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Economía

08 ago 2017 - 9:48 p. m.

Impacto de la desaceleración del PIB en el sector financiero

El menor ritmo del Producto Interno Bruto debilita la colocación de cartera y los ingresos por intereses de los préstamos.

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La reducción de las utilidades del sector financiero es derivada no solo por el menor volumen de negocios, sino también por el aumento de las provisiones.

Archivo /Hernando Herrera.

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Portafolio
08 ago 2017 - 9:48 p. m.

Una característica de las series de producto interno bruto en la mayoría de economías es su comportamiento cíclico. Períodos de bonanza, de expansión, de crecimiento de los negocios; y períodos de desaceleración del ritmo de actividad, de contracción, e incluso en algunas circunstancias, de crisis. Esta es una propiedad que, como se ha señalado muchas veces, existe desde tiempos bíblicos, cuando se hacía alusión a los períodos de ‘vacas gordas’ y a períodos de ‘vacas flacas’.

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En las fases de expansión normalmente crecen las ventas, la producción y las utilidades de las empresas, y en los períodos de contracción, disminuyen los pedidos, se reduce el ritmo de actividad, aumenta el desempleo y caen las utilidades. Este comportamiento típico del PIB tiene efectos sobre la evolución del sector financiero, con el que se observan relaciones de interdependencia.

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En las entidades de intermediación financiera, por ejemplo, una desaceleración del PIB debilita la colocación de cartera y los ingresos por intereses de los préstamos, que son el principal concepto generador de sus utilidades, y la caída en el margen neto de intereses se traduce en una menor rentabilidad del activo y del patrimonio.

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Si con la desaceleración en el ritmo de actividad económica aumenta la tasa de desempleo, es previsible que se deteriore la calidad de la cartera de créditos, por el detrimento de los ingresos de los prestatarios de las carteras masivas de vivienda y consumo (en la que están las tarjetas de crédito), y por las dificultades de las empresas y pequeños negocios para hacer los pagos oportunamente, en las carteras comercial y de microcrédito, ante los menores ingresos operacionales.

La reducción de las utilidades es derivada no solo por el menor volumen de negocios, sino también por el aumento de las provisiones (o deterioro del activo), por quebranto de la cartera de créditos, el cual va a afectar no solamente las utilidades de las entidades, sino también su patrimonio.

Si persiste la situación de menoscabo económico, aumentan los activos improductivos en las entidades de intermediación (como la cartera calificada que no causa intereses en el estado de ganancias y pérdidas) y la desvalorización de garantías y es posible que algunos créditos tengan que reestructurarse. En casos en los que los prestatarios no pueden pagar, pueden aumentar los bienes recibidos en dación de pago y el castigo de cartera, cuando esta se vuelve irrecuperable.

Cabe destacar así mismo, que en esta fase de desaceleración (y menores niveles de utilidad de las empresas), el precio de las acciones de algunas compañías -incluidas las financieras- puede caer, lo cual introduce el riesgo que algunos analistas han llamado “riesgo de patrimonio”.

Este fenómeno se observó en el sistema financiero internacional a finales del siglo pasado y también el año pasado en algunos bancos europeos y asiáticos. Un problema que puede presentarse es que un tipo de riesgo puede convertirse en otro nuevo. El riesgo de crédito para a ser riesgo de mercado o riesgo sistémico.

El ciclo financiero está referido no solamente a las entidades de intermediación financiera, sino que incluye también a las compañías de seguros, a los fondos de pensiones y cesantías y a las carteras colectivas, sectores que reciben los efectos de las variaciones del PIB, de acuerdo a la naturaleza de la actividad que realizan. Sucede en las compañías de seguros y en los fondos de pensiones y sociedades administradoras de fondos de pensiones y cesantías. Además, este grupo de entidades financieras de no intermediación puede experimentar pérdidas por la desvalorización de los portafolios de inversión a precios de mercado, por los aumentos de las tasas de interés de negociación o por variaciones adversas en las inversiones de renta variable.

Es necesario, no obstante, llamar la atención sobre que estas influencias del ciclo económico sobre las entidades del sector financiero no ocurren de forma automática e inmediata, sino que ellas toman cierto tiempo.

Es importante tener en cuenta las reacciones de los prestamistas y prestatarios cuando se pasa de un periodo de expansión a otro de desaceleración o de contracción. Los bancos normalmente se tornan más exigentes con las condiciones de otorgamiento de créditos, y las empresas y personas tienen ahora menos facilidades para acceder a ellos, sobre todo si están muy endeudados, lo cual va a aumentar las dificultades de recuperación económica.

Esto hace que las relaciones entre el sector financiero y la economía, se den en las dos direcciones: El ciclo económico afecta el sector financiero, y éste, a su vez afecta las posibilidades de recuperación económica.

Precisamente, Ben Bernanke, anterior presidente de la Reserva Federal, ha estudiado y formalizado la manera como el sector financiero puede afectar la economía en lo que ha denominado el “acelerador financiero”, cuya idea básica, como él lo menciona en su libro “El valor de actuar” (Critica, marzo de 2016), “es que las recesiones tienden a atascar el flujo de crédito, lo que a su vez empeora la recesión”.

El tema entonces no es sólo de liquidez, en el sentido monetario de la definición, sino también de disponibilidad de crédito y de la solidez del sistema financiero en términos no sólo de su capital y de la regulación y supervisión, lo cual va a acelerar o a retardar la recuperación.

Eduardo Jara,
profesor universitario y consultor.

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