La pobreza, la desigualdad y el cambio climático son los principales causantes del hambre en el mundo y representan uno de los grandes desafíos para la humanidad.
Esta fue una de las conclusiones que se dio durante la III Cumbre Mundial Hambre Cero, realizada en la ciudad de Cuenca, Ecuador, en la que se abordaron diferentes temáticas que tenían como eje central el hambre y la soberanía alimentaria.
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En el encuentro, donde se presentaron experiencias locales sobre la protección agrícola y su importancia para la seguridad alimentaria, se reflexionó sobre la necesidad de sentar políticas públicas que den garantía de alimentación para los ciudadanos del mundo, enfocados en los menores de cero a cinco años.
Adicional a esto, los participantes expresaron su preocupación por la malnutrición que se está presentando a nivel mundial y que ha causado la muerte de millones de personas, en especial en las regiones más pobres.
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“Rescatar la seguridad alimentaria es una de las grandes responsabilidades de los gobiernos nacionales e internacionales. Hacemos un llamado a la conciencia de que no existe hambre porque escaseen los alimentos, sino porque vivimos en un mundo inequitativo, desigual, injusto y sin valores de humanidad”, señaló Paúl Carrasco, prefecto de la provincia de Azuay y anfitrión del evento.
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Según datos de la FAO, alrededor de 795 millones de personas en el mundo padecen de hambre. La nutrición deficiente ha sido la causa del 45% de muertes de niños y niñas menores de cinco años, cerca de 3,5 millones al año.
Para el caso de los países en desarrollo, cerca de 100 millones de niños presentan peso inferior al normal y uno de cada cuatro menores sufren de retraso en su crecimiento a causa de la malnutrición.
En el documento final del encuentro, en donde se señalaron 21 puntos en los que se debe trabajar y hacer énfasis para cumplir el objetivo de hambre cero al 2030, se recalcó la importancia de comprender que el hambre, la pobreza y la desigualdad son “fenómenos estructurales y estrechamente relacionados, que deben ser abordados y resueltos de manera integral, a partir de un diálogo y acción corresponsable que involucre a todos los actores de los territorios”.
De igual manera, se reconoció que la desigualdad entre los territorios y la falta de acceso a los recursos agravan los problemas de pobreza, hambre y malnutrición, por lo que es necesario realizar intervenciones integrales, que se acomoden a las condiciones ambientales, sociales, culturales y económicas de los territorios.
También llamaron la atención en la necesidad de reducir la pérdida de alimentos a lo largo de la cadena productiva y del consumo, otro de los factores que está afectando el cumplimiento de la meta hambre cero. La FAO asegura que cada año el 30% de la producción mundial de alimentos se pierde después de la cosecha o se desperdicia en las tiendas, en los hogares y en servicios de restaurantes.
Además, afirma que los alimentos desperdiciados en América Latina serían suficientes para satisfacer las necesidades alimentarias de 300 millones de personas.
Por ello, el documento pide a los gobiernos “el establecimiento de bancos de alimentos, cadenas cortas, promoción de buenas prácticas agrícolas e industriales, producción de energías alternativas o consumo responsable”.
Otro de los puntos de importancia para trabajar es la sensibilización de la situación de seguridad alimentaria de las poblaciones en zonas de conflicto, o desplazadas por crisis humanitaria. Para esto pidieron solidaridad internacional para atender sus necesidades y promover la paz.
Finalmente, señalaron que es oportuno impulsar sistemas agroalimentarios sostenibles, que fomenten prácticas agroecológicas, que respeten los límites de la naturaleza en la recuperación de sus recursos, estimulando la participación de los jóvenes como actores esenciales para la nueva ruralidad.
POLÍTICAS PÚBLICAS Y EQUIDAD DE GÉNERO
Uno de los espacios más importantes de la cumbre fue el conversatorio de expresidentes en el que se tocaron temas como el desarrollo de políticas públicas sostenibles, la equidad de género y la educación, como componentes esenciales para mantener la seguridad alimentaria en la región.
Dentro de las reflexiones destacadas están las del expresidente colombiano, César Gaviria, quien aseguró que el hambre en Latinoamérica es un problema de administración pública, de mal gobierno y de mal comportamiento de la sociedad. “América latina necesita hacer un balance entre la igualdad, la repartición de tierra, el apoyo al campesino, y mezclar esto con un nuevo modelo de agricultura”, puntualizó Gaviria.
Al respecto, el expresidente de México, Felipe Calderón, en su ponencia señaló la importancia del cuidado del medio ambiente para combatir el hambre a nivel mundial resaltando cinco puntos en los que se debe trabajar: mejorar las condiciones de producción, inversión en la agricultura e infraestructura, capacitación a los campesinos, invertir en las carreras tecnológicas en zonas agrícolas y mejorar las condiciones de los bienes públicos.
“Seguir contaminando el planeta aumentará el hambre irresponsablemente”, expresó el exmandatario.
Compartió su posición el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien aseguró que si no se hace conciencia de la necesidad de mantener una alianza con el planeta tierra, no se cumplirán ninguno de los objetivos de desarrollo sostenible.
Junto con esto, el expresidente español hizo énfasis en la necesidad de apostarle a los derechos de las mujeres para contribuir al desarrollo de acciones que ayuden a mitigar el hambre y la miseria en el mundo.
El proteccionismo también tuvo su lugar en la discusión. El expresidente de Costa Rica y premio Nobel de Paz, Óscar Arias aseguró que no se debe confundir la soberanía con una autosuficiencia absoluta, ya que “esto manipula a la población y hace creer que los problemas son externos”. “La seguridad solo es posible en sistemas democráticos que den todas las garantías”.
El Nobel también enfatizó en su discurso que la guerra es uno de los mayores contaminantes que impide consumir alimentos en el mundo, por lo que hizo una reflexión llamando a los gobiernos y naciones a no repetir los dolores del pasado puesto que “no hay nada más dañino para una nueva verdad que un viejo error nos recuerda”.