La economía brasileña se enfrenta a una fuerte desaceleración y a una inflación en alza tras 4 años de Gobierno de Dilma Rousseff, que defiende el protagonismo del Estado, mientras que su rival en las elecciones presidenciales del domingo, Aécio Neves, es partidario de políticas económicas más liberales.
La cuestión económica ha tomado un papel protagonista en los últimos debates de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil el domingo.
Ambos candidatos, quienes según los últimos sondeos se encuentran técnicamente empatados, han ventilado claramente sus diferencias en torno al tema.
A lo largo de la campaña, la presidenta y aspirante a la reelección defendió el papel “regulador” y “bombero” del Estado; celebró el rol de la banca pública, que durante su gestión ha socorrido con créditos preferenciales a los sectores de la industria en problemas, y respaldó los subsidios a los más pobres.
Neves, por su parte, prometió una “racionalización” de la función de los bancos públicos; una reducción del tamaño del Estado y una alteración en el Mercosur que permita modificar las normas que le impiden a sus socios negociar acuerdos comerciales en forma individual. La apuesta del aspirante socialdemócrata por disminuir el intervencionismo del Estado le ha llevado a convertirse en el favorito de los mercados financieros, que han castigado con fuertes pérdidas cualquier señal de recuperación de Rousseff en las encuestas.
Hasta la primera vuelta del pasado 5 de octubre, los inversores respaldaban las liberales propuestas económicas de la candidata socialista Marina Silva, pero Neves heredó ese apoyo después de que desplazó al tercer lugar a la ecologista y avanzó a la segunda vuelta.
La bolsa de Sao Paulo, principal plaza de América Latina, y el real brasileño han respondido con ganancias al avance de Neves en las encuestas electorales, quien sedujo a los inversores con su oferta de reducir la inflación al 3 %, frente al 4,5 % actual, con un margen de tolerancia de dos puntos porcentuales.