Paralelamente, había pequeñas propiedades dedicadas a la producción de pancoger. El desarrollo agrícola era floreciente por cuenta de la demanda de los centros urbanos y el mercado intercolonial.
Además, el mandato de Carlos III, en el sentido de que las colonias debían proveer a España de materias primas, ayudó al auge agrícola.
Después del grito de Independencia, la guerra apenas comenzaba y fue necesario mantener un Ejército numeroso, el cual demandó personal y quitó fuerza laboral a los campos. Además, requirió gran cantidad de alimentos, lo que llevó a una crisis alimentaria. Hasta 1844, para mantener al Ejército, se destinó el 50% del presupuesto nacional.
Fue tal el caos del sector agrícola que el valor de la producción en 1835 fue la mitad de la de 1805. El Congreso de 1821 definió la primera política agraria al establecer un impuesto del 25% a las importaciones agrícolas.
En 1824 se dio un nuevo impulso a la agricultura al liberar la producción de café, cacao y añil del pago de diezmos eclesiásticos. En 1825 se destinó un empréstito de un millón de pesos para la reconstrucción y desarrollo de haciendas, así se inició la restauración del aparato productivo destruido por la guerra y que se extendió hasta alrededor de 1840.
En 1850 se estableció la navegación por el río Magdalena, lo que vinculó la agricultura del interior a la economía mundial y promovió la ocupación de nuevos territorios, esto consolidó la producción de tabaco, ganado, cacao, café, caña y quina. Como resultado, en 1835 las exportaciones agrícolas participaron con el 8,64% de las ventas externas totales, pero ya en 1855 participaron con el 64,78%.
En 1854 el tabaco participó con el 27,8% del total de las exportaciones, mientras el café lo hizo con el 4,1%, ya en 1898 se consolidó la economía cafetera al participar con el 49% del total de las exportaciones, entretanto el tabaco bajo al 8,3%.
En 1913 se creó el Ministerio de Agricultura, que inició labores con un proceso de difusión tecnológica, lo que contribuyó a que, hacia 1825 y paralelamente al café, se desarrollaran cultivos de caña, algodón, papa, arroz y trigo. En 1910 se cultivaron 920.000 hectáreas, mientras en 1925 el área cultivada ascendió a 1'471.000 hectáreas.
A pesar de la crisis mundial de 1929, el café sostuvo su precio hasta 1933 cuando bajó a US$10,5 ¢/lb, después de haber estado en US$28,5 durante 1926. En los años 40, la crisis se profundizó por cuenta de la Segunda Guerra que hizo desaparecer la demanda europea. Todo esto, tuvo un efecto negativo en la economía del país.
A partir de 1934, se inicia una recuperación en el sector agrario que se refleja en un crecimiento del 2,1% anual entre 1935 y 1940. Esto se consolidó después de la guerra como consecuencia de la situación favorable de la balanza cambiaria, que permitió una inversión pública en el sector rural que pasó (en pesos) de $9 millones en 1930 a $70 millones entre 1945 y 1950, lo que fue complementado con una política de precios agrícolas altos y disponibilidad de crédito barato.
A partir de 1950 y durante parte de los 60, la política proteccionista obligó al sector a responder a las demandas internas por materias primas.
Por esta razón, y apoyados con crédito, mecanización y tecnología se desarrollaron nuevos cultivos de arroz, algodón, soya, sorgo, caña y palma en la Costa y el Meta, así como flores en la Sabana. Como resultado, los cultivos empresariales pasaron de representar el 19% del área y el 17% de la producción a principios de los años 50 a 41% del área y el 40% de la producción a principios de los 70.
A pesar del auge de otros cultivos, el café siguió representando un rubro importante y fue así que a inicios de la década de los 60 se inició un plan de recuperación combinando crédito, nuevas tecnologías, asistencia técnica, extensión y precio. Como resultado, para comienzos de los 80 la producción aumentó 70% sobre la producción de principios de los 70.
A comienzos de los 80 se presentó una crisis sectorial de causas variadas: la crisis industrial de finales de los 70; la violencia rural; la liberación de importaciones; la baja inversión estatal agropecuaria; la revaluación del peso; los excedentes mundiales agrícolas; el incremento de precios de insumos y maquinaria.
Por otra parte, la agricultura campesina se vio afectada por los mismos problemas, pero además por la ausencia de asistencia técnica y el difícil acceso a los recursos de crédito.
Sin embargo, a finales de la década de los 80, como consecuencia de decisiones macroeconómicas y altos precios agrícolas internacionales se le dio un empuje a la política agropecuaria a través del programa de 'oferta selectiva' el cual dispuso de crédito, tecnología, mecanización, asistencia técnica y comercialización.
Como consecuencia, el PIB agropecuario entre 1986 y 1990, tuvo un crecimiento superior al PIB total y osciló entre 2,9% en 1988 y 6,5% en 1987. En 1990 la política se orientó a un programa de liberalización del comercio, que condujo al desmonte gradual de la intervención estatal en los procesos de importación.
Como medida para amortiguar la variación en los precios internacionales se establecieron las franjas de precios en algunos productos sensibles. Este proceso abrupto de apertura resultó en 1992 en una de las mayores crisis agrícolas, que se reflejó en una disminución del 12% en la producción de los cultivos transitorios.
En 1993 se diseñó un plan de reactivación que incluyó: intervención en la comercialización; medidas para desestimular las importaciones; creación de salvaguardias y un plan de empleo rural. A pesar de todas estas medidas la producción de cultivos semestrales continuó en declive, al pasar el valor de producción (pesos de 1975) de $30.8 mil millones en 1992 a $ 28.5 mil millones en 1997.
En 1998 ya era indiscutible que el país tenía que acomodarse a producir aquello en lo cual podía ser competitivo. Por una parte, se fortalecieron los acuerdos de competitividad de las cadenas productivas y se promovieron las alianzas.
Por otra parte, se diseño una estrategia de 'oferta agropecuaria' tendiente a recuperar la agricultura de transitorios. Todo esto fue reforzado por una tasa de cambio favorable. Como resultado, entre 1998 y el 2002 el área de siembras creció en 9,5%, la producción 17%, las exportaciones en volumen 11,9% y el PIB agropecuario 9,1%.
En el año 2003 se inició un proceso para adecuar el sector agropecuario a un eventual TLC con E.U. Fue así como se diseñó un programa de inversión denominado Agro Ingreso Seguro. Además, se estableció el programa Apuesta Exportadora, en el cual se definieron unos cultivos y unas regiones con capacidad de exportación con el objetivo de darles el apoyo necesario.
En el periodo 2002-2008 se presentó un proceso de revaluación del peso, lo que combinado con una crisis alimentaria y económica mundial hizo que el sector agropecuario presentara un comportamiento errático, para lo cual se diferencian dos etapas. Entre 2002 y 2006 la producción aumentó 7,9%, el área cultivada 6,7%, las importaciones 26,5% y las exportaciones 7,3%.
Entre 2006 y 2008 la producción disminuyó 2,4%, el área 4,2% y las exportaciones 6,7%, mientras las importaciones crecieron 6,7%. Paradójicamente, el PIB agropecuario creció 11,7% entre 2002 y 2006 y 6,5% entre 2006 y 2008. Este crecimiento del PIB con comportamiento decreciente, posiblemente se debió a los altos precios internacionales de los alimentos entre 2005 y 2008.
Finalmente, esta historia breve pretende dar una visión superficial de la evolución del sector agropecuario, quedando muchas cosas por fuera incluyendo las citas.