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30 jun 2011 - 5:00 a. m.

PURIFICACIÓN Las sombras de las ceibas conservan su historia

PURIFICACIÓN Las sombras de las ceibas conservan su historia

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k Diego Rosselli k Especial para Portafolio Pocos pueblos colombianos tienen tantas ceibas centenarias como Purificación, en el Tolima. Estos gigantescos árboles, que fueron sagrados para las culturas prehispánicas, suelen surgir aislados sobre el techo de las selvas tropicales, pero aquí se acumulan junto al río Magdalena y en las lomas de suave pendiente donde surgió este pueblo. Las del parque principal, ubicado en lo alto de esa meseta rocosa que aquí conocen como El Plan, no son las más grandes, pero sí las más rodeadas de historia. Cuentan los cronistas que a la llegada de Sebastián de Belalcázar, en 1538, estaba ahí, en El Plan, el caney del cacique Yaporox, de la etnia caribe de los poingos. Poco se sabe de estos nativos, excepto que creían en el mito del Mohán, ese ser aterrador, de largos cabellos y barba, que se aparece a lo largo del río Magdalena y que aún hoy seduce a las muchachas y espanta a los pescadores. También creían en Tatabeiba, deidad nocturna de la embriaguez, y en Guayacumí, deidad de la danza y la poesía. En los primeros años del siglo XVII, durante la guerra de exterminio a los pijaos, se construyó en esta meseta un fuerte militar que se llamó Castillo de las Palmas. Fue aquella la época de Juan de Borja, ese presidente de la Real Audiencia que llegó a "solucionar" a sangre y fuego el "problema" indígena. Borja era Caballero de la Orden de Santiago, nieto de un santo jesuita, y emparentado con la familia papal de los Borgia. Diego de Ospina y Medinilla, uno de sus subalternos más dedicados, recibió como premio a su saña la oportunidad de fundar y gobernar a Neiva y su provincia, en 1612. Fue sobre las ruinas de este fuerte que Diego de Ospina y Maldonado, hijo del fundador de Neiva, erigió la villa de la Purificación de Nuestra Señora, el 25 de mayo de 1664. Purificación es, pues, una de esas ciudades de abolengo, con escudo de armas otorgado por cédula real de Carlos II en 1681. Y de recuerdo queda un plano de la ciudad, que constituye uno de los más tempranos ejemplos de cartografía urbana en el país. Hay otros dos momentos de gloria en la historia de Purificación: uno llegó en 1831, cuando el presidente Joaquín Mosquera abandonó el cargo, y el general venezolano Rafael Urdaneta se tomó el poder. El vicepresidente legítimo, Domingo Caicedo, que se encontraba en su hacienda en Purificación, expidió desde aquí un decreto en el que se declaró presidente de la Nueva Granada, e hizo de esta ciudad la capital provisional de la república. El otro cuarto de hora en la historia patria le llegó a Purificación en los años de la Colombia federal. En 1861, en uno de los mandatos de Tomás Cipriano de Mosquera, se escindieron de Cundinamarca las provincias de Mariquita y de Neiva, para formar un nuevo estado. Purificación fue su primera capital. El Estado Soberano del Tolima, que habría de durar 25 años -hasta la constitución de 1886- fue atípico en que su capital se trasladó varias veces, primero a Neiva, luego a Natagaima, a Guamo, y finalmente a Ibagué, que sería capital de ese Tolima Grande hasta la creación del departamento del Huila, en 1905. ¿Y qué queda hoy? Un pueblo arraigado y promisorio, el imponente paisaje del Gran Río, el rico folclor de sus fiestas y los cuentos del Mohán a la sombra de las ceibas. Fotos Diego Roselli

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