En los últimos meses se ha vuelto a plantear una antigua discusión sobre el precio del azúcar y sus implicaciones sobre otros mercados.
En el fondo, es un debate sobre cómo las políticas agrícolas aplicadas al sector (Sistema Andino de Franja de Precios, SAFP, y el Fondo de Estabilización de Precios del Azúcar, Fepa), están distorsionando el mercado nacional al encarecer el insumo para los productores de alimentos. Es un debate al que le ha faltado técnica y le ha sobrado retórica.
Siendo estrictos, para saber si esos mecanismos están afectando el precio interno del azúcar, es importante entender que ellos surgen como solución al problema de la alta volatilidad de los precios internacionales.
Es decir, para ayudar a defender a los productores y compradores domésticos de las fuertes variaciones del precio internacional.
Adicionalmente, se trata de un mecanismo de carácter andino no exclusivo de Colombia. El mercado internacional de este producto se caracteriza por tener grandes distorsiones, puesto que la mayoría de los países otorgan grandes subsidios a los productores, permitiéndoles aumentar su oferta de manera artificial (la demanda no crece igual).
Esto genera que el mercado internacional se aleje bastante de la libre competencia y, por tanto, el precio y las cantidades también.
Al final, por supuesto, la exportación no es un negocio rentable para los países productores. Solamente Brasil, que es el mayor productor del mundo, tiene un precio doméstico similar al internacional, ya que el tamaño de su producción lo convierte en un formador de precio.
La construcción del SAFP depende principalmente del promedio de los últimos 5 años del precio internacional del azúcar.
Esto genera que, en primer lugar, el precio interno dependa directamente del precio internacional, pero ajustándolo para que sea menos volátil.
De hecho, en coyunturas de precios internacionales altos, la franja reduce el arancel del azúcar hasta volverlo cero.
Si se analizan cuidadosamente las series de precios internacionales y domésticos se comprueba fácilmente que este último sigue muy de cerca el internacional, habiendo períodos en los que está por encima, mientras que en otros está por debajo, como debe ser.
El FEPA, por su parte, es una herramienta que tiene como objetivo procurar un ingreso remunerativo para la producción agrícola y fomentar las exportaciones mediante compensaciones y cesiones de los ingresos, dependiendo de si el productor vende en un mercado de precios bajos o altos.
Los grandes compradores nacionales de azúcar han señalado que, producto de los instrumentos de política agrícola aplicados en Colombia, mientras los precios internacionales del azúcar han caído, los precios domésticos han aumentado.
La realidad es que, en lo corrido del año el precio internacional del azúcar blanco, en dólares, ha disminuido un 16,7%.
Mientras que, para el mismo período, en el mercado local, la disminución en dólares ha sido del 7,2%.
Esta diferencia se debe a que los mecanismos mencionados anteriormente están funcionando, en la medida en que disminuyen la volatilidad.
Por supuesto, lo que sí es cierto y no se necesita ser un genio para inferirlo, es que, por la fuerte depreciación del dólar, al observar el precio doméstico en pesos, se advierte que durante el mismo periodo el incremento fue del 14%.
Este cambio se debe exclusivamente a la depreciación, que nada tiene que ver con el funcionamiento del SAFP o del FEPA.
Por otro lado, en promedio entre 2006 y 2013 Colombia exportó alrededor del 35% de su producción, mientras que países con producción similar como Turquía y Filipinas, o con precios similares como Rusia y China, exportaron en promedio apenas el 4,3% del azúcar producido.
Por lo tanto, se puede concluir que estos mecanismos sí están cumpliendo su función de impulsar las exportaciones.
Adicionalmente, nunca se ha mencionado que todo el azúcar que se vende a productores nacionales de dulces o chocolates, usado como insumo en productos que se exportan, se transa a precio internacional. Es decir, nunca se le ha restado competitividad a las exportaciones colombianas de esas industrias.
Así las cosas, es claro que el comportamiento de los precios internos se debe a factores ajenos a los mecanismos descritos.
Por otro lado, esos mecanismos sí están cumpliendo su función, ya que han disminuido la volatilidad del precio y han permitido a Colombia posicionarse como un país exportador.
La pregunta que surge entonces es si los problemas de los productores nacionales de alimentos se deben al precio de los insumos, o a otras debilidades estructurales.
Mauricio Santa María
Consultor