Puede decirse que la historia humana se ha constituido alrededor de este cereal magnífico, desde que el hombre neolítico bajó del árbol y salió de las cuevas a entenderse con una agricultura tan rudimentaria como salvadora. Más que la envidia, y por supuesto que el amor, el elemento común de las civilizaciones todas es que han comido con la mano o con la cuchara ósea una porción de esta gramínea celeste. No sé desde hace cuántos años o siglos, el rasero para medir la verdadera pobreza es la falta de un grano de arroz para enviarle al estómago y no hay miseria más cercana a la inopia, que aquella que nos impide ofrecerle a quien nos visita una escudilla de este alimento que los chinos respiran como el aire. He hecho, este raudo prefacio histórico y sociológico para contar la agonía que comparto con millones de seres humanos en diversos rincones del planeta, al conocer dos historias macabras. La primera, que el arroz, el abundante e inacabable arroz ha comenzado a racionarse y puede llegar a escasear subido en la alta ola de precios infames. Y la segunda, que esta especie de hambruna puede pasar, porque el habitante del siglo XXI decidió negarle la comida a su estómago para insuflarla en los tanques de combustible, mientras se la chupan los bolsillos de los especuladores. La pérdida posible del arroz en la comida diaria me deja algo más que un vacío en el estómago. Doy mi testimonio de agonía como arrocero consumado, que en un viaje directo y sin escalas pasó de lactar en los hermosos pechos de mi madre, a comer este maná caliente que ella misma preparaba con la sazón gloriosa con que Dios dotó sus manos. Sé que no estoy solo en el lamento, pues no me canso de apreciar la costumbre que recorre la escala social de explorar con la cuchara la generosa olla del arroz. Sea el humeante, reciente arroz, o la pega divina que se raspa con avidez, conozco tantas personas que si les pidieran elegir un alimento para llevarse a la isla del fin del mundo, encabezarían su lista con el inefable grano, dispuestos a morir antes que a renunciar a la blanda adicción. El arroz es rico dulce o salado, frío o caliente, solo o acompañado. El arroz se mezcla con todo tipo de alimentos, y admite en sus entrañas desde verduras y carnes atolladas hasta las salsas insólitas que lo ensopan con ternura. He visto con estos ojos que azota la presbicia, a personajes de estirpe voladora hacer de tripas corazón para acatar la urbanidad insulsa que los obliga a no mezclar el arroz en sus comidas sociales y llegar a la casa como dementes a prepararse el arroz con huevitos tibios o fritos, que era según recientes investigaciones, la verdadera y perdida ambrosía. ¡No a la depredación del arroz en nuestros menús! ¡Arroceros del mundo, uníos! '' El arroz, el abundante e inacabable arroz ha comenzado a racionarse y puede llegar a escasear subido en la alta ola de precios infames.WILABR
Finanzas
02 may 2008 - 5:00 a. m.
¿La vida sin arroz?
El arroz es casi más antiguo que el hambre, predecesor, incluso, de las mismísimas ganas de comer.
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