El filósofo de la Universidad de Harvard Michael Sandel estuvo en Colombia para hablar sobre corrupción, desigualdad y la ética de lo público.
Sandel es uno de los profesores más reconocidos de ese prestigioso centro educativo, en donde enseña sobre justicia, ética, democracia y mercados. Ha escrito libros como 'Lo que el dinero no puede comprar: los límites morales del mercado', traducido a más de 30 idiomas.
A su estilo, durante una de sus charlas habló con los estudiantes de la Universidad del Rosario, claustro que lo invitó al país. Y dialogó con Portafolio.co
Lea: (‘Volvernos una sociedad de mercado ha sido perjudicial’).
¿Vuelve a Colombia y qué encontró diferente?
Esta es mi tercera visita al país y durante las dos primeras las preguntas eran sobre el proceso de paz, el fin a la violencia y la guerra. Y ahora descubrí otro gran problema público que la gente está debatiendo: la corrupción.
Siempre la corrupción y la desigualdad están relacionados y dudo que sea realmente posible abordar una sin la otra. Entre ambas contribuyen a la falta de confianza en una sociedad, entre los ciudadanos y entre ellos con el gobierno y los partidos políticos.
Las personas definieron corrupción como usar un puesto público para obtener beneficios privados, eso es ciertamente una parte importante de la corrupción y algo que se necesita combatir.
¿Cómo más se presenta la corrupción?
La gente piensa que la corrupción es más grande y en diferentes ámbitos, por ejemplo, si no pagas el bus o pasas adelante de alguien en una fila. Pregunté sobre otros ejemplos de la vida cotidiana que reflejan actitudes morales. Por ejemplo, si se tiene que obtener un documento, como una licencia de conducir o un certificado de nacimiento en una oficina municipal y no quiere esperar en una larga fila para conseguirlo, puede contratar a lo que ustedes llaman un 'tramitador' para que lo haga por usted.
¿Existe la palabra 'tramitador' en inglés?
No, pero la aprendí aquí. (risas)
¿Y cómo sería en inglés?
Tenemos la práctica, pero no hay una traducción perfecta que usa una sola palabra. En mi libro ‘What Money Can't Buy: The Moral Limits of Markets’, analizo unos ejemplos de lo que sucede en Estados Unidos: 'paid line-standing' o 'Hired line-standers’ serían el equivalente más cercano, pero incluso ese es un nuevo término en inglés porque esta es una tendencia que realmente solo ha surgido en las últimas tres décadas allá, ya que el dinero ha extendido su alcance a muchos dominios de la vida.
Eso se da en los parques de atracciones, para comprar productos como el iPhone o zapatos Nike, comprar entradas para un concierto, en los que la gente contrata individuos para que hagan fila por ellos.
Este concepto incluso se extiende a Washington D.C. para estar en una audiencia del Congreso o para escuchar una discusión de la Corte Suprema. Si se quiere asistir, puede haber una larga lista de otros interesados. Por eso, hay empresas que brindan el servicio profesional de hacer cola, y eso es nuestra versión de los 'tramitadores'.
¿Y qué solución puede haber a la corrupción?
Implica desafiar y debatir, y tal vez cambiar las actitudes del público, generalmente, se trata de la ética pública ampliamente concebida. Pero para hacer eso, tenemos que tener un debate público más completo de lo que estamos acostumbrados acerca de cuál debería ser la ética pública y hasta dónde debería llegar el poder del dinero en los ámbitos de la salud, la educación y las elecciones, por ejemplo.
¿Qué hace que una sociedad sea más o menos corrupta?
Creo que es en gran medida una cuestión menos de leyes que de cultura, de actitudes morales y de normas culturales arraigadas en las historias y tradiciones de cada país. Es importante que la gente dirija su atención a estas cuestiones de actitudes morales, de los valores, de la ética pública y de las tradiciones culturales y que tenga un debate público al respecto.
Creo que una de las razones por las que la gente se siente frustrada en muchas democracias por la política es que los debates que tenemos en público no son los más importantes, no abordan las cuestiones grandes que afectan a la gente y a menudo no abordan las cuestiones de los valores y de la ética pública.
¿La falta de confianza lleva a la corrupción o la corrupción lleva a la falta de confianza? ¿Qué es primero?
Es importante abordarlos simultáneamente y verlos como parte de la misma cuestión de valores y ética pública. Creo que se debe comenzar con ambos al mismo tiempo, porque es un fenómeno que se refuerza mutuamente: la corrupción y la falta de confianza.
