Muchas son las consideraciones que se pueden hacer sobre los problemas existentes, pero solo basta comentar un par de ellos para entender por qué es incierto el resultado de esta última ronda. De una parte, el Gobierno norteamericano y, más en concreto el presidente Bush, atraviesa uno de los momentos de mayor debilidad política de su mandato. Pero, es más, el Partido Republicano enfrenta una severa crisis. Los escándalos de corrupción y el ventilador del ex-lobista Abramoff y los problemas de congresistas republicanos importantes, como el caso de Delay, no le dan al partido del Presidente mucho espacio para jugársela por él, en un año de elecciones en el que las mayorías republicanas son bastante precarias. La aprobación del Cafta, no se puede olvidar, tuvo un costo político muy grande para Bush y crear olas en el Congreso con un tema tan reciente y tan polémico como el de un TLC le puede significar no solo una derrota, sino un debilitamiento adicional frente a su partido. ¿Qué tipo de acuerdo con Colombia le evitaría esos problemas? Obviamente uno en el que Estados Unidos sea un claro ganador y en el que se subsanen las principales objeciones de quienes se oponen a estos esquemas y, muy posiblemente, esta no sería la mejor opción para Colombia. Como si fuera poco lo anterior, nuestros socios peruanos nos hicieron un gran daño. En un afán puramente electoral, consideraron que les resultaba mejor aceptar un acuerdo sin reparar en sus costos. De manera precipitada y, en algunos casos irresponsable, aceptaron unos términos que, en varios temas, tendrían que ser completamente inaceptables para Colombia. Estudiar lo que se firmó con Perú, debería ser, entre otras, la tarea de aquellos que, como Hommes, defienden de manera visceral el firmar a cualquier costo, en lugar de insistir en descalificar con argumentos acomodaticios a quienes tienen opiniones diferentes. Después de la aprobación del Cafta, líderes del Congreso norteamericano, como el senador Grassley, le pidieron al ejecutivo que cualquier otra negociación debería ser un Cafta-plus. Esto quiere decir, un acuerdo que fuera mejor para los E.U. de lo que había sido Cafta. En el caso del Perú, claramente, lograron este propósito. Seguramente, ahora querrán que los nuevos acuerdos sean lo que podrán llamar Perú plus y ese no puede ser un escenario aceptable para nuestro país. Nuestros negociadores son conscientes de los riesgos y esperamos que no cedan a las presiones que, seguramente, se van a presentar. A estas alturas, sin embargo, lo que hay es un sinnúmero de interrogantes sobre lo que puede ser el resultado de ésta, ojalá, última ronda.
Finanzas
30 ene 2006 - 5:00 a. m.
¿Perú plus?
Una vez más, en algo que ya tiene visos de rito, se vuelve a plantear que hemos llegado a la hora de las definiciones en la negociación del TLC. Es cierto que en esta ocasión hay más razones para pensar que esta puede ser la última ronda pero, no es menos cierto, son todavía muchos los temas pendientes y mucho los obstáculos que hay que superar para poder pensar en un cierre que sea benéfico para el país.
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