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Economía

30 nov 2018 - 8:20 p. m.

Romance con la perforación ha alcanzado su pico

Las compañías petroleras deben reimaginar su industria para una era en la que la principal tendencia va a ser una menor demanda.

Petróleo

Muchas de las empresas petroleras han ido realizando grandes inversiones en la exploración y desarrollo de nuevas fuentes de energía.

iStock

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Portafolio
30 nov 2018 - 8:20 p. m.

Cuando el precio del crudo pasa por una de sus caídas periódicas, como lo está haciendo ahora, estremece a la industria petrolera. La historia promete que los precios más altos regresarán. Pero, hasta ese entonces, las compañías de esquisto estadounidenses permanecerán bajo una enorme presión, y las más grandes compañías del sector cuestionan la viabilidad de nuevos proyectos.

Esta vez hay más razones para preocuparse: no sólo la caída del 29% en el precio del crudo Brent desde principios de octubre - conforme Rusia y Arabia Saudita bombean más petróleo -, sino también el temor de que este mercado bajista perdure. El romance con la exploración petrolera se está desvaneciendo en compañías como Royal Dutch Shell, BP y ExxonMobil a medida que reconsideran la forma en que han operado durante décadas.

El ‘peak oil’, o ‘pico del petróleo’, solía referirse al temor maltusiano de que se agotara un recurso natural limitado, dejando al mundo sin suministros de hidrocarburos para propulsar las economías. Actualmente, ha llegado a significar lo contrario: la posibilidad de que la demanda llegue a su pico durante los próximos 20 años y que las reservas se queden en el suelo porque no son necesarias.

(Lea: ¿Quién es quién en la lucha por el precio del petróleo?

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE, por sus siglas en inglés), es posible que el uso del carbón ya haya alcanzado su punto máximo. La consultora Wood Mackenzie predice que la demanda petrolera alcanzará su punto máximo a fines de la década de 2030. Para las compañías que habitualmente gastan decenas de miles de millones en grandes proyectos de exploración que pueden seguir produciendo petróleo durante varias décadas, eso no es simplemente futurología; es un peligro claro e inminente.

Desde el punto de vista de la sociedad, esto es bienvenido. El aumento de la energía eólica, solar y de otras fuentes alternativas de electricidad; el cambio de motores de combustión interna a motores eléctricos en los vehículos; y una mayor eficiencia energética aumentan la posibilidad de poder limitar las emisiones de carbono. Pero deja a las compañías petroleras como las conocemos en busca de un futuro.

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Una opción es la transición del petróleo al gas, como lo ha hecho Shell al invertir más en la exploración de gas y al operar 13 instalaciones de gas natural licuado. El gas es un combustible fósil, pero las centrales eléctricas a gas son mejores para el medio ambiente que los generadores que funcionan con carbón, y se anticipa que la demanda de gas continúe aumentando.

Esto les permite a las empresas seguir haciendo aproximadamente lo mismo, con fuerzas laborales y culturas similares. La exploración en aguas profundas, la especialidad de sus ingenieros, aún será necesaria, y el gas puede ser una materia prima para sus plantas petroquímicas. Es la forma natural de proceder para aquellas empresas que desean ser disrumpidas lo menos posible.

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Una segunda opción es transformar las compañías petroleras en compañías de electricidad ‘agnósticas’ en cuento a las fuentes; éstas construirán parques eólicos y solares con tanto entusiasmo como si estuvieran perforando en busca de petróleo o de gas. Las compañías de energía escandinavas se están encaminando hacia esa dirección. El grupo danés Dong vendió sus activos de petróleo y de gas en el mar del Norte el año pasado, concentrándose en energías renovables, incluyendo la eólica, y cambió su nombre a Orsted.

Ése es el enfoque a largo plazo más limpio, pero no todos pueden elegirlo. El hecho de que la demanda de petróleo alcance su pico durante la vida de la mayoría de las personas no significa que vaya a desaparecer por completo. El crecimiento económico y una clase media en ascenso en las economías en desarrollo mantendrán la demanda, no solamente de los motores de combustión interna, sino también de los bienes fabricados con plásticos derivados del petróleo y del gas.

También implica mayores desafíos que lo que sugiere el cambio de marca. La construcción de parques eólicos fuera de las costas del mar del Norte tiene similitudes con la perforación en busca de petróleo, pero la generación de electricidad y la producción de baterías para vehículos eléctricos no la tienen. La transformación no será fácil; los ejecutivos tendrán que desplegar diferentes habilidades, invertir capital de manera diferente y cambiar todo su enfoque en cuanto a la dirección de las operaciones.

La tercera opción es ser más humilde. Desde que las naciones productoras de petróleo formaron compañías petroleras estatales y tomaron el control de las reservas a partir de la década de 1970, los grupos petroleros occidentales se han enorgullecido del intrépido descubrimiento en aguas profundas del mar del Norte y en otros campos. Las compañías estaban dirigidas por ingenieros que se sentían más felices cuando estaban en busca de un petróleo que siempre sería apreciado.

Eso causó mucho desperdicio y una constante búsqueda de los límites de la experiencia tecnológica. Luego vino el esquisto estadounidense, y los operadores más pequeños que podían perforar un pozo en Dakota del Norte por menos de US$10 millones. Ellos operan más como fabricantes tratando de mantener bajos los costos y ajustándose a las condiciones del mercado.

Los gigantes petroleros han estado intentando seguir su ejemplo, y deben esforzarse en controlar las ambiciones pasadas. A medida que aumentan los riesgos financieros en la exploración, las compañías petroleras tienen que cambiar hacia el negocio menos emocionante, pero más estable, del procesamiento de químicos. No es una coincidencia que la mayoría de los directores ejecutivos de hoy hayan trabajado en productos químicos como primos pobres de los exploradores.

Un sinnúmero de compañías petroleras están probando una mezcla de estrategias, volviéndose más humildes y más diversificadas. No hay que avergonzarse de intentarlo: numerosas industrias pasan por fases de gloria cuando invierten en una nueva tecnología, sólo para tranquilizarse y racionalizar más tarde. La perspectiva de la demanda pico está haciendo que las compañías petroleras sean normales.

Pero la elección se va a dificultar a medida que el momento se acerque. En menos de una década, las compañías petroleras tendrán que hacer sus apuestas. Se formaron en un mundo y ahora deben enfrentarse a un mundo nuevo que se avecina.

John Gapper

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