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Economía

09 ago 2019 - 7:59 p. m.

Ha terminado la era de la acumulación de riqueza

Los electores y políticos coinciden en que es hora de lograr una distribución económica uniforme.

Riqueza

Los debates de los candidatos demócratas han puesto de relieve que cada vez es más probable que se dé un cambio de paradigma en la estructura económica de EE. UU.

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Hace aproximadamente cuatro décadas, EE. UU. inició el último gran cambio de paradigma de la economía del mundo desarrollado: la revolución de la economía de la oferta.

Se redujeron los impuestos sobre plusvalías. El presidente Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher se enfrentaron a los controladores aéreos y mineros del carbón. Se desvaneció el poder de los sindicatos y aumentó el poder de las corporaciones. Algunas personas se hicieron muy ricas. Pero aumentó la desigualdad y, eventualmente, se desaceleró el crecimiento global.

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Después de ver los debates presidenciales demócratas de la semana pasada, no pude evitar pensar que podríamos estar presenciando el próximo gran cambio, de una era de acumulación de riqueza a una de distribución de riqueza. Los candidatos moderados como Joe Biden y John Delaney intentaron abogar por respuestas moderadas en temas como la atención sanitaria y el comercio.

La posición dominante fue presentada por Bernie Sanders y Elizabeth Warren, quienes tienen puntos de vista similares sobre muchísimos temas, desde un sistema nacional de salud para los estadounidenses hasta la reducción de la deuda de los estudiantes. Ambos también abogan por mayores impuestos para los ricos y regulaciones más estrictas para las corporaciones.

Aunque esto no parecería radical en lo absoluto en muchas otras partes del mundo, en el contexto de la política estadounidense, fue realmente algo nuevo. En general, el principio operativo para los debates económicos, incluso para los demócratas, solía ser cómo el Gobierno podía contribuir al mejor funcionamiento de los mercados. Ahora se trata de cómo el sector público puede controlarlos y distribuir la riqueza económica de manera más justa.

Además, no son sólo los demócratas. Algunos republicanos también buscan un cambio de paradigma. Marco Rubio, un influyente senador republicano que espera convertirse en presidente algún día, recientemente publicó un documento sobre los problemas del capitalismo de accionistas y los méritos de la política industrial.

Las señales de esta nueva era posterior a la revolución de la economía de la oferta nos rodean por todas partes. Somos testigos del surgimiento de las corporaciones B, o ‘corporaciones de beneficencia’, que equilibran el propósito y las ganancias, y el crecimiento de la inversión basada en factores ambientales, sociales y de gobernanza.

En cuanto al Gobierno, podemos ver el creciente entusiasmo bipartidista por un escrutinio antimonopolio más estricto y los llamados a la protección del comercio, así como los intentos de politizar la Reserva Federal de Estados Unidos. No se trata solamente de los tuits de Donald Trump en busca de recortes de tasas, sino también del punto de vista de los demócratas progresistas que ven la ‘política monetaria moderna’ como una forma de costear sus prioridades sin tener que financiarlas mediante aumentos de impuestos acordados por el congreso.

Estas opiniones son cada vez más populares. La semana pasada, dos senadores presentaron un proyecto de ley bipartidista que obligaría a la Reserva Federal a devaluar el dólar para impulsar las exportaciones y equilibrar las cuentas corrientes con China.

Esto no sólo se trata de populismo temporal, sino algo mucho más grande, alega Kiril Sokoloff, fundador de 13D Global Strategy & Research, quien ha anticipado previamente otros momentos decisivos, desde la economía de la oferta y la desaceleración de la inflación que comenzó a principios de la década de 1980, hasta el auge de China y la proliferación de los teléfonos inteligentes. “Lo que estamos a punto de ver es una reacción contra la segunda era dorada, y tendrá un enorme impacto en el mundo, y en los mercados”.

Un probable impacto será un cambio fundamental para quienes poseen la riqueza. La contienda demócrata refleja el creciente conflicto entre dos de los principales grupos de electores en EE. UU.: los ‘baby boomers’, representados por candidatos como Biden, y los ‘millennials’, quienes apoyaron a Sanders en 2016, y ahora lo apoyan a él y a candidatos más jóvenes como Pete Buttigieg. Una década de política monetaria relajada ha beneficiado a los primeros, cuyos activos han ganado en valor, a expensas de los segundos, quienes no pueden permitirse comprar su primera casa.

Una de las grandes batallas políticas será sobre quién se lleva qué parte de lo que parece ser una economía de crecimiento más lento.

Otra batalla será entre el capital y la mano de obra. El aumento de los salarios está reduciendo los márgenes de ganancias corporativas en EE. UU. y, francamente, así debe ser. Cuando el gasto del consumidor representa el 70% de la economía, necesitamos un poco de inflación salarial para garantizar que las personas tengan dinero para gastar. Eso se cumple especialmente en un momento en que los gobiernos no están invirtiendo, y el cambio de una economía tangible a una intangible ha llevado a una disminución del gasto de capital del sector privado.

Pero se han necesitado billones de dólares en una política monetaria poco convencional para generar aumentos salariales relativamente pequeños. Y para muchos estadounidenses, los aumentos resultan inmediatamente consumidos por los aumentos en las primas de atención sanitaria o los precios de los medicamentos recetados, otros dos temas candentes en el período de campaña. Ésa es una de las razones por las que ahora existe un amplio apoyo a la aplicación de mayores impuestos a los más ricos.

Queda por ver cuándo y qué forma tendrán esos aumentos de impuestos. Pero se acerca la era de la distribución de la riqueza y tendrá importantes consecuencias para la inversión. El valor de los títulos estadounidenses probablemente ha alcanzado su punto máximo, y los activos duros como el oro, otros productos básicos, la vivienda, incluso el arte - cualquier cosa en oferta fija - pueden beneficiarse en relación con el capital y la deuda de las compañías multinacionales.

Esto no es el fin del mundo; hemos pasado por ciclos de acumulación y distribución de riqueza durante toda nuestra historia. Pero sí significa que están cambiando las reglas para los inversionistas. Pueden caer algunos precios de los activos, pero es posible que el crecimiento de los ingresos sea mayor. Eso conllevaría sus propias ventajas, económicas y políticas.

RANA FOROOHAR– FINANTIAL TIMES

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