecas de vivienda, sino que las viviendas se perderán por las hipotecas que supone el alto endeudamiento para consumo y para operaciones comerciales, el cual representa más de cinco veces el crédito comprometido por la vivienda de los boyacenses. Entonces, aumentara el numero de destechados.
Recordatorio: el 20 de julio marcharemos por la libertad de los secuestrados y por la aparición de los desaparecidos.