Le llovieron críticas a la Vicepresidenta por su viaje al África: los costos, la cantidad de gente, las razones. Finalmente el viaje se realizó y participó hasta la Andi; se establecieron puentes, se aliviaron papeleos pues viajar a muchos países africanos desde Colombia para negocios o turismo es casi imposible; se fijaron futuras invitaciones.
Es cierto que para Colombia el continente africano nunca ha estado en la agenda. Claro, es lejos, es pobre. Pero aún así las exportaciones y fábricas de una de nuestras empresas emblemáticas de dulces está allá; exportamos a 31 países $70 millones de dólares. Para Brasil, con quien África comparte por lo menos dos países de cierto tamaño con el mismo idioma fruto de la colonización portuguesa, queda enfrente, tiene vuelos directos y por ello otro es el cantar. Son más de $1.200 millones de dólares en exportaciones de comida especialmente pero también tractores y materias primas.
Entre Sudáfrica y Nigeria importan 7.000 toneladas de productos lácteos por un valor de 30 millones de dólares: cuántos de ellos podrían ser nuestros? El continente como todo importó más de 2.000 millones de toneladas de alimentos por un valor de casi 5 billones de dólares. Esta es la punta del iceberg de un continente del que nos podríamos volver despensa si Colombia logra despegar su sector agro industrial de manera seria y como le corresponde dada su enorme frontera agrícola por explorar.
Pero el viaje, si bien tenía un componente comercial y administrativo como lo deben tener todos estos periplos, lo más importante para la señora Vicepresidenta y lo que ella representa políticamente era el significado. No en vano es Francia Márquez la nuestra primera vicepresidenta de raza negra y la población afro colombiana la segunda/tercera de América Latina; como es Cali la segunda ciudad afro en la región, sólo después de Bahía. Y tampoco que sea la capital mundial de la salsa, una expresión cultural de un valor ilimitado y del cual disfrutamos no solo Colombiano sino caribeños y si se pone bien la lupa 200 millones de personas en el mundo entero adoran bailar.
El significado es erradicar la noción de “los nadies” que han sido silenciosamente las poblaciones étnicas de Colombia durante casi toda su historia. El viaje es simbólico como tantos elementos de este gobierno: “salimos como esclavos y volvemos en libertad”. Si bien en América Latina no hubo un apartheid sur africano o un semi apartheid norteamericano a cuyos regímenes les dieron estocada Mandela y Martin Luther King, en Colombia hemos tenido una enorme desidia.
Claro es una desidia en que cayó Colombia en sus partidos tradicionales ahogándose en la politiquería y la corrupción; ¿cómo puede uno tener un negocio corrupto en comunidades pobres? Imposible, por eso ni les pusieron atención. Pero el abandono del campo -o de los no urbano- que ha sido aquí objeto de discusión en varias oportunidades si ha dado para que se desarrollen actividades ilícitas por doquier al no estar el Estado presente; al no haberse desarrollado la reforma rural integral.
El viaje abre puertas mentales y tratará de cerrar heridas históricas. Esperamos los frutos de este significado.
CARLOS ENRIQUE CAVELIER
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