Los inversionistas han tenido una plétora de razones para preocuparse por los precios del petróleo este año. Ahora existe una más: Timothy Massad, presidente de la Commodity Futures Trading Commission (CFTC) de Estados Unidos, reveló el miércoles que ha habido 35 extrañas “caídas relámpago” en los mercados petroleros estadounidenses este año.
Sí, has leído bien: según los investigadores de la CFTC, en casi tres docenas de ocasiones los precios del crudo de West Texas Intermediate han oscilado tan dramáticamente que se les ha definido como caídas relámpago. Esto significa que los precios variaron 200 puntos básicos en menos de una hora, antes de recuperar al menos 75 puntos básicos.
Incluso si la definición es un poco arbitraria, estas fluctuaciones claramente se están volviendo cada vez más frecuentes, y no solo en los mercados petroleros.
Este año, los inversionistas se sorprendieron cuando una caída relámpago en las acciones estadounidenses ocasionó que el precio de algunos fondos negociados en la bolsa se desplomara durante un breve período. Hace casi exactamente un año, convulsiones similares ocurrieron en el mercado de bonos del Tesoro de EE. UU.
Sin embargo, la investigación de la CFTC muestra que el problema se extiende más allá de estos conspicuos episodios: las caídas relámpago están afectando incluso a los mercados de materias primas, como los del maíz, que hasta ahora se consideraban aburridos.
¿Por qué? Pregúntale a un banquero, y seguramente estará tentado a culpar a las regulaciones.
El argumento es que las reformas introducidas después de la crisis del 2008 han hecho que los bancos tengan tal aversión al riesgo que están reacios a actuar como creadores de mercado, siempre listos y dispuestos a comprar o vender cuando los inversionistas quieren negociar, lo cual significa que la liquidez desaparece durante una crisis, haciendo que los precios fluctúen.
Pero Massad apunta hacia otro culpable: los algoritmos, tales como los que utilizan los operadores de alta frecuencia.
Esta es la pieza fundamental del rompecabezas. Durante los últimos años, el uso de programas informáticos automatizados se ha expandido tan rápidamente que la CFTC asegura que, en la actualidad, están involucrados en el 50 por ciento de todas las negociaciones de los futuros de metales y de energía, y en el 67 por ciento de los futuros de bonos del Tesoro.
Si los mercados fueran como la nave espacial en la película ‘2001, una odisea del espacio’, sería Hal, la determinada computadora de la nave, la que estaría al mando.
El punto crucial es que estos programas informáticos automatizados carecen de juicio humano. Cuando estalla una crisis y los precios se estremecen, las computadoras simplemente no se “toman un largo receso para beberse un café”, como dice Massad, y esperan a que el sentido común retorne; más bien, tienden a acelerar las negociaciones bursátiles, lo cual alimenta las fluctuaciones de la caída relámpago.
Esto no solo crea un dolor de cabeza para los inversionistas convencionales; también plantea un reto político para los reguladores, entre otras razones porque figuras como Hillary Clinton, la candidata demócrata a la presidencia, se concentran cada vez más en el tema.
Y el problema para los legisladores es que parece extremadamente difícil frenar el fenómeno.
TRES CAMINOS A SEGUIR EN ESTA SITUACIÓN
En teoría, existen tres amplios caminos que se podrían seguir.
En primer lugar, tratar de apagar los equipos automatizados o aminorar su velocidad. En segundo lugar, alentar a los bancos a retomar su papel como creadores de mercado. Y, en tercer lugar, aceptar que las oscilaciones son inevitables y tratar de frenar su impacto.
Gillian Tett