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02 nov 2016 - 1:08 p. m.

“Estamos sentados en un tesoro que no hemos descubierto”

El fundador de On Vacation Group, Carlos Londoño, ve con optimismo el futuro del turismo en Colombia. Esta entrevista y más en la Revista Portafolio. 

Carlos Londoño, fundador de On Vacation Group.

Carlos Londoño, fundador de On Vacation Group.

Archivo particular

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Portafolio
02 nov 2016 - 1:08 p. m.

Es uno de los hombres que más ha trabajado durante toda su vida, pero se la pasa pensando en vacaciones. Empezó muy joven: a los 12 años ya vendía paletas en el colegio en el que estudiaba, en Medellín; en Navidad no se detenía, por mercadear chocolates a cambio de tarjetas navideñas.

Con el pasar de los años, su empeño ha rendido frutos. Hoy, Carlos Londoño es el fundador de On Vacation Group, una compañía de viajes de turismo que vende planes todo incluido, diseñados de acuerdo con las necesidades del cliente, a destinos como San Andrés, Girardot, Leticia, La Guajira Panamá y Cancún.

(Lea además: On Vacation espera crecer en el 35 % este año). 

Fue una idea que se le ocurrió a los 19 años y que materializó cuando le vendió una excursión al Colegio Nueva Granada para San Andrés. Ahí descubrió la vocación de su vida: trabajar para que otros descansen. Pero por una buena y ‘jugosa’ razón: con el plan ‘todo incluido’ del viaje se ganó los primeros 5,6 millones de pesos, en una época en la que devengaba solo200.000 pesos mensuales. Desde ese instante se dedicó a comercializar viajes en los colegios, mientras terminaba sus estudios en la Universidad de los Andes. En 1999 ya vendía 30 planes al año, por eso decidió montar su propia oficina: Tour School.

No fue fácil, según recuerda. “Yo salí de la universidad en el año de la peor crisis que ha existido en este país en la historia reciente, pero eso era lo que había: me podía dedicar a renegar o a trabajar”.

Gracias a su idea emprendedora fundó en el 2005 Travel & Vacation Group (TVG S.A.), una cadena de hoteles –todo incluido– de bajo costo, que luego pasaría a denominarse On Vacation Group.

Hoy, su compañía atiende a un promedio de 300.000 viajeros al año, que mueven cerca de 360.000 millones de pesos; es dueña de diez hoteles, y tiene siete arrendados, para un total de 1.350 habitaciones.

Londoño sostiene que la suya es una marca enfocada en prestar servicios para que la gente disfrute destinos exóticos en Colombia y Latinoamérica, de una forma sencilla, cómoda, llena de aventuras y descanso, con la mejor relación costo-beneficio, y que, además, ha generado turismo a lugares inexplorados por los colombianos.

“Logramos, por ejemplo, que Avianca, después de 20 años, volviera a volar a Leticia”, advierte.

Su mejor arma es, precisamente, la que no le deja un momento de reposo.

“Somos divertidos, espontáneos, alegres, dinámicos y comprometidos. Cuando alguien viaja con nosotros, queremos que se desconecte”, afirma Londoño. Eso sí, él nunca se desconecta: trabaja para que los demás descansen, sin que muchos lo noten.

Visionario y emprendedor, así es Carlos Londoño, quien habló con la Revista Portafolio y le contó su historia empresarial, la misma por la cual fue reconocido como Emprendedor de Año por parte de Endeavor Colombia.

¿Por qué uno de los operadores turísticos más grandes de Colombia es prácticamente desconocido para el grueso del público?

Porque estamos muy enfocados en trabajar para los estratos de la base de la pirámide, que en general no marcan opinión. Allí vi una oportunidad en un segmento del mercado que otros no valoraron, pero que es el que representa la gran parte de la economía.

