Cuando Jay Powell, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), dio una conferencia de prensa esta semana, los inversionistas estaban en ‘alerta roja’ en relación con lo que él pudiera decir sobre el dólar. No es de extrañarse.
Como las recientes crisis en Turquía y Argentina han demostrado, un dólar en alza - y unas tasas de interés estadounidenses más altas - coloca a los prestatarios de los mercados emergentes en una difícil posición, por lo cual es crucial saber si la Fed está buscando tener un dólar más fuerte.
Durante el evento, Powell fue evasivo. Pero conforme los inversionistas ponderan el precio del dólar, existe un segundo problema al que debieran prestarle atención: el papel de la moneda estadounidense en el sistema financiero. Algo bastante inesperado está ocurriendo en este frente.
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Durante la semana pasada, Donald Trump declaró (una vez más) que él quiere cambiar radicalmente el orden mundial de la posguerra. Hablando ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Presidente enfatizó que EE. UU. está adoptando una postura más unilateral.
E incluso antes de que Trump fuera elegido, varios países ya habían comenzado silenciosamente a tratar de cambiar el orden financiero global, comprometiéndose a reducir el patrón de la hegemonía del dólar de la posguerra.
Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea (CE), este mes proporcionó una demostración de esto cuando utilizó un discurso para criticar la preeminencia del dólar, y exigir más influencia del euro.
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“Es absurdo que Europa pague el 80% de su factura de importación de energía en dólares estadounidenses cuando sólo aproximadamente el 2% de nuestras importaciones de energía provienen de Estados Unidos; o que las compañías europeas compren aviones europeos en dólares en lugar de euros”, comentó enfadado.
China se ha comprometido a hacer que su moneda sea más utilizada para igualar su creciente poder económico; algunos funcionarios murmuran que el renminbi al final eclipsará al dólar como moneda de reserva. Y los países de mercados emergentes han estado tratando de impulsar los mercados de bonos en moneda local para cortar sus vínculos con el dólar.
Pero esto no ha funcionado: durante los últimos años, la preeminencia del dólar ha aumentado, no ha disminuido. Como ha comentado Ruchir Sharma, un economista de Morgan Stanley, “la hegemonía del dólar está actualmente en niveles récord”. No importa la postura aislacionista de Trump.
Según un reciente informe del Banco Central Europeo (BCE), el euro es casi tan utilizado como el dólar como moneda de pago. Pero ésa es la única área de (relativa) paridad: el dólar todavía representa el 62% de la deuda global; el 56% de los préstamos internacionales; casi el 44% del volumen de transacciones del mercado cambiario; y casi el 63% de las reservas de divisas.
Los números correspondientes para el euro se encuentran ligeramente por encima del 20%, a excepción de su participación en el volumen de transacciones, la cual es del 15,7%.
Consideremos también los mercados emergentes. Los bonos en moneda local han prosperado. Pero, durante la pasada década, el endeudamiento en dólares por parte de los mercados emergentes se ha más que duplicado, y representa la gran mayoría de las deudas en esos mercados. Eso es cierto incluso en China: sus compañías han expandido el endeudamiento en dólares a un vertiginoso ritmo esta década.
Aunque la porción del renminbi en las reservas monetarias globales aumentó al 2,8% durante la primera parte de esta década, volvió a caer al 2% después de que China reintrodujera los controles de capital en 2015.
Tal y como lo ha señalado la economista Carmen Reinhart, cuando China otorga préstamos a países africanos o asiáticos de bajos ingresos, irónicamente, tienden a ser en dólares.
No debemos contener la respiración esperando a que esto cambie. Una de las razones por las cuales el uso del dólar se encuentra a un nivel récord es que el poder global de las compañías financieras estadounidenses ha crecido significativamente desde la crisis financiera (lo cual es otra ironía del mundo moderno de la actualidad).
Una segunda razón es la relativa fuerza de la economía estadounidense. Pero un tercer tema es que ninguno de los competidores estadounidenses ofrece la liquidez y credibilidad actualmente asociadas con los mercados del dólar: las reformas financieras de China están (en el mejor de los casos) a medio completar, Japón está enfocado hacia adentro y la eurozona enfrenta desafíos estructurales.
Por supuesto, la credibilidad estadounidense pudiera colapsar si sufre su propia crisis de deuda soberana. Ésta es una amenaza real y en aumento en el mediano plazo, dado el recorte de impuestos y las cuentas de gastos de Trump que han inflado el presupuesto.
Algunas personas en Wall Street están tan preocupadas por esto que me han comentado que están desarrollando alternativas al dólar, como una cobertura para los clientes. Pero éstas se enfocan en coberturas digitales, usando cadenas de bloques u oro, no euros, yen o renminbi.
A este patrón se le puede llamar, si se desea, el exorbitante privilegio estadounidense; o, más exactamente, pudiera calificársele como la terrible maldición del mundo no estadounidense.
De cualquier manera, significa que, independientemente de lo que Trump haga - o no haga - a continuación en el escenario internacional, Powell ejerce un poder extraordinario sobre los mercados mundiales. Esperemos que él lo ejerza más predecible y cautelosamente que el presidente de su país.
Gillian Tett