Aunque alguien podría decir que ahí está comprobada la capacidad de emprendimiento de los colombianos, lo cierto es que junto al profesional que decide probar suerte en la vida, también está el ciudadano que tiene el llamado rebusque como única salida. Dicho en otras palabras, todo indica que en vez de mejorar, la calidad del empleo en Colombia tiende a deteriorarse. Ese diagnóstico es particularmente preocupante por varias razones. Quizás lo más grave de todo es el impacto que tal situación tiene en términos de pobreza. Así lo acaba de sugerir un trabajo adelantado por Fedesarrollo que muestra que la proporción de hogares que se sienten pobres en tres áreas metropolitanas específicas (Bogotá, Bucaramanga y Cali) disminuyó apenas en tres puntos porcentuales, de 43 a 40 por ciento, entre 2007 y 2008. Si bien esa reducción contrasta con una medición hecha por el Dane hace unos meses, que mostraba descensos mayores, el resultado es un campanazo de alerta para un país que sigue sin buenas estadísticas en esta materia. Además, el estudio de Fedesarrollo no sólo reitera que la proporción de asalariados en el mercado laboral es menor frente a la de los trabajadores por cuenta propia, sino que un tercio de quienes están empleados y reciben una remuneración mensual no tienen beneficios como vacaciones pagadas, primas, cesantías o subsidios. Ambos factores llevan a que el índice de afiliados al régimen de salud sea bajo y a que en el caso de pensiones este resulte todavía menor. Como si lo anterior fuera poco, son las personas de estratos bajos las más desprotegidas en los dos casos. Debido a tales elementos, Fedesarrollo considera que el esquema legal imperante en el país, lejos de proteger el empleo formal, lo desestimula y contribuye a la persistencia de la pobreza. Ese argumento explicaría, igualmente, por qué la baja en la tasa de desocupación del país fue relativamente tímida en el lustro transcurrido entre 2003 y mediados de 2008, cuando la producción iba por buen camino. En consecuencia, la entidad cree que el país debería debatir temas complejos como el nivel del salario mínimo, la inflexibilidad del mismo debido a la sentencia de la Corte Constitucional que obliga a reajustes anuales proporcionales a la inflación y los llamados impuestos a la nómina. Dicha estructura, opina Fedesarrollo, acaba beneficiando a una minoría que goza de ventajas apreciables, pero excluyendo a la mayoría de los trabajadores de menores ingresos, condenados irremediablemente a seguir en la pobreza. Es verdaderamente paradójico que entre 1998 y 2008 el salario mínimo real aumentó en 18 por ciento y las contribuciones no salariales 1.8 puntos porcentuales, mientras el número de colombianos trabajando en la informalidad pasó de 3,6 a 5,2 millones y la cantidad de trabajadores devengando menos del salario mínimo se incrementó de 1,6 a 2,8 millones, dice uno de sus informes. El problema es que esa consideración es explosiva, políticamente hablando. A pesar de estar en orillas separadas en infinidad de temas, tanto el presidente Álvaro Uribe, como los partidos de oposición, han coincidido en rechazar cualquier intento de, por ejemplo, reducir los aportes parafiscales. Como cualquier cambio fundamental tendría que pasar por el Congreso, las posibilidades de reformas profundas son prácticamente nulas, sobre todo en época preelectoral. Bajo ese escenario, las salidas no son muchas. Por tal motivo, el debate convocado para hoy en el Capitolio seguramente aportará pocas luces, fuera de los lugares comunes de rigor. Así las cosas, lo más probable es que Colombia siga siendo uno de los países con mayor desempleo e informalidad de América Latina, a menos que encuentre una fórmula para desenredar una madeja que por ahora se ve imposible de desatar. '' Lo más probable es que Colombia siga siendo uno de los países con mayor desempleo e informa- lidad de América Lati- na, a menos que encuentre una fórmu- la para solucionar el problema.WILABR
Finanzas
20 may 2009 - 5:00 a. m.
Sin respuestas fáciles
La información dada ayer por el Gerente del Banco de la República en el Congreso, según la cual en el país se perdieron 567.000 empleos asalariados en el primer trimestre del año, frente al promedio observado en el 2007, volvió a poner el dedo en la llaga sobre un tema frente al cual no hay respuestas fáciles. Es cierto que entre los dos periodos citados la población ocupada creció en 538.000 personas, pero esto fue el resultado directo de un aumento de 1105.000 en los trabajadores por cuenta propia.
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