A propósito del artículo de la semana pasada, algunos amables lectores me han preguntado sobre la historia del grito de 'Viva la Muerte' y por qué lo asocio a la actual situación colombiana. Esta consigna fue inventada por el general Millán-Astray, fundador de la Legión Extranjera española, donde tuvo bajo sus órdenes a Francisco Franco, y posteriormente uno de los aliados más incondicionales del dictador durante la guerra civil y los primeros años de la dictadura.
Millán-Astray se hizo famoso por su osadía en los campos de batalla, donde perdió un ojo y un brazo, por lo que se ganó el apodo del 'glorioso mutilado', pero también por su necrofilia y el desprecio a la vida con el que adoctrinaba a sus soldados hasta convertirlos en máquinas de matar, en autómatas capaces de obedecer las órdenes sin cuestionarlas. A los nuevos reclutas los recibía diciéndoles "habéis venido aquí a morir", y afirmaba que sus legionarios eran "los novios de la muerte".
Como dice uno de sus biógrafos, Millán-Astray y Franco imbuyeron a la Legión de implacable salvajismo y los trataban brutalmente, a cambio de lo cual se les permitía dar rienda suelta a su sed de sangre y no ponían límites a las atrocidades cometidas en las aldeas árabes. Otro contemporáneo del general contaba que "Cuando atacaba, la Legión no reconocía límites a su venganza; cuando abandonaba un pueblo, no quedaba más que incendios y los cadáveres de hombres, mujeres y niños". Parece que estuviera describiendo una de las tantas masacres de los paramilitares colombianos.
Pero el episodio más conocido con esta consigna es el enfrentamiento del general con el gran intelectual español Miguel de Unamuno en la celebración del 12 de octubre de 1936, en la Universidad de Salamanca, donde Unamuno era el rector. Después de apasionados discursos contra los republicanos, los catalanes y los vascos, el auditorio se llena con las consignas falangistas, el grito de Viva la Muerte y los brazos en alto con el saludo fascista. El gran historiador de la Guerra Civil española, Hugo Thomas, relata así el episodio y las palabras del filósofo:
"Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia... Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito '¡Viva la muerte!' y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes . Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor".
En ese momento Millán-Astray exclama irritado "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte.(...)".
Pero Unamuno continuó: "Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho".
Cada quien podrá interpretar estas palabras a su manera, pero creo que son muy relevantes para la espiral de violencia que nos azota, donde también parece inútil pedirle a varios de los actores, a ambos lados del conflicto, que piensen en Colombia.