A las 4 de la tarde del 31 de mayo, en Corferias, dentro de los desfiles del Círculo de la Moda, espigadas modelos flotaron por la pasarela mostrando una novedosa colección de piyamas inspiradas en poblaciones afro de Bogotá. Esa tarde se le cumplió el sueño no soñado a esta microempresaria. Eran sus diseños. Y minutos antes, por ahí habían pasado los de Betina Spitz. Gladis vendía sus piyamas en fondos de empleados. Hace un tiempo, cuando le estaba llevando un encargo a alguien en la Alcaldía de Puente Aranda oyó a una señora hablar del grupo de diseño para empresarios. Averiguó que se trataba de un programa del Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC) y se inscribió. Durante 10 meses, profesionales de la Escuela Arturo Tejada trabajaron con Gladis y 99 microempresarios más, de los sectores textiles y de la confección, de barrios de estratos 1, 2 y 3. El costo del proyecto ascendió a 103500.000, aporte del IDPAC y 13500.000 de la Escuela. "Aprendí de costos, de escalas, de colecciones, de tendencias. Fue una experiencia excelente. Ahora, en el tema de la venta, todo mejora", comenta la nueva diseñadora que le puso a su empresa el mismo nombre de un juego de su hija: Un Limón Limón. "Anteriormente, el Distrito formaba a la gente en el tema de confecciones, pero en niveles básicos, y las personas salían como operaria de fábricas. Incluso participaron en una Feria de las Colonias y dejaron de hacerlo porque eran propuestas poco novedosas. Por eso decidimos capacitar de tal forma que la comunidad llegue lo más alto posible. Estos microempresarios que estuvieron en la Escuela Arturo Tejada están listos para ser proveedores incluso del sector internacional", dijo la directora del Instituto Distrital de la Participación, Olga Beatriz Gutiérrez Tobar. 110 MICROEMPRESARIAS integran el programa de formación de la cadena de confección, adelantado por la Escuela Arturo Tejada, en Bogotá.
Finanzas
31 jul 2007 - 5:00 a. m.
Redes empresariales que producen
Que sus diseños estuvieran en la misma pasarela que los de Betina Spitz no le había pasado siquiera por los sueños a Gladis Cecilia Arias, dueña de la fábrica de piyamas Un limón Limón, del barrio Muzú.
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