Los primeros han sido presentados como víctimas, y las noticias que refieren sus historias son tituladas como dramas, condición indiscutible de muchos de ellos o de ellas, que feriaron el patrimonio de toda su vida en busca de dinero rápido, fácil y efectivo. Como un periodista es una especie de radar, yo, por todas partes, también detecto la opinión de los segundos, de los demás, de los que no participaron en la tómbola. Y que ven a los piramidales como responsables de su elección desgraciada, flotando en una cultura que tiende a pobretiar a la gente y a librarla del cumplimiento de un compromiso vital: cada cual es dueño de sus determinaciones y debe responsabilizarse de las consecuencias. Pero los demás también han comenzado a preguntarse si tiene sentido ser buen ciudadano, cumplir las normas, pagar impuestos y someterse a las reglas. ¿Cuál es el lugar en que los ubica el Estado, en el mapa de la sociedad civil? Porque la realidad que se está viviendo en Colombia es que el Estado hace pasar al buen ciudadano como un tontín, al que no solamente no se le reconoce su condición ejemplar, sino que, además, tiene que pagar el costo de los comportamientos díscolos de sus compatriotas y de las omisiones de los funcionarios y de las instituciones. Un paquete de medidas ayudará a los responsables de apostar al azar de las pirámides, precipitados a su catástrofe, según dicen, por la dureza y la exclusión del sistema financiero. Válido. Pero, ¿y la gente que responde con esfuerzo a sus duros compromisos con la banca, qué? Los demás se preguntan qué va a hacer el establecimiento bancario con los que cumplen, con los que lo sostienen. ¿No es el momento de distinguirlos, de estimularlos, mientras crea condiciones favorables para los excluidos? No hacerlo sería como si en el Icfes, quedaran de primeros los peores exámenes. Ojalá no nos salgan con el sofisma habitual: que el deber básico de todo ciudadano es ser bueno y esa es su mejor recompensa. De los demás también hacen parte los habitantes de Bogotá. A esta ciudad se la están tomando poco a poco marchas de todo tipo, que bloquean sus calles, dificultan la movilidad de sus habitantes y afectan gravemente su condición productiva. Sean comunidades o familiares de DMG, confiscan el libre derecho a la movilización y al trabajo de los demás. Aún con situaciones de violencia explícita, como la que me tocó presenciar durante la caminata indígena. Y que me ayudó a entender lo que estamos pensando y sintiendo los demás. Mejor dicho, la silenciosa mayoría. cgalvarezg@gmail.com '' El Estado hace pasar al buen ciudadano como un tontín, al que no solamente no se le reconoce su condición ejemplar, sino que, además, tiene que pagar el costo de los comportamientos díscolos de sus compatriotas.WILABR
Finanzas
28 nov 2008 - 5:00 a. m.
¿Los demás son lo de menos?
Por efecto de un fraude colosal, amplificado por el cubrimiento intenso de los medios de comunicación, y que ojalá se extienda hasta señalar el último responsable, la sociedad colombiana ha quedado dividida en dos grupos extremos: los damnificados de las pirámides y los demás, el resto de la población nacional, que a juzgar por las estadísticas, y con excepción evidente de Mocoa, es simplemente, la mayoría.
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