Como lo dejaban prever las encuestas, Gustavo Petro será el primer candidato de izquierda en llegar a la segunda vuelta en una elección presidencial en Colombia. Lo logró además trastornando el mapa de la izquierda en el país. Tradicionalmente, la presencia de este sector se limitaba a las grandes capitales, principalmente Bogotá, y algunos pequeños municipios con tradición histórica de izquierda. A nivel sociológico, atraía seguidores de clase media urbana y jóvenes más que la clase trabajadora y los excluidos que pretendía defender.
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La geografía del voto Petro que se manifestó el domingo 27 de mayo y la sociología que sugiere nos muestran un panorama muy distinto. Todo indica que mientras la clase media urbana se fue en buena parte con Sergio Fajardo, Petro logró atraer por primera vez los sectores más pobres hacia la izquierda, no sólo en las ciudades, sino también en el campo, arrasando en los municipios menos desarrollados de las costas Caribe, y sobre todo Pacífica. De este modo, aparece una novedosa correspondencia entre el discurso de la izquierda a favor de los más pobres y su sociología electoral.
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Petro logró saltar las barreras del voto tradicional de izquierda con un discurso de ruptura, con claras tonalidades populistas que denuncian no sólo la corrupción sino la colusión de unas élites políticas, económicas y mediáticas desacreditadas por muchos escándalos, a favor de un estatus quo injusto. Se hizo el campeón de la defensa de la paz frente a la perspectiva de la vuelta al poder de un uribismo sospechoso de querer “hacer trizas” los acuerdos de La Habana, organizando largas giras electorales entre los municipios que defendieron los acuerdos durante el plebiscito de 2016. Finalmente, logró imponer en la agenda temas novedosos que nunca habían sido centro de los debates de las campañas políticas como la transición energética y el cambio climático.
La competencia con la campaña de Fajardo para llegar a la segunda vuelta fue dura y dejó heridas abiertas de ambos lados. Mientras los partidarios de Petro trataban de mostrar Fajardo como un “tibio” por su llamado al voto moderado, los partidarios de Fajardo hicieron eco a acusaciones de la derecha para hacer ver a Petro como un radical peligroso. Esos ataques directos entre dos campañas que compartían muchos temas (defensa de la paz, lucha contra la corrupción), a veces entre gente que habían sido cercanos en el pasado, y que se disputaban electores urbanos con perfiles cercanos, dejan un panorama difícil para la segunda vuelta.
Unidos, los votos de Petro y Fajardo (sumando los escasos sufragios obtenidos por De la Calle) muestran que es posible soñar con una mayoría de centroizquierda en Colombia. No obstante, esta suma parece imposible de concretar en la realidad. Además de la campaña de primera vuelta, pesa el recuerdo de la alcaldía de Petro en Bogotá, durante la cual el entonces alcalde terminó peleando con muchos de los que lo habían acompañado y que ahora hacen parte de la coalición Colombia. Sus métodos de gobierno, sus improvisaciones, su tendencia a patear el tablero saltándose las reglas son las que generan rechazo entre los dirigentes cercanos a Fajardo mucho más que sus propuestas, y en política, las diferencias de método pueden ser mucho más profundas que las diferencias de fondo, que siempre son negociables. Por tanto la desconfianza entre ellos y Petro es grande.
Petro sabe que tiene que encontrar algún tipo de acuerdo con este sector si quiere ganar, y las discusiones serán difíciles. Con todo, sabe también que los electores de Fajardo son en su gran mayoría electores urbanos educados e independientes que no responden a consignas de forma automática. Se trata de un electorado exigente que tiene que convencer con garantías creíbles de moderación y respeto a las instituciones. Desde el principio de esta campaña de segunda vuelta, se lanzó a esta tarea descartando su propuesta inicial de constituyente y asegurando de nuevo que va a defender las instituciones y que no va a expropiar propiedades.
El desafío para Petro es lograr convencer a este sector sin desactivar el entusiasmo de los que lo apoyaron desde la primera vuelta, una tarea muy difícil sin duda, pero no imposible, aunque nada asegura que bastaría para revertir la ventaja que tiene Duque con los resultados de primera vuelta.
Yann Basset
Profesor titular Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad del Rosario