Mucho antes de las elecciones, Jair Bolsonaro dejó claro que esperaba ser un sólido aliado de EE. UU. y que imitaría gran parte de la agenda nacionalista de Donald Trump si se convertía en presidente de la mayor economía de América Latina. “Trump tendrá un gran aliado en el hemisferio sur”, aseguró en un mitin con partidarios radicados en Estados Unidos. “Trump es un ejemplo”.
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Bolsonaro, quien será el primer presidente de derecha de Brasil en más de 30 años cuando asuma el cargo el 1º de enero, es parte de una ola de líderes que ha barrido la ‘marea rosa’ de los presidentes de izquierda que recientemente gobernaron varios países de América del Sur. También es probable que anule la tradicional política exterior brasileña de ‘arco iris’, lo cual podría traer grandes implicaciones a nivel mundial.
Al igual que Trump, Bolsonaro ha atacado los avances económicos de China, ha criticado a los regímenes de izquierda como Venezuela, ha dicho que trasladaría la embajada de Israel a Jerusalén, ha prometido retirarse del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y ha dicho que retiraría a Brasil del acuerdo de París (aunque ha cambiado de opinión).
“Brasil está abierto a los negocios, pero cerrado a la influencia de la ONU, de China y de los grandes bloques de negociación - como la UE - que tienen agendas con respecto a Brasil”, aseguró Luiz Philippe de Orléans e Bragança, el posible ministro de relaciones exteriores.
Semejante discurso aislacionista y de ‘Brasil Primero’, combinado con la admiración de Bolsonaro por Trump, es un marcado contraste con su política exterior tradicional que buscaba crear un mundo multipolar en alianza con otras importantes economías emergentes como China, a menudo en oposición a EE. UU.
Además, la política brasileña podría cambiar rápidamente, si Bolsonaro usa gestos ‘gratis’, como trasladar la embajada en Israel, para reforzar el apoyo entre sus partidarios evangélicos, mientras que su administración se embarca en reformas económicas difíciles.
América del Sur probablemente sentirá los cambios primero, especialmente en comercio, el narcotráfico y Venezuela, un país que Bolsonaro dice que ejemplifica todo a lo que él se opone. Mientras hacía campaña en Roraima, que ha visto la mayor afluencia de refugiados venezolanos en Brasil, prometió “hacer todo lo necesario para derrotar a ese gobierno” en Caracas. El domingo, 72% de los votantes de Roraima le eligieron.
(Bolsonaro y su programa económico neoliberal).
Venezuela felicitó a Bolsonaro en, al igual que Bolivia, un país con un gobierno de izquierda, pero destacó “la libre autodeterminación de los pueblos y la no injerencia”.
Las relaciones comerciales también se verán afectadas si lleva a cabo los planes de Paulo Guedes para abrir la economía, reducir la prioridad del Mercosur y abrazar la Alianza del Pacífico de libre comercio, en la que se incluyen México, Colombia, Perú y Chile. De hecho, Bolsonaro hará su primer viaje al extranjero a Chile, donde el presidente Sebastián Piñera elogió sus planes de reforma económica. También ha enviado un “gran abrazo” a Mauricio Macri, quien lucha contra las repercusiones políticas de un programa de austeridad dirigido por el FMI.
Sin embargo, el rasgo de política exterior más polémico de Bolsonaro probablemente involucre la seguridad, especialmente con respecto a la implementación de leyes de tenencia de armas más relajadas y una política de drogas más estricta. En este aspecto, podría encontrar un aliado en Iván Duque, quien está tomando medidas enérgicas contra el cultivo de coca en su país, la pesadilla estadounidense. Si esos enfoques hacia los problemas de seguridad regional resultan exitosos no está claro, pues requieren de una cooperación que Bolsonaro aparentemente evita.
“Las políticas de seguridad más estrictas en Brasil podrían simplemente trasladar la actividad criminal a otros países”, asegura Jorge Restrepo, del centro de estudios de seguridad colombiano Cerac. “De la misma manera, la liberalización de la tenencia de armas podría provocar el aumento de armas en otros países”.
Andres Schipani
y John Paul Rathbone