Las advertencias sobre los riesgos de la acumulación de deuda en China han existido durante casi una década, aunque la crisis que muchos esperan aún no ha llegado. Pero los inversionistas sigue estando nerviosos debido a que la segunda economía más grande del mundo está creciendo a su ritmo más débil desde 1990 y por la presión que han ejercido los aranceles estadounidenses.
“La mayoría de los países que permiten una rápida expansión del crédito enfrentan una crisis financiera o una fuerte desaceleración de la economía a medida que surgen riesgos en el sistema financiero”, dice Logan Wright, director de investigación de mercados de China en Rhodium Group.
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“Se han dado muchas explicaciones sobre por qué esto no ha sucedido en China hasta ahora, enfatizando principalmente los factores económicos: una alta tasa de ahorro nacional y un bajo nivel de deuda externa”, agrega Wright, autor principal de un reciente informe exhaustivo sobre los riesgos financieros de China para el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
El papel dominante de las instituciones estatales como prestatarios y prestamistas también ha contribuido a la estabilidad, ya que el gobierno puede exigir que las instituciones financieras estatales le brinden apoyo a un prestatario estresado y así evitar un incumplimiento que, de otro modo, podría provocar un contagio financiero.
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Pero Wright advierte que estas herramientas pueden no ser suficientes si el crédito continúa aumentando rápidamente. “Las amenazas a la estabilidad financiera de China están surgiendo ahora porque el pacto político entre Pekín y los hogares y los inversionistas de China está cambiando dentro de un sistema financiero que ya es grande, arriesgado y complejo”.
China desató un estímulo monetario y fiscal sin precedentes en respuesta a la crisis financiera mundial de 2008 y, en los años posteriores, el país aparentemente ha estado en modo de estímulo permanente. El rápido crecimiento del crédito se convirtió en la norma, interrumpido sólo por ciclos de ajuste breves y moderados. Gran parte de esta deuda se usó para financiar proyectos que no generan suficiente efectivo para cubrir los pagos de intereses, y mucho menos el principal.
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No obstante, 2017 pareció marcar una ruptura decisiva de la adicción de China a la deuda. Durante años, los responsables políticos de China no habían prestado atención a las advertencias de organismos mundiales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco de Pagos Internacionales, al tiempo que realizaban sólo algunos ajustes modestos a su política.
Pero a principios de 2017, el organismo de control bancario de China lanzó lo que la agencia estatal de noticias llamó una “tormenta de vientos reguladores” dirigida a la compleja y opaca ingeniería financiera diseñada para evadir las restricciones de los préstamos. En octubre de 2017, el presidente Xi Jinping inauguró su segundo mandato como jefe del Partido Comunista, marcando una “nueva era” en la que la política priorizaría la calidad del crecimiento sobre la cantidad.
En diciembre de ese año, un grupo de agencias regulatorias lideradas por el banco central propusieron históricas reglas con respecto a la ‘banca en la sombra’, que había sido un factor crucial en el aumento general de la deuda.
Estos lemas y políticas señalaron que Xi estaba dispuesto a aceptar un crecimiento más lento del PIB como el precio de la sostenibilidad financiera, social y ambiental. Y surgieron los síntomas de abstinencia.
Después de un fuerte comienzo en 2018, la economía de China se desaceleró drásticamente en la segunda mitad del año, ya que la represión de la deuda privó a los prestatarios más débiles del acceso a la financiación. A esto se sumó la guerra comercial, que afectó la confianza empresarial y el apetito por el gasto. Tan pronto como el verano pasado, los formuladores de políticas estaban cambiando de rumbo, lanzando una nueva ronda de flexibilización monetaria y fiscal.
Los bancos, los inversores en bonos y otros prestamistas tardaron en responder al llamado del Gobierno para aumentar los flujos de crédito. Pero eso cambió en enero cuando el nuevo crédito mensual alcanzó un nivel récord.
A fines de febrero, Wang Zhaoxing, vicepresidente de la Comisión de Regulación Bancaria y de Seguros de China, ofreció más evidencia de que el enfoque de Pekín había cambiado del control de la deuda y había regresado a apoyar el crecimiento. “Tras dos años de arduo trabajo, el riesgo financiero general ha sido controlado de manera efectiva”, aseguró Wang. Parecía estar declarando la victoria de la campaña de desapalancamiento.
Pero no todos en Pekín compartieron la opinión optimista de Wang. El primer ministro chino, Li Keqiang, quien durante mucho tiempo ha criticado los excesos del estímulo de 2008, expresó su preocupación por el aumento del crédito del mes pasado y se comprometió a no volver a la excesiva flexibilización monetaria.
En un pronunciamiento que parecía ser una respuesta directa a las críticas de Li, el Banco Popular de China señaló que los préstamos bancarios de China son altamente estacionales. Enero siempre es el mes más alto, ya que se aprovechan las nuevas cuotas anuales de préstamos del Gobierno. Los datos publicados desde entonces revelaron que los préstamos se redujeron sustancialmente en febrero, lo cual encaminó a China hacia un año de modesto estímulo en 2019.
La relación deuda/PIB de China aumentó sólo dos puntos porcentuales el año pasado a 248%, según Alicia García-Herrero, economista jefe de Asia-Pacífico en Natixis en Hong Kong. El ritmo del aumento de este año probablemente se mantendrá muy por debajo de las rondas de estímulo anteriores. “El 2018 fue un año de desapalancamiento, al menos durante la primera mitad del año. Hasta ahora, las políticas de 2019 son un buen augurio para el crecimiento, pero claramente implican una aceleración de la deuda “, sostiene García-Herrero.
¿Cuáles podrían ser las consecuencias para las instituciones extranjeras? Su papel directo en el sistema financiero de China es pequeño, pero está creciendo. Gran parte de la exposición se produce a través del mercado de bonos en dólares en Hong Kong. El reciente incumplimiento de una empresa del gobierno local de Qinghai ha aumentado las preocupaciones sobre el riesgo crediticio.
La participación extranjera en el mercado de bonos en renminbi de China también está creciendo, pero aún representa sólo el 2% del total de bonos nacionales pendientes, y la mayoría se invierte en bonos gubernamentales de bajo riesgo.
El mayor impacto de la pila de deuda de China en las instituciones extranjeras sería si estos problemas conducen a una desaceleración severa del crecimiento. Eso afectaría al sector más amplio de compañías extranjeras que hacen negocios en China.
Algunos inversionistas de capital extranjeros también se sentirían afectados: su exposición a China seguramente aumentará a raíz de la decisión del proveedor del índice MSCI de aumentar la ponderación de China en su índice de mercados emergentes.
Gabe Wildau