Hasta mediados del siglo XX la radio se limitaba a lectura de noticias y a radionovelas, mientras en su programa Contrapunto Jaime Soto censuraba a los corruptos, sin derecho de réplica; hasta que se descubrió a su hijo Roberto desfalcando al Estado colombiano.
La innovación de los años 80, al introducir comentaristas sobre las noticias fue un gran avance y se potenció más cuando las cadenas radiales desplegaron corresponsales en diversas regiones y países, permitiendo al oyente tener información inmediata.
Ese proceso condujo a la introducción de debates en la radio al extremo de llamar ‘guerrilla’ a un programa deportivo y hubo tal desborde de abusos en el lenguaje y las ofensas personales, que al más famoso locutor barranquillero le suspendieron varias veces su licencia por los agravios que se cruzaba con un comentarista del Valle.
Los noticieros pasaron de ser acompañantes de celadores y trasnochadores a brindar a conductores, viajeros y familias información oportuna en medio del terrorismo y la desbordada corrupción. Los espacios periodísticos terminaron convertidos en tribunales en vivo, en los cuales algunos periodistas llaman a personas que enfrentan denuncias por corrupción y les leen apartes de expedientes reservados que han sido filtrados, una práctica cada vez más usado.
En medios escritos y visuales se constituyeron Unidades de investigación de modo que el trabajo pionero de Daniel Samper Pizano, Alberto Donadio, Germán Castro Caicedo y Pirry, entre otros, revelaron grandes desfalcos al erario…
Frente a la inacción de la justicia que deja vencer los términos permitiendo a los procesados recuperar su libertad por caducidad de los términos legales, el juicio en vivo de las emisoras termina siendo el más inmediato, conocido y temido. Pero cuando se invita a un personaje en cuestión y después de interpelarlo se le informa (y no antes) que su contraparte lo ha estado escuchando y se le pide que responda en vivo, se siente en el aire un ambiente de emboscada.
Entrevistadores famosos como Oriana Falacci frente a Gadhafi, se caracterizaban por la agudeza y fundamento de las preguntas, con respeto al personaje. Frost en la entrevista con Nixon logró que reconociera- por US$500.000- su culpa en Watergate; la cual se había negado a reconocer siendo presidente, hecho que lo condujo a su renuncia.
Ahora sorprende una práctica muy expandida de interrumpir al entrevistado, tantas veces que se le impide articular un argumento explicativo o defensivo; y al oyente le queda el interrogante acerca de si el entrevistador está buscando que el entrevistado explique a fondo un tema o asuma su responsabilidad; o si sólo se trata de colocar contra la pared al invitado hasta hacerle perder los estribos… y mostrar el lucimiento del periodista-interrogador.
Ni hablar de las zambras que arman entre sí periodistas que se increpan al aire o interrumpen al colega que esta argumentando; y si en medios deportivos eso se utiliza como parte del ataque y contraataque entre periodistas-hinchas dedicados a exacerbar las pasiones, en los espacios de opinión resulta francamente lamentable.
Jaime Garzón caricaturizó con ironía a entrevistadores que comenzaban halagando zalameramente al entrevistado antes de proponerle preguntas fáciles que le permitieran el autoelogio.
BEETHOVEN HERRERA VALENCIA
Profesor universidades Nacional y Externado