Cuando el mundo creía que se empezaba a ver un poco de normalidad y se clarificaban los retos que debemos afrontar y resolver: el cambio climático y la recuperación del medio ambiente y la inequidad y pobreza extrema que se agudizaron con la pandemia, con sus consecuentes dificultades económicas y financieras; surge ómicron y vuelve a provocar encierros y precauciones que, de nuevo, complican las economías, en un momento cuando ni los destacados economistas han podido definir un camino claro y seguro de recuperación, en el que la ortodoxia es puesta en duda y no acaban de establecerse las prioridades: atacar inflación y sus efectos nefastos sobre la pobreza, o buscar crecimiento y creación urgente de empleos, alternativas que juegan con el manejo de tasas de interés y liquidez monetaria.
Colombia, a pesar de tener una mejora sustancial en su economía y, aunque lentamente, una recuperación del empleo, enfrenta un malestar social empujado por discursos políticos que aprovechan la situación para desconocer todo lo que haya avanzado y se haga en el país. Y en medio de la incertidumbre global vive su propia zozobra por la proximidad de las elecciones de 2022.
En América Latina, Chávez abrió de nuevo el camino al desconocimiento de los derechos humanos y el estado de derecho, y por ese boquete se han deslizado varios países del continente, consolidando atroces dictaduras como la de Venezuela y Nicaragua, que se suman a la de Cuba, y varios otros que caminan por senderos de populismos y represión de derechos.
Las propuestas populistas, que derivan en autoritarismos y tratan de cobijarse con ropaje democrático, se han exacerbado y en ese círculo también se mueve Colombia. A pesar de éxitos y buenos resultados que ha tenido el gobierno en varios campos y han sido reconocidos internacionalmente, los líderes de movimientos extremos han realizado un trabajo sistemático, a través de redes sociales y respaldo a protestas violentas, con el único fin de desacreditar la institucionalidad y los líderes del país, para justificar cambios radicales que nos lleven a destruir la economía, cuyo espejo tenemos en nuestros vecinos.
Si bien es cierto que hay unos políticos y empresarios corruptos, que debemos sacar del camino, existen mayoría de dirigentes tanto públicos como privados que realizan trabajo honesto buscando mejorar la situación de los colombianos. En las futuras elecciones sí hay de dónde escoger entre los más preparados que han demostrado resultados. Llegó la hora de las coaliciones que busquen avances para el país y no su destrucción. Hay que hacer cambios urgentes que atraigan empresas y empleo con seguridad jurídica y económica, que tengan interés en lograr un sistema y un país equitativo para permitir a todos participar de los beneficios del crecimiento y una seguridad social inclusiva, pero no arrasar con lo construido.
MARÍA SOL NAVIA V.
Exministra