De un lado, es alentador que después de la desesperante lentitud para impulsar el programa de carreteras durante el primer gobierno de Álvaro Uribe, por fin el ritmo de entrega de obras de este tipo haya aumentado. En el 2009, por ejemplo, fueron dados al servicio unos 234 kilómetros de nuevos tramos, mientras que la meta para el 2010 es de 250 kilómetros. Además, para ser terminados el próximo lustro ya hay acordados 2.750 kilómetros adicionales, incluyendo dos terceras partes de la Ruta del Sol, cuyo contrato fue adjudicado en diciembre. Sin embargo, esa programación no ayuda a borrar la que es una realidad innegable. Esta es la del inmenso atraso vial del país, uno de los peores de América Latina. De hecho, para llegar a niveles equivalentes al que tiene Chile hoy, sería necesario multiplicar por cinco las dobles calzadas existentes. Eso, en términos prácticos, implica que el esfuerzo realizado en los últimos tiempos, el cual incluye el compromiso de destinar vigencias presupuestales futuras hasta muy entrada la próxima década, no es todavía suficiente. Pero al igual que se examinan nuevas fuentes de recursos, como ocurrió con la malograda propuesta de vender un 15 por ciento de Ecopetrol con el objetivo de financiar un programa adicional de carreteras, hay que insistir en la necesidad de aumentar los controles para que las obras se hagan bien y se entreguen dentro de los plazos estipulados. En el sector han vuelto a subir de tono los rumores sobre empresas que están teniendo problemas serios de liquidez, algo que a veces pasa cuando el nivel de apalancamiento es alto y se interrumpe el carrusel de financiar los proyectos en marcha con los anticipos de los contratos recién adjudicados. Eso para no hablar de las firmas que buscan renegociar los términos de un negocio, alegando imprevistos que supuestamente no estaban considerados en un determinado pliego licitatorio. Todo lo anterior exige una mayor preparación en el Gobierno, que actúa como contraparte de las entidades privadas. Esto no sólo requiere labores de interventoría física, sino también financiera, para garantizar que la multimillonaria apuesta que ha hecho el país tenga los retornos esperados. Dicho esfuerzo va mucho más allá de las competencias que actualmente tiene el Ministerio de Transporte que es débil institucionalmente y sujeto a presiones políticas. Eso para no hablar de la sombra de la corrupción, que ha tenido que ver con la salida de varios de quienes han estado a la cabeza del Invías y del Inco en la presente Administración. En tal sentido, no estaría de más crear un cuerpo integrado por funcionarios de diferentes ministerios, superintendencias y Planeación Nacional, que se encargue de darle seguimiento a obras y cifras de compañías y consorcios. Adicionalmente, hay que estandarizar la política estatal en torno a la contratación de obras. Aunque ese propósito va mucho más allá de las carreteras, es necesario terminar con la práctica según la cual cada pliego es un mundo en sí mismo, lleno de incisos y particularidades. Sólo así se pueden eliminar los vacíos jurídicos que dan origen a futuros pleitos, con lo cual la estructuración financiera y técnica de los proyectos se vuelve más sencilla. Dicho trabajo es clave porque la infraestructura vial será un tema de permanente preocupación para este y para los gobiernos que vengan. La compleja geografía nacional, el alto costo del transporte, la escasa competitividad de algunos centros urbanos y la necesidad de incorporar a vastas regiones a mercados más amplios, son razones de sobra para seguir impulsando tanto las dobles calzadas, como el mejoramiento de la red secundaria y terciaria. Y como eso requerirá el uso de fondos considerables, lo importante no es sólo hacer las cosas rápido, sino hacerlas bien. '' Hay que mejorar los sistemas de seguimiento y planeación de las obras, porque la infraestructura vial será un tema de permanente preocupa- ción para este y para los gobiernos que vengan.WILABR
Finanzas
07 ene 2010 - 5:00 a. m.
Rutas en construcción
El reciente anuncio hecho por el Ministro de Transporte, quien aseguró que antes de finalizar el año Colombia debería contar con más de mil kilómetros de dobles calzadas es, al mismo tiempo, una buena y una mala noticia.
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