El centro neurálgico de esa "diplomacia del caballo" en China, que no tiene su sede en el Ministerio de Asuntos Exteriores ni en ninguna embajada, puesto que ni siquiera está en Pekín, vive estos días una actividad más intensa de lo que acostumbra.
A unos 40 kilómetros al noreste de la capital, el Centro Nacional de Caballos Hanxue se prepara para acoger a los caballos de raza que en los últimos meses ha recibido el presidente chino, Xi Jinping.
En lo que a la diplomacia equina se refiere, ese recinto de 123 hectáreas, situado en las inmediaciones de la ciudad portuaria de Tianjin, es la capital de China.
"Aquí criamos alrededor de un centenar de caballos, pero tenemos muchas yeguas embarazadas, por lo que esperamos que la cifra aumente pronto", explicó Zhao Fenglong, gerente general del centro en una visita a las instalaciones.
Entre ese centenar de ejemplares, todos de raza, destacan algunos ilustres, como los regalados a los dos anteriores mandatarios chinos, Hu Jintao y Jiang Zemin.
Arkadag, el corcel que en 2006 el entonces presidente de Turkmenistán, Saparmurat Niyazov, regaló a su homólogo chino, Hu Jintao, pasa sus días en el Centro Hanxue junto a Akdas, obsequio equino de Turkmenistán a Jiang Zemin en 2002, y varias decenas más de caballos purasangre.
Como a sus antecesores, también a Xi Jinping le ofreció el actual presidente turcomano, Gurbanguly Berdimuhamedov, un caballo en una visita a Pekín en mayo pasado. Y, al tiempo que la "diplomacia del caballo" avanzaba, el país centroasiático, con la cuarta mayor reserva de gas natural mundial, consolidó a la segunda economía del planeta como su principal socio comercial y acordó exportaciones de gas que sólo en 2016 ascenderán a 65.000 millones de metros cúbicos.
Turkmenistán, sin embargo, no es el único país abonado a la "diplomacia del caballo" con China. El presidente de Mongolia, Tsajiagiin Elbegdorj, regaló a Xi y a su esposa, Peng Liyuan, al recibirles en Ulán Bator el pasado agosto, una pareja de caballos mongoles que en breve serán instalados en el Centro Hanxue. Paralelamente, ambos líderes acordaron doblar el comercio bilateral entre sus países para que en 2020 llegue a los 10.000 millones de dólares anuales.
Con todo, los caballos turcomanos, de la prestigiosa raza ajal-teke, de la que se calcula que hay unos 6.000 ejemplares en todo el mundo, están cargados de simbolismo para China.
Independientemente de los convenios pecuniarios que hayan traído sobre sus lomos, el gigante asiático les otorga un enorme valor simbólico.
Si en Turkmenistán son considerados emblemas nacionales, la tradición china los ve como una "montura celestial", desde que hace más de 2.000 años el emperador Wudi, de la dinastía Han, fue obsequiado con algunos.
Alabados por su velocidad, resistencia e inteligencia, la literatura china definió a los ajal-teke como "los que sudan sangre" ("han xue", en mandarín) por cómo se refleja la luz en su piel y son, de hecho, los que dan nombre al recinto de cría de Tianjin.
Zhao, gerente general de ese recinto, reconoció que una de las razones de ser de esas instalaciones es conseguir una descendencia de la raza en China.
El Centro Nacional de Caballos Hanxue, anunció Zhao, quiere situarse en la élite de la cría caballar para suministrar monturas a las competiciones internacionales de hípica, un deporte que ha adquirido cierta popularidad en el país a raíz de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008.
Esta tarea ya ha empezado y uno de los ejemplares más jóvenes del centro, nacido en 2013, es Lileila, hijo de Arkadag, el caballo de Hu Jintao. Lileila cuenta con una doble ventaja en China: al excelente currículo deportivo de su progenitor -fue 15 veces campeón de Turkmenistán- suma el pedigrí ideológico, dado que un antepasado suyo participó en desfiles comunistas en la Plaza Roja de Moscú.
Los ajal-teke han tenido históricamente fama de ser caballos de batalla -no en balde Alejandro Magno y Gengis Kan ganaron guerras y conquistas a sus lomos-. Si bien de momento el Gobierno chino, gracias a los agasajos de la "diplomacia del caballo", parece reservar para ellos planes igual de competitivos, pero más pacíficos.
EFE