En los días y semanas que siguieron a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, surgió un consenso sobre la mejor manera de prevenir este tipo de catástrofes en el futuro. Los mismos funcionarios gubernamentales nos advirtieron que las extensiones de territorio que no están gobernadas se convierten en campos de cultivo y entrenamiento para los extremistas. De esta manera, algunos países que producen poco valor pueden comenzar a exportar violencia, refugiados y disturbios.
Esta fue la lógica que condujo a la guerra de casi 20 años liderada por Estados Unidos en Afganistán que terminó hace apenas seis meses. La lección podría haber sido re-aprendida cuando el Estado Islámico aprovechó los vacíos de seguridad que se crearon en Irak y Siria. Sus militantes amenazaron con causar estragos en todos los continentes, y la agitación en el Medio Oriente produjo oleadas de refugiados que crearon nuevos tipos de cargas políticas y económicas en Europa y otros países del Medio Oriente como Turquía.
Hoy, Estados Unidos está mucho menos dispuesto que después del 11 de septiembre a asumir los costos y riesgos que se derivan de luchar en conflictos abiertos en lugares lejanos. La administración Biden está mucho más centrada en los desafíos que plantea China que en los problemas en Medio Oriente. Comprensiblemente, Europa ahora está mucho más preocupada por Rusia.
Sin embargo, hoy hay más extensiones de territorio sin gobernar que antes de 2001. Varios países tienen territorios considerables que realmente podríamos llamar ‘tierras vacías’, áreas gobernadas principalmente por hombres armados en lugar de leyes.
El ejemplo más obvio sigue siendo Afganistán, donde el colapso del gobierno tras la caótica retirada de las fuerzas estadounidenses en agosto pasado deja a Kabul y algunas partes del país nuevamente en manos de una fuerza talibán extremista, además de desorganizada e inexperta.
Este nuevo gobierno luchará para evitar que la filial local del Estado Islámico atraiga a militantes de otras partes del mundo para establecerse en extensiones no gobernadas del país. Aunque EE. UU. y China tienen interés en la paz y la estabilidad, ninguno quiere involucrarse directamente en su futuro. Los riesgos del terrorismo también son importantes en el Sahel, que también está escasamente gobernado. Los conflictos con los combatientes islamistas se han extendido desde Mali a toda la región, desencadenando ataques terroristas a gran escala en Burkina Faso, Níger, Mali y Chad.
La interminable en Venezuela y Haití ya ha desencadenado oleadas de refugiados hacia Norteamérica y toda América Latina
COMPARTIR EN TWITTERTambién han creado un notable nivel de inestabilidad política: en los últimos 18 meses ha habido golpes exitosos en Malí (dos veces), Guinea y Burkina Faso, golpes fallidos en Guinea Bissau y Níger, y una toma de poder menos violenta en Chad. En cada uno de estos casos, la inestabilidad política crea oportunidades para el extremismo, y este profundiza el caos político.
En estos casos, los actores externos son cada vez más reacios a intervenir directamente. Estados Unidos dio un paso atrás después de 2017, cuando cuatro soldados fueron asesinados en Níger. Francia también ha reducido su presencia militar. Una intensificación de estas insurgencias aún puede empeorar las cosas para África Occidental y todos los que podrían ser víctimas de los militantes que se están entrenando allí para lanzar ataques en otros lugares. La guerra civil de siete años en Yemen se ha vuelto más peligrosa en el último mes, ya que los rebeldes hutíes respaldados por Irán han comenzado nuevamente a disparar misiles contra los Emiratos Árabes Unidos, un país que se ha asociado con la coalición liderada por Arabia Saudita que enfrentan los hutíes dentro de Yemen.
Después de reducir el apoyo militar a los saudíes, la administración de Biden, que se enfrentó a múltiples dolores de cabeza internos y al conflicto de Moscú sobre Ucrania ha hecho poco para presionar por un alto el fuego en Yemen o aliviar el sufrimiento de los civiles atrapados.
Los efectos se extenderán más allá de Yemen. Los ataques hutíes han dañado instalaciones petroleras críticas para la economía global en Arabia Saudita y han aumentado las tensiones regionales con Irán. Los esfuerzos antiterroristas dentro de Yemen continúan fallando, lo que le da un respiro a un afiliado de Al Qaeda capaz allí.
Myanmar y Etiopía tienen gobiernos mucho más fuertes que los de Afganistán, el Sahel o Yemen, pero ambos están ahora plagados de conflictos civiles que no pueden controlar.
En Myanmar, la junta gobernante, que lleva más de un año en el poder, aún no ha conseguido contener un movimiento de desobediencia civil y la resistencia de las organizaciones armadas de minorías étnicas.
Estados Unidos ha tratado a Myanmar como un asunto de baja prioridad, y aunque China apoya a la junta, no ha invertido mucho en restaurar el orden fuera de las ciudades más grandes del país. India y China se enfrentan al riesgo de que los flujos de refugiados sean más fuertes a medida que las condiciones dentro de Myanmar empeoran.
Hoy, Estados Unidos está menos dispuesto a asumir los costos y riesgos de luchar en conflictos abiertos en lugares lejanos
COMPARTIR EN TWITTEREtiopía se enfrenta a muchos de los mismos problemas. Tras más de un año de guerra civil, el impulso militar sigue oscilando entre el gobierno y las fuerzas antigubernamentales. El enfoque en este caso de Estados Unidos ha sido incoherente, mientras que China ha proporcionado al gobierno cobