Cuando Praveen Narayan Dusane empezó a conducir un mototaxi en la atestada ciudad universitaria de Pune (India), tenía que pelear por cada rupia. Podía esperar horas en un puesto de vehículos por pasajeros. Peleaba con otros conductores y regateaba con los pasajeros por las tarifas. Por lo general, ganaba solo 300 rupias (unos 5 dólares) por un turno de 12 horas.
Ahora, Dusane simplemente revisa los mensajes de texto en su celular para organizar su agenda y tiene viajes regularmente cada hora. La actividad es tal que recientemente compró un departamento de 33.000 dólares y puede permitirse enviar a sus tres hijas en edad escolar a una escuela de inglés.
“Antes, en ocasiones tenía que esperar todo el día por un viaje, e incluso la tarifa dependía de la suerte –dice–. Ahora, es como si se pudiera ver el dinero frente a uno”. Es la ventaja del algoritmo.
En un país de embotellamientos, un puñado de empresas incipientes están usando tecnología para conectar más fácilmente a los mototaxistas con sus clientes; un giro indio a Uber y Lyft, las aplicaciones de llamado de taxis.
El empleador de Dusane, Autowale, usa un programa para trazar las potenciales rutas y maximizar los servicios.
AutoRaja tiene un servicio de llamado a un auto en Chennai. En Bangalore, mGaadi ofrece reservaciones de mototaxis vía web y una aplicación.
Los mototaxis de tres ruedas, a menudo negros y amarillos, son ubicuos en India, donde los buses son pésimos, los trenes subterráneos, limitados, y los taxis son pocos y caros.
La gente puede parar los mototaxis en las calles, pero conseguir uno depende de la combinación de habilidades negociadoras y suerte. La mayoría de los conductores cobra una tarifa fija inflada, en vez de basarse en un medidor de distancias, y a menudo rechazan a un cliente potencial si la distancia es demasiado corta o está en un área donde sea difícil conseguir un cliente de regreso.
mezcla de servicios
Autowale está tratando de facilitar más el proceso ofreciendo mototaxis según la demanda. Los clientes pueden solicitar un mototaxi a través de la aplicación o el sitio web de la compañía, así como a través del método más antiguo, su centro de llamadas telefónicas. Los pasajeros pagan una tarifa conveniente de unos 33 centavos de dólar por viaje.
Aunque Uber llegó a India en septiembre, el servicio es costoso y no compite en el mismo espacio. Como en Estados Unidos, Uber, que opera en seis ciudades indias que incluyen a Nueva Delhi, Mumbai y Bangalore, se enfoca en el mercado de los taxis.
Autowale no tiene todos los dispositivos de Uber y Lyft. No usa GPS, y la mayoría de los conductores no tienen smartphones, los cuales pueden ser costosos. En vez de ello, los fundadores crearon un algoritmo que predice la ruta potencial de un mototaxi durante el día y asigna servicios en consecuencia. Organizan la agenda del conductor vía mensajes de texto básicos.
La firma promete a los conductores ingresos más altos y más predecibles, junto con menos kilómetros muertos, es decir, aquellos sin un pasajero a bordo. A cambio, recibe una comisión de entre 10 y 15 por ciento de los conductores.
Autowale, que no es rentable todavía, reportó ingresos de unos 335.000 dólares el año pasado. También está analizando asegurar a sus conductores, lo cual es relativamente raro en India. Ahora trabaja con 850 conductores –incluidos unos 250 regulares– y transporta a unos 100.000 pasajeros al año. Después de un programa piloto exitoso en Bangalore, planea introducir su servicio ahí y en otras tres ciudades indias tan pronto como pueda recaudar el dinero para su expansión.
LA ‘APUESTA’ DE LOS DOS PIONEROS
La primera versión de Autowale –fundada por Janardan Prasad y Mukesh Jha, compañeros de universidad– fracasó.
Inicialmente desarrollaron una red de 400 mototaxis en Pune, pero tenían muchos vehículos y no suficientes pasajeros. En el verano del 2011, reorganizaron su modelo y empezaron con cinco conductores, prometiéndoles un ingreso específico, aun si no había suficientes clientes.
A los tres meses, eran 75 conductores y realizaban hasta 100 viajes por día.
The New York Times
Megha Bahree/ Pune (India)