Pero es también una muestra de la transformación que está sufriendo el país…

Es el ascenso de una cantidad de gente que pudo salir de esos cinturones de miseria urbana, que ya se insertó en las ciudades y empieza a pensar en pasar hacia la clase media, a buscar otras necesidades de consumo y darse otro tipo de vida.

¿Dónde no están?

Le digo dónde estamos: tenemos oficinas desde Buenaventura, pasando por Yopal y Leticia, hasta San Andrés.

Pero queremos abrir sedes y hoteles en donde otros no lo hayan hecho, por ejemplo en la Orinoquia. Claro que ya inauguramos un hotel de selva con comodidades de ciudad enfrente del río Amazonas.

¿Cuál es el valor promedio de un plan típico de ustedes?

Un millón doscientos mil pesos, que incluye tiquete aéreo, todas las comidas y bebidas, y algunos tours.

¿Y la duración promedio?

Los viajes de los colombianos son, por lo general, de cuatro noches. Es una cifra mágica y simpática, y que nació cuando en San Andrés quisieron incentivar el turismo ofreciendo ese número de noches para que la gente no solo fuera a la isla a comprar electrodomésticos sin impuestos.

Ese dígito se quedó grabado en el imaginario y el ADN del turista, y es el que más gusta: cinco noches parecen excesivas y tres, muy pocas.

¿Y no han encontrado prejuicios de parte de otros sectores por abordar un nicho como este?

Lo que siempre piensan es que la gente no tiene plata, pero la verdad es que sí la tiene, y mucha. También creen que los clientes de este segmento van a tener dificultades para pagar, cuando en realidad lo hacen más rápido, fácil y seguro que otros de estratos más altos.

¿Y el tema de cartera? ¿Sus clientes sí pagan a tiempo los créditos?

Esta es la mejor gente de la sociedad.

Es un mercado que no quiere comprometer su historial crediticio ni su ascenso social ni salarial.

Son personas muy cumplidas. La verdad, son maravillosas. Los que crean desorden y los que menos pagan son los de poder adquisitivo más alto.

¿Cómo es el perfil de su cliente típico?


En general, son familias con ingresos promedios de un millón y medio a dos millones y medio de pesos mensuales.

Y como cada vez nuestros productos van subiendo de categoría, se nos están ‘colando’ clientes con mayor poder de adquisición que buscan el mismo servicio, pero a un precio más económico.

¿En qué lugares es más fuerte su presencia?

Obviamente, Bogotá es nuestro mercado número uno, aunque también existe una buena cantidad de clientes en ciudades intermedias.

¿Cómo ve el futuro del país?

Lo veo muy prometedor. Estamos en un país que no conocemos y en el que, a raíz de una guerra de tantos años, había zonas maravillosas vedadas como La Macarena o Inírida, cuyas playas son más blancas que las de San Andrés, pero con agua dulce; o el mayor potencial que tiene Colombia, que es La Guajira.

Creo que estamos sentados en un tesoro que no hemos descubierto. Entre tanto, la clase media colombiana sigue creciendo, de modo que tiene cada vez más recursos y tiempo para realizar actividades turísticas que nos permiten avizorar un futuro promisorio.

¿Cómo prepararse para conquistar ese gran mercado que se abre?


Nosotros ya tenemos vistos diez puntos en donde queremos construir hoteles, y están situados en zonas que van desde el Chocó hasta la Orinoquía y de La Guajira a Leticia. Estamos en busca de los inversionistas que nos ayuden a formar un fideicomiso para montarlos y, si se firma la paz y siguen llegando extranjeros, pues bienvenidos, porque crecerá el ‘viento de cola del turismo’ al tiempo que se generarán importantes recursos para todas esas regiones.

¿Qué es lo más difícil de ser empresario del turismo en Colombia?

Que el Estado no es un aliado, sino un enemigo. No solo hay una excesiva intromisión estatal en los negocios, sino que todos los días se inventan cosas nuevas. Con el Estado, todo es reporte aquí y reporte allá, mientras que cambian las reglas de juego cada dos años. Un ejemplo concreto: nos dijeron “hagan hoteles que van a tener exención tributaria”, pero a los tres años establecieron el Cree. Podría decir que en las condiciones actuales de regulación, tal vez yo no hubiera podido montar mi empresa.

Usted es muy crítico de la política estatal de turismo…


Desafortunadamente, ha querido buscar como objetivo el turismo de alto estrato, es decir los ricos del mundo, lo cual es un grave error. No se puede pensar que si hace 20 años éramos Afganistán para ellos, ahora van a llegar felices de la noche a la mañana.

Es cierto que han venido algunos, muy locos, muy ‘bacanos’ o muy relajados, pero la gran mayoría aún no conoce el país. Y se han gastado grandes recursos tratando de atraer a este tipo turista, cuando al que hay que invitar es al de clase media, que es lo que han hecho República Dominicana, Cuba y México. Y eso no excluye que venga la clase alta extranjera. Lo que no puede ser es que se le meta toda la fuerza a ese segmento: estamos botando la plata como país con esa promoción.

¿Cuáles son las cifras básicas de On Vacation?

Atendemos un promedio de 300.000 viajeros anuales, cuyos paquetes turísticos ascienden a un valor cercano a los 360.000 millones de pesos.

Operamos hoteles en San Andrés, Amazonas, Girardot, y ahora en el Eje Cafetero. Estamos trabajando por mantener una oferta hotelera segmentada, esto es que vaya tanto para clientes de cinco estrellas como para los de dos, tal y como lo hace, por ejemplo, el Grupo Accord. El grueso de nuestro mercado está en la clase media-baja y media-media, aunque también brindamos planes para la alta. Ya tenemos un precontrato acordado para lanzar, en sociedad con Radisson, un hotel Radisson Blue On Vacation de alto estándar en San Andrés.

Ustedes han tenido un crecimiento explosivo en los últimos años. Eso es un triunfo y también es un riesgo…

El crecimiento duele. Duele en la caja, duele en el equipo, duele en la infraestructura. Uno se aporrea duro porque no tiene lo suficiente, y hasta se desenfoca. Por fortuna, nuestro negocio fue muy bien constituido desde la idea y desde la base, lo cual nos ha perdonado varios errores.

Y están creciendo…

Todavía seguimos creciendo mucho.

Este año creo que será un 35 por ciento, que es bueno, pues al quitarle el efecto de la devaluación nos daría entre 25 y 26 por ciento. Crecer a este nivel está bien; lo que genera problemas es hacerlo al 100 por ciento.

¿En dónde ve a On Vacation en cinco años?

Queremos ser uno de los jugadores más importantes del turismo colombiano y latinoamericano: el que más le facilita a la población el acceso a sus vacaciones y a su descanso.

¿Es el dinero un motivador en todo este esfuerzo?


No. A mí no me impulsa el dinero. Llega un punto en la vida en el que uno se gana lo que ya no se puede gastar y el dinero deja de ser una razón, porque los máximos y mínimos ya están satisfechos.

Entonces, la causa que me mueve hoy es fortalecer el país, alcanzar metas, aceptar desafíos o hasta escalar montañas...

¿Y qué montaña se ve escalando en cinco años?

Me veo replicando este modelo hotelero en varios países latinoamericanos e incluso en el África, en donde hay una pequeña clase media naciente que se convierte en oportunidad para un negocio como el nuestro.

O sea que esto hasta ahora está comenzando…

Tengo apenas 40 años y me siento en el momento más importante de la vida.
Lo que pasa es que como arranqué en firme a los 19, ya siento que cuento con una experiencia que me permite pisar sólido hacia el futuro. Claro que eso no significa que uno no pueda sufrir reveses, pero me quedan todavía como 15 años por delante.
Y, por ahora, no voy a descansar.

Ricardo Ávila
Director de Portafolio

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