¿Y la desigualdad qué papel juega?
La desigualdad que ha sido producida por el tipo de globalización que experimentamos en Estados Unidos, donde los beneficios fueron directamente a muy pocos en la parte superior del espectro, mientras que pocos de los beneficios afectaron a la gente trabajadora ordinaria.
Esto resultó en la profundización de la desigualdad, que contribuyó a la polarización en Estados Unidos y al hecho de que las élites políticas y los partidos establecidos no se han tomado realmente este problema en serio.
Sin embargo, aquí en Colombia, y estoy hablando como observador externo, como en los Estados Unidos, la desigualdad está contribuyendo a la polarización y refuerza el problema de la corrupción porque contribuye a la falta de confianza. Entonces, es parte del mismo ciclo de pérdida de confianza y eso crea una sociedad fragmentada.
Las personas necesitan el sentido de estar en una sociedad que compartan un proyecto común: que los ciudadanos tienen cierta responsabilidad mutua y cuando la desigualdad se vuelve demasiado profunda, cada vez es más difícil pensar en nosotros mismos como participantes en este proyecto cívico compartido. Así que creo que esa es la conexión entre la profundización de la desigualdad y la polarización.
Estuvo en un debate con candidatos presidenciales ¿Cree que los políticos están abordando los problemas reales, los de la gente?
Ciertamente todos están abordando la cuestión de la corrupción porque ese es el centro de la atención pública, y eso es muy importante, por lo que creo que es claramente un problema que los candidatos presidenciales deben abordar.
Hay una tendencia a ver la solución a la corrupción como una cuestión de ley y de la aplicación de la ley. Esa es ciertamente una parte muy importante de la solución, pero creo que es importante no olvidar los problemas culturales más amplios y la cuestión de los valores y la ética pública.
Entonces, creo que el desafío para los candidatos será de hablar de esta frustración más amplia que tienen los ciudadanos: la sensación de una falta de poder y de no ser escuchados. Creo que es importante abordar esa sensación de desilusión junto con el tema de la corrupción.
¿Cómo debe abordar el nuevo Gobierno en Colombia la lucha contra la corrupción?
Creo que la nueva generación necesita equiparse para participar en debates significativos sobre la ética pública, de los cuales la corrupción es una parte pero no la única. Encontré que los estudiantes participaron con mucho entusiasmo. Hay un gran interés en todo el mundo entre las generaciones más jóvenes por un tipo de debate público más rico que el que vemos estos días y en particular para el debate público que aborda cuestiones grandes sobre los valores y la ética pública, incluidas las preguntas sobre ¿qué hace que una sociedad sea justa?, ¿qué se puede hacer con respecto a la desigualdad?, ¿qué nos debemos a los demás como ciudadanos? Estas son las grandes preguntas que afectan a la gente, y son unas cuestiones morales y éticas.
Los partidos políticos establecidos en las democracias generalmente tienden a no abordar estas grandes cuestiones de valores y creo que la generación más joven está hambrienta de la oportunidad de aprender y debatir estas preguntas por sí mismos, en las escuelas, los colegios y las universidades.
Así que creo que el sistema educativo tiene un papel importante que desempeñar y los medios tienen un papel importante para crear foros de debate público sobre estas grandes cuestiones de valores morales, en lugar de preguntas inmediatas sobre la tendencia del momento. Por lo tanto, creo que el líder político y los partidos del futuro que esperan inspirar a la generación más joven tendrán que hacer un trabajo mejor que los de generaciones anteriores al abordar las grandes cuestiones de los valores y de la ética pública.
¿Se puede hablar de la corrupción cuando los políticos mienten deliberadamente?
Sí y es más fácil hacerlo ahora con las redes sociales. Eso fue lo que sucedió con la campaña de Trump en Estados Unidos. Es una corrupción de las normas cívicas que rigen el discurso. Siempre habrá desacuerdos en el discurso público, pero en el mejor de los casos la deliberación democrática procede en un espíritu de respeto mutuo por las personas que están en desacuerdo y ese respeto incluye la norma de ser responsable de decir la verdad, incluso si está avanzando su propia posición. Cada vez más, y tal vez las redes sociales empeoran las cosas, esas normas de discurso público responsable y respetuoso parecen estar erosionándose.
Pedro Vargas Núñez
Editor Portafolio.co
Traducción: Julia Larkin