El primer ministro británico, David Cameron, hizo ayer un llamado final a los escoceses para que no se vayan del Reino Unido y les avisó de que afrontarían un divorcio doloroso.
Esta podría ser la última semana de Cameron como jefe de Gobierno de Escocia e hizo un llamado final desde Aberdeen, la capital del petróleo del mar del Norte y gran esperanza de prosperidad de los nacionalistas.
A tres días del referéndum del jueves, y ante 800 seguidores conservadores, recordó que irse significa quedarse “sin libra, sin pasaporte británico, sin pensiones británicas”.
A su juicio, “la independencia no sería un ensayo de separación, sería un divorcio doloroso”.
Insistió en que la gente que lidera la campaña por el ‘Sí’ pinta una Escocia mejor en todo, y puede que sean muy buenos dibujando esa estampa. Pero cuando algo parece demasiado bueno para ser verdad, es porque generalmente no lo es”.
La independencia, dijo, “significaría que dejamos de compartir la misma moneda”, que “se rompen las fuerzas armadas que tantos siglos compartimos”, o que “no se podrán cruzar tan fácilmente las fronteras”. Significaría, agregó, que “el apoyo que tienen ahora de las embajadas británicas cuando viajan se acabaría”, o que “si los bancos escoceses atravesasen problemas, serían los contribuyentes escoceses, y solo ellos, los que cargarían con los costos”.
UNIÓN EUROPEA TEME EFECTO DOMINÓ EN OTRAS REGIONES
La perspectiva de una independencia de Escocia preocupa a la Unión Europea, que teme que el efecto se extienda a otras regiones independentistas y a término modifique las fronteras y los equilibrios políticos de Europa.
Los independentistas de Catatuña o Flandes miran el referendo escocés de esta semana con esperanza mientras que en Bruselas lo observan con preocupación.
Los responsables europeos aseguran que Escocia, así como cualquier otra región que declare su independencia, quedará de hecho fuera de la Unión y deberá iniciar entonces un proceso de adhesión.
AFP