Lo cierto es que de cada 100 empleados que no quieren ir a trabajar, 87 argumentan conflictos con su jefe. Por lo menos eso afirma Jalily Covezdy, docente en el área de resolución de conflictos de las Universidades Javeriana y el Rosario. Para el experto, está comprobado que las personas no abandonan las empresas sino que dejan a sus jefes, dice. Según el Centro de Estudios Interdisciplinarios Iberoamericano, la desmotivación laboral en el 87 por ciento de los casos, se debe a la insatisfacción producida por la reacción conflictiva que se establece con el jefe, que genera frustración, infelicidad e improductividad y, en consecuencia, deserción laboral. Lo que estos trabajadores no saben es que existen maneras de solucionar conflictos con el jefe, sin que necesariamente deban quedarse con la boca cerrada, agrega el experto. ACOSTUMBRADOS AL MALTRATO A su juicio, el tema del maltrato es urgente de controlar. Solo hay que ver las cifras: de cada tres mujeres, dos son maltratadas. Y es lógico que si una persona es maltratada, pues maltrata, chantajea y manipula emocionalmente, afirma. Y en un ambiente de humillación y escasez, el maltrato se vuelve tan lícito que a veces no se reconoce. En la mayoría de los casos, la relación jefe-subalterno tiene un componente maltratante. Pero, al fin y al cabo, a ellos no les enseñan a ser jefes, añade Covezdy. Eso sin contar con que son muchos los empleados que hasta extrañan los grilletes, sostiene el experto, y permiten que otros abusen de ellos, hasta que establecen una relación humillante. Como está de por medio el sueldo, para defenderlo son capaces de hacer lo que sea. Pero si se tiene claro el proyecto de vida, se puede defender la dignidad, la libertad, el bienestar y tener una relación buena, dice el experto AFECTA EL DESEMPEÑO . Un jefe que no valora lo suficiente a su subordinado, lo disminuye, afecta su autoestima y lo tiene en sus manos. Lo que no sabe es que de la misma manera, disminuye su productividad. Y aunque trabaje más, los resultados son menos eficientes. Se trata de otro juego de poder del modelo autoritario: la creencia de que si se hace que otro sienta dolor, este aprende y da resultados. Lo que no sabe es que con dolor, una persona es menos creativa y que la imaginación se pierde cuando alguien maltrata, agrega Covezdy. Lo peor de todo es que el maltratado normalmente espera a que lo despidan, antes que inventarse un plan B. Y ese es precisamente el tema del seminario taller Aprenda a patear la lonchera, que dictará Covezdy el próximo 9 de agosto. La vida no debería ser solo una ruta sino varias. No es el rebusque, sino ser creativo para inventarse otras actividades, enfatiza. TIPOS DE JEFE Jalily Covezdy identifica varios tipos de jefe: el autoritario, que manda y exige a sus empleados, los molesta y no les deja tiempo libre; el que no sabe delegar, que dura todo el tiempo rehaciendo el trabajo que le entregan; el locho o buena vida; el que no defiende su equipo cuando está con sus pares y el paranoico, que se siente perseguido siempre y no hace más que exigir. Todos pueden ser peligrosos y hay que saber establecer una relación con ellos, de acuerdo con Covezdy. Y es que, por lo general, un jefe se siente amenazado porque siente debilidades frente a otro o se inventa un contradictor, cuando no es real, dice. Por otro lado, sostiene que hemos crecido en una cultura donde se necesita de control externo, alguien que nos diga cómo hacer las cosas, una cultura autoritaria de la que hay que empezar a desprenderse, concluye. Vale la pena intentar antes de rendirse Agarrarse a gritos con el jefe es tan perjudicial como tirar la toalla. El experto Jalily Covezdy sugiere varios pasos para hacerle frente a la crisis: el primero es generar los controles internos. Es descubrir como fui formado, qué me enseñaron, qué cosas recuerdo, si me maltrataban en casa. Este ejercicio puede resultar para poner en juego el control, una conciencia constante sobre cómo digo las cosas, cómo las hago y en qué tiempo, dice Covezdy. Otro de los aspectos es el trabajo con emociones: reconocer qué se siente (miedo, rabia) y hacer conscientes esos sentimientos. Es descubrir si se siente subvalorado en el trabajo, ver si vale la pena hablar y medir los riesgos. Si la decisión es hacerlo, hay que procurar el momento adecuado, recomienda. En este aspecto añade que son claras las diferencias entre los jefes hombres y las mujeres. Mientras los primeros son más accesibles, ellas suelen ser implacables y despiadadas para tratarse y actúan más desde la clandestinidad. Hay resentimientos históricos que que las llevan a actuar diferente. Pero hay que diferenciar entre pelear sucio, que genera una relación de violencia y hacerlo limpio, que significa centrarse en la comunicación. El consejo es hacerlo en primera persona, sin quedar por debajo del otro ni darle el poder. Eso es mejor que insultar al jefe o hablar mal de él. Y si no se está construyendo, mejor es irse, dice el conferencista. También sugiere hacer amigos y tener aliados en el trabajo, pero para eso hay que invertir tiempo, dinero y espacio. Sin embargo, la conclusión a la que llega el experto es que hay un antivalor que se ha incrementado y es el de la papaya, que habla es de una sociedad en deterioro que prefiere jugarle a la trampa y aprovecharse de los demás, y eso se convierte en una forma de venganza. Al fin y al cabo, somos hábiles para maltratarnos, concluye Jalily Covezdy. '' Hemos crecido en una cultura donde se necesita del control externo, de la autoridad. Ilustración: Migueyein.WILABR
Finanzas
26 jul 2008 - 5:00 a. m.
Se puede patear la lonchera, pero con argumentos
Antes que seguir aguantando los constantes comentarios desobligantes de su jefe sobre cada cosa que hacía o dejaba de hacer, María prefirió quedarse sin trabajo y decirle que los dos eran conscientes de que no se soportaban y que lo mejor era que ella se fuera de la compañía. A los ojos de muchos, literalmente, pateó la lonchera. Pero, ¿cuál debería ser su reacción entonces? ¿Hasta cuándo quedarse callada? Y lo peor: ¿Para qué ir a trabajar si ya no quería hacerlo?
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