Las elecciones de Brasil, ante la posibilidad de que un candidato de la extrema derecha llegue al gobierno, han provocado un gran temor en toda Latinoamérica pero, de acuerdo con el antropólogo y politólogo Luiz Eduardo Soares, Bolsonaro ya ha instaurado un clima de terror en el país.
Pero no solo eso, pues Soares, que fue autor también de la conocida novela ‘Tropa de Élite’, prevé que esa presidencia generaría una dictadura militar que daría a la policía la libertad para desencadenar más violencia y que podría suponer una ruptura en el equilibrio de toda Latinoamérica.
(A los inversionistas internacionales no les gusta mucho Bolsonaro).
Usted se ha mostrado optimista, ¿cree aún que es posible que no gane Jair Bolsonaro?
Es una situación muy difícil y, según lo que se ha visto en las encuestas, hay una alta probabilidad de que el candidato de la ultraderecha radical gane las elecciones. Aun así, hay una esperanza para los demócratas porque en la última semana se creó un fuerte movimiento de reacción al fascismo y al autoritarismo que representa Bolsonaro, y ha habido un crecimiento en los sondeos para Haddad, hasta el punto el punto de que los analistas ven posibilidades reales.
¿Cómo ha sido posible este gran auge del fascismo en Brasil?
La respuesta a esta pregunta va a ser motivo de estudio para los próximos tiempos. Lo que se puede decir es que esto es una combinación de algunos elementos. En primer lugar una expectativa popular de un mayor orden. Los últimos años han estado marcados por un aumento de la incertidumbre en todos los planos de la vida, lo que ha llevado a una mayor polarización, y ha generado ansiedad y angustia ante la percepción de desorden.
A esto se le suma desde 2015 una crisis económica muy profunda con el aumento del desempleo que llegó a niveles récord, y un gran porcentaje de personas viviendo en la informalidad. Así, se suman estos aspectos y nace un movimiento reaccionario. Y, por supuesto, hay que tener en cuenta el aspecto político, con una radicalización tras el Gobierno de Dilma Rouseff. Bolsonaro aprovechó esta oportunidad, con un discurso demagógico y populista que logró atraer el apoyo de los conservadores y los poderes económicos, al anunciar como responsable de las finanzas a un consultor de economía ultra privatizador.
¿Qué relevancia ha tenido en todo esto la percepción de inseguridad de Brasil?
En este aspecto tiene especial importancia el orden, también visto desde el punto de vista de una mejora en cuando a los índices de criminalidad. La gente quiere transformaciones rápidas porque la situación criminal de Brasil es dramática: el año pasado hubo 63.880 homicidios dolosos, lo que supone 30 de cada 100.000 habitantes, una cifra altísima, la mayor de la historia de Brasil y además sigue creciendo.
Además, la política actual no ayuda pues ha generado un gran nivel de violencia, con encarcelamientos indiscriminados, sin las correctas investigaciones y con mucha represión. Brasil tiene la tercera población carcelaria más grande del mundo y sigue creciendo preocupante.
Así pues, la política actual ha sido cómplice de la situación y ha impulsado al crimen organizado, que cada vez tiene más poder e incluso se ha vuelto internacional, con vínculos en Colombia, Bolivia o Centroamérica. Ante esto, Bolsonaro ha tenido un discurso muy fuerte y propone prácticamente dar licencia para matar a la policía, quienes van a estar liberados para hacerlo, lo que generará ejecuciones y un mayor nivel de violencia. Y gracias a un discurso demagógico y simplificador ha convencido a parte de la población.
Usted ha hablado de que Bolsonaro va a generar un baño de sangre. ¿Qué impacto sufrirían los LGTBI o los afro?
El impacto sería terrible y dramático para ellos y de hecho ya lo estamos viendo en el día a día. No es lógico que un líder dé una orden explícita de matar LGTBI, a los homosexuales, a los negros de las favelas, o impulsar la inferioridad de las mujeres. Básicamente Bolsonaro generaría una autorización para la violencia contra estos colectivos. De hecho, él ha defendido explícitamente la tortura.
En esta campaña se ha visto un incremento de la rabia en las calles, por ejemplo contra la gente que llevaba un cartel de Haddad. La semana pasada a una amiga mía en Río de Janeiro la paró un carro con personas con apariencia de milicianos ofreciendo seguridad privada y cobrando por ello, y dijeron ‘aproveche que es la última semana’. El clima que está creando Bolsonaro es de terror, pues los policías van a estar autorizados para una violencia ilimitada.
¿Estaríamos yendo hacia una dictadura militar?
Creo que sí, no es difícil llegar a esa conclusión. Bolsonaro dijo abiertamente en un discurso reciente que la gente de izquierda tiene dos opciones, o se iban a podrir en la cárcel al lado de Lula o iban a salir del país. Asimismo, que otros partidos de izquierda iban a ser colocados en la ilegalidad o definidos como un movimiento terrorista, como con el movimiento socialista. Prácticamente se instauraría un estado de excepción con una reforma de la constitución para situaciones extremas, por lo que se verían muy limitadas las libertades al controlarse la comunicación y las manifestaciones.
¿Cree que esa tensión se extendería a la región a países como Venezuela?
Sin duda alguna, Bolsonaro tiene discursos proamericanos diciendo que Brasil tiene que abandonar su tradición política, la cual ha estado marcada por gobiernos de izquierda y que se tiene que orientar a una alianza completa con Estados Unidos, además de que ha llamado a acabar con Nicolás Maduro.
Esto podría llevar a Brasil a ser un brazo de tendencias imperialistas cuando en realidad nunca ha tomado partido, siempre ha sido neutral y discreto, nunca ha sido belicista. Ahora Brasil puede alterar el equilibrio en América Latina de una manera terrible.
¿Qué Brasil se imaginaría tras cuatro años de gobierno de Bolsonaro?
Claramente se vería un dictadura que podría ser tradicional, aunque más probablemente sería un estado de excepción híbrido con pocas inspiraciones democráticas. Difícilmente habrá elecciones con libertades como las entendemos y tampoco habrá un movimiento social, pues será perseguido. Y eso genera un círculo vicioso, porque una situación así llevaría a más protestas, lo que generaría a su vez más represión social. Brasil sería un país más polarizado, con más violencia y con una clara ruptura democrática.
Rubén López Pérez