Lo que estaba en juego en este caso no era poca cosa. Y es que a pesar de que muchos opinan que nada cambia, el avance alcanzado por los países del área es notable. Según cálculos de la Cepal, si hace 20 años cerca de la mitad de los latinoamericanos era considerada pobre y algo más de una quinta parte indigente, en la actualidad esas proporciones son del 32,1 y del 12,9 por ciento, respectivamente. Sin desconocer que el terreno que falta por recorrer es todavía amplio, en comparación con los 221 millones de personas que estaban en condición de pobreza en el 2002, ahora esa cifra ha bajado a 180 millones, lo cual quiere decir que casi el equivalente de la población de Colombia ha entrado a la clase media en menos de una década. No menos sorprendente es que el retroceso de 3 por ciento en el ingreso per cápita del latinoamericano promedio, registrado en el 2009, tuvo muy poca incidencia en los índices de pobreza. Sin duda, existió un deterioro, pero este fue de apenas 0,1 puntos porcentuales, lo que constituye una caída manejable. ¿Cuál fue la causa principal de que esta vez no pasara lo mismo de antes? Indudablemente la más importante es que los gobiernos regionales cambiaron de receta y, en lugar de disminuir los presupuestos públicos, adoptaron políticas contracíclicas que sirvieron para compensar el mal rato que vivió la actividad privada o el comercio exterior. Debido a ello, la demanda interna se mantuvo, o incluso creció en algunos casos, con lo cual el desempleo aumentó, pero en forma relativamente tímida. Teniendo en cuenta que los ingresos derivados de la actividad laboral son los que más influyen en la lucha contra la pobreza, y que esta no disminuyó mucho, el golpe fue manejable. A esa circunstancia hay que agregarle dos hechos más. El primero es que en la mayoría de América Latina la inflación disminuyó en forma pronunciada con lo cual los salarios reales mejoraron. El segundo es que los programas de transferencias condicionadas, similares a Familias en Acción en Colombia, resultaron fundamentales para sostener a los más pobres. A pesar de las críticas que se les hacen por las implicaciones políticas que tienen, lo cierto es que un régimen de subsidios amplios sirve como una red efectiva para impedir que los grupos vulnerables caigan más abajo cuando la realidad se torna aún más difícil. Por cuenta de lo ocurrido, hay grandes esperanzas sobre lo que puede suceder ahora que el crecimiento está de vuelta. Como es bien conocido, la región podría alcanzar una tasa de aumento en su Producto Interno Bruto cercana al 6 por ciento en el 2010, la segunda más alta del mundo después de la de Asia. Dicha perspectiva, sumada a un horizonte mucho más propicio para el progreso en los años que vienen, debería permitir la consolidación de las estrategias en la lucha contra la pobreza. Experiencias como las de Brasil o Chile permiten pensar que es posible lograr mejoras importantes en un tiempo relativamente corto, así sea claro que algunos países tienen desafíos mucho más grandes que otros. Por su parte, Colombia ha avanzado algo, así sus datos superen por más de 10 puntos porcentuales el promedio latinoamericano. Con una tasa de pobreza del 45,7 por ciento y una de miseria del 16,5 por ciento, el país necesita hacer mucho más para parecerse al resto de la región y garantizarle un mejor futuro a su población más vulnerable. A favor de los planes gubernamentales en este sentido, hay que reconocer la presencia de factores propicios, como un entorno económico positivo, pero los programas en marcha deberán ser más efectivos para que las inmensas brechas que hoy existen puedan reducirse. "Por cuenta de los datos que indican que la crisis internacional no tuvo un efecto muy notorio sobre los indicadores sociales en América Latina, hay grandes esperanzas sobre lo que puede suceder ahora".ADRVEG
Finanzas
02 dic 2010 - 5:00 a. m.
La pobreza en retirada
Cuando hace un par de años los vientos huracanados generados por la crisis económica internacional empezaron a soplar en América Latina, una de las principales preocupaciones de los observadores consistió en que la región experimentara un retroceso en los avances que ha hecho en la lucha contra la pobreza. Al fin de cuentas, una de las experiencias que dejaron las contracciones previas fue que los platos rotos acababan siendo pagados por los más necesitados, ante el recorte en los presupuestos públicos como consecuencia de los conocidos planes de ajuste de impuestos para recuperar la credibilidad de los mercados financieros globales.
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