Hoy casi todo tiende a ideologizarse. Si usted está a favor del aborto, de la eutanasia, de la pena de muerte, de la cadena perpetua y otros temas, al punto que dejan de ser opiniones para convertirse en ideologías sin cabeza, en las que las personas buscan encontrarse representadas, y desembocan toda su indignación contra la posición contraria, particularmente en las redes sociales.
Los partidos políticos se diluyeron, las regiones van lentamente al olvido, las escuelas filosóficas y de pensamiento son ahora vistas como cosas del pasado, mientras presenciamos debates superficiales sobre la libertad del individuo y el rol del Estado en el mismo. Es como si una gran porción de la población quisiera ser completamente libre de hacer lo que considere correcto, pero si alguien hace lo mismo y afecta sus intereses personales debe ser limitado por el Estado: es decir, que yo sea libre y los demás deban cumplir las normas para mi bienestar.
Este fallido fraude social, que está bien expuesto en el último informe del Latinobarometro, muestra como casi el 30% de los colombianos quieren la parte ancha del embudo a su favor y la delgada para los demás. Pensar que como ciudadanos tenemos derechos sin deberes, es claramente una enorme equivocación que ya tomó carrera y es ampliamente aceptada.
Las opiniones tienden a construirse en el pequeño entorno que alcanzamos a ver y donde nuestra experiencia con las cosas y las situaciones nos hacen ver las cosas con enorme limitación, y al ver que alguien en los medios de comunicación y redes opina igual que nosotros, nos sentimos identificados y creemos que “todo el mundo” piensa igual.
Difícil el rol del Estado, de dar gusto a todos sin hacerlo desde los mínimos comunes sino desde los máximos diferenciadores, logrando defender los derechos de todos, donde las minorías son ahora unas dictaduras muy complejas; sin duda, es complejo saber que derecho prima sobre otro, y no se puede afirmar que el derecho de unos pocos es menor que el de las mayorías, pero no se pueden acabar los derechos de unos por favorecer los de otros.
Así, pasamos de la ideologización a la indignación y posamos de moralmente correctos y custodios de la verdad, porque consideramos que nuestra opinión es la correcta. Esta falta de humildad, de estudio, de análisis, de comprensión y empatía, que se riega en las redes sociales como combustible inflamado hacen que las personas se presenten como salvadores del mundo con sus posiciones y no con sus acciones.
El camino que viene es complejo, porque estos debates temporales y perecederos de baja profundidad lastiman al Estado, crean frustraciones y no solucionan los problemas, llegando al punto que es más importante mostrarse de acuerdo con una opinión que las verdaderas necesidades que la persona tiene, llevándonos a solucionar problemas del siglo XXI, cuando no hemos resuelto los del siglo XX.
CAMILO HERRERA MORA
Fundador de Raddar