Tal como ha demostrado la crisis, la informalidad ha hecho que el impacto de la pandemia haya sido peor en algunas regiones emergentes como Latinoamérica, pues a la dificultad de extender la ayuda a empresas y personas, se unen otros golpes como los menores salarios, la capacidad de recaudo o la pobreza.
(La informalidad le gana la carrera al empleo formal).
Por su carácter oculto, medir este fenómeno es complicado, pero un estudio del Banco Mundial encontró que en el mundo emergente, alrededor del 70% de los empleos están en la informalidad, mientras que en cuanto a su participación en las economías, un tercio de la actividad se realiza fuera del control de los Estados.
Ante este panorama, América Latina se encuentra entre los que tienen un mayor aporte de la informalidad en sus PIB, de casi 40%, mientras que no es tan elevado en el empleo, con cifras ligeramente superiores al 30%.
(La sombra de la informalidad).
Colombia sigue una lógica distinta, pues mientras que la informalidad pesa poco más del 30% en el PIB y está entre los países con menos incidencia, sí se cuenta entre los que peor comportamiento tienen en el aspecto laboral, con alrededor de 50% del empleo, solo por detrás de Bolivia, Honduras y Nicaragua entre las naciones de Latinoamérica.
La pregunta más allá de qué tan grave sea la informalidad, es cuál es el impacto que esta tiene en las economías nacionales, y el reporte del Banco Mundial apunta a varias consecuencias.
Uno de los primeros es el tema de la protección, pues como resalta el informe, estos negocios y personas informales dependen mucho de recursos de familiares y prestamistas en peores condiciones. “El 72% de estas empresas están en el sector servicios, y los trabajadores son predominantemente mujeres, y jóvenes o poco cualificados, lo que hace que si pierden sus trabajos o fuentes de ingreso, no puedan recurrir a la seguridad social”.
Por supuesto, las condiciones socioeconómicas es otro de los principales impactos. Según el reporte, “los países con mayor informalidad tienen menores ingresos per cápita, mayor pobreza, menor desarrollo financiero y un crecimiento más débil de producción, inversión y productividad”.
En este sentido, por ejemplo, los países con más informalidad tienen en promedio solo un cuarto del PIB per cápita que las economías por debajo de la media en este problema (US$10.000 vs. alrededor de US$2.000).
En pobreza, los países con alta informalidad tienen tasas de pobreza cercanas a 20% en promedio, mientras los de baja incidencia no llega al 5%. Y algo similar ocurre con el salario de los trabajadores, pues el estudio apunta a que la no formalidad supone una penalización de al menos 19% entre la diferencia de la remuneración con el empleo formal. La diferencia llega hasta el 50% o 113% en algunas economías.
El acceso al sistema financiero formal es otro de los problemas, pues en los países con mayor informalidad, solo el 19% de empresas pueden acceder a créditos.
Y por complementar lo anterior, a nivel país los efectos también son evidentes en aspectos como el fiscal. El Banco Mundial apunta que las economías por encima del promedio de informalidad reciben de 5% a 12% menos recaudación tributaria que los emergentes con menor incidencia del problema, lo que afecta al gasto, presupuesto y, por ende, al crecimiento del país.