Tratar de reemplazar los fallos de la justicia por el voto popular puede parecer muy democrático, pero en realidad es la eliminación de la separación de poderes, verdadera y única base de la democracia. Apelar al veredicto de la opinión mayoritaria para legitimar actos contrarios a la Constitución y las leyes, alimenta la falsa ilusión de invocar la 'soberanía del pueblo' como la fuente última del poder, pero es el principio de la destrucción del Estado de Derecho, esencia insustituible de la democracia. Lo más popular no siempre es lo más democrático. La opinión mayoritaria no siempre tiene la razón.
Recordar estas verdades elementales sobre el funcionamiento de un sistema democrático, se hace necesario ante la propuesta del presidente Uribe de convocar un referendo para repetir las elecciones del 2006 y así, refutar los cuestionamientos que ha hecho la Corte Suprema de Justicia (CSJ) al comprobar que hubo corrupción y cohecho en la aprobación del Acto Legislativo, que cambió la Constitución del 91 para permitir la reelección de Uribe.
La propuesta del Presidente ha sido calificada por destacados juristas de ilógica, inconstitucional e impracticable.
- Ilógica porque la CSJ no está cuestionando las elecciones del 2006, sino el trámite del Acto Legislativo que las precedió, o sea que lo que habría que repetir es la votación en el Congreso, pero sin Yidis ni Teodolindo. - Inconstitucional, porque no existe en el ordenamiento legal colombiano la figura del referendo, para repetir unas elecciones. - Impracticable, porque ninguno de los dos candidatos que se opusieron a Uribe están dispuestos a prestar su nombre para esa farsa.
Estas críticas son válidas, pero insuficientes. Lo más grave de la alocución presidencial del jueves 26 de junio (el editorial de El Nuevo Siglo la llamó "el uribazo") es que es un atentado contra el sistema democrático, una incitación a imponer la tiranía de las mayorías, una tentativa de instaurar el 'Despotismo Democrático', esa moderna ley de la selva, donde la razón no la tienen la Constitución y las leyes, que tienen la función de garantizar los derechos de las minorías, ni la justicia, que debe velar porque se respete el marco legal, sino las mayorías y el ungido por ellas.
Son muchos los ejemplos históricos de las equivocaciones que han cometido las mayorías, especialmente cuando se les da o se abrogan el poder de impartir justicia. El demos ateniense, la arquetípica asamblea del pueblo, condenó a Sócrates
http://es.wikipedia.org/wiki/S%C3% B3crates
por impiedad, es decir, por lo que hoy llamaríamos el derecho a disentir, a no creer en los dioses de la mayoría. O el veredicto del pueblo de Jerusalén ante la pregunta de Poncio Pilatos: "¿a quién queréis que suelte, a Barrabás o a Jesús, el Cristo?". Dice la Biblia, que los sumos sacerdotes lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús, y todos conocemos las consecuencias de este juicio de las mayorías populares.
El peligro del Despotismo Ilustrado ya fue advertido desde el siglo XIX por el gran estudioso de la democracia, Alexis de Tocqueville, cuando alertó frente a los gobiernos que se dedican a persuadir al pueblo que son los garantes de su felicidad: "tal poder no tiraniza, pero presiona, enerva, extingue y actúa como estupefaciente del pueblo, hasta que cada nación es reducida a algo nada mejor que una manada de animales tímidos e industriosos, de la que el gobierno es el pastor"
Pero Tocqueville también propone soluciones para prevenir las desviaciones de la democracia: una sociedad civil fuerte y organizada, una prensa independiente, una justicia independiente y una total descentralización administrativa que evite la concentración del poder en un solo mandatario. No es coincidencia que estos son precisamente los actores de la democracia que más incomodan al presidente Uribe. Como también le molestaban a Fujimori o a Chávez. Todos ellos han querido apoyarse en la opinión mayoritaria de las encuestas, para instaurar una suerte de democracia plebiscitaria que reemplace las instituciones de la verdadera democracia.
Finanzas
30 jun 2008 - 5:00 a. m.
Popularidad, justicia y democracia
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