La junta directiva del Banco de la República debe tomar hoy una delicada decisión: qué hacer con las tasas de interés. La decisión es compleja no solo por sus implicaciones sobre la economía, sino porque la situación actual ofrece señales encontradas: las presiones inflacionarias se están acentuando, pero al mismo tiempo la economía ha empezado a dar señales de debilitamiento.
Y es que el desempeño económico reciente parece una montaña rusa. Hace unas semanas todos brindaban porque las principales empresas del país habían aumentado sus ventas en el primer trimestre de 2008. Días después, el mismo Banco de la República elevó sus pronósticos sobre el crecimiento y la inflación, sugiriendo que la demanda sigue creciendo muy por encima de la oferta.
Pero bastó que los especialistas volvieran a hablar de recalentamiento, para que entrara cipote chiflón: la semana pasada el Dane reveló que en marzo la producción real de la industria descendió 9,4 por ciento, mientras el comercio apenas creció 0,01 por ciento. Ese es el peor comportamiento de la industria colombiana en los últimos seis años, y el desempeño más deficiente del comercio en un período similar. Conservando la metáfora, ese bache es comparable con el descenso de la montaña rusa del parque El Salitre de Bogotá, que por allá en los años setenta garantizaba el reabastecimiento automático de las parrillas de fritanga de la Avenida 68.
Semejante zangoloteo sugiere que la desaceleración económica parece estar avanzando más rápido que lo esperado. Aunque el primer trimestre de 2007 no es estrictamente comparable con el mismo período de 2008 (porque este año la Semana Santa cayó en marzo y se trabajó menos que el año pasado), otros indicadores parecen confirmar lo delicado de la situación. La Encuesta de Opinión Empresarial de Fedesarrollo muestra que la confianza industrial entró en terreno negativo por primera vez desde 2005, fenómeno que ha estado acompañado por una caída de los pedidos y un aumento de los inventarios.
¿Y cuál es la principal causa de la desaceleración? Los sospechosos de siempre son la crisis internacional y las altas tasas de interés, pero en este caso los indicios parecen eximir a la primera y comprometer a las segundas. La recesión estadounidense no ha sido tan profunda como se esperaba y su efecto sobre Colombia ha sido compensado por el desempeño de las exportaciones primarias y la inversión extranjera. Hay que recordar que el valor de las exportaciones colombianas aumentó casi 50 por ciento en el primer bimestre de este año, mientras las inversiones foráneas siguen disparadas, lo que ha permitido que los principales canales de transmisión de la crisis estadounidense (el comercial y el financiero) no hayan registrado mayores perturbaciones.
En contraste, la elevación de las tasas de interés domésticas se siente en diversos frentes: la carga financiera de los hogares es cada vez mayor, el crédito de consumo se ha desacelerado notablemente y el diferencial frente a las tasas de interés externas sigue generando presiones hacia una mayor revaluación. Alguno dirá que eso era lo que se buscaba: enfriar la economía para controlar la inflación. Pero hay que tener en cuenta que las mayores presiones inflacionarias se concentran en la disparada del petróleo y en los sectores que tienen precios regulados, y la tasa de interés no tiene mucho efecto sobre ninguno de los dos.
Por eso, lo mejor que puede hacer la junta es dejar quietas las tasas mientras se conocen los datos del PIB del primer trimestre, para ver si ya ha llegado la hora de empezar a pensar en bajarlas.
Finanzas
22 may 2008 - 5:00 a. m.
No tocar las tasas
No tocar las tasas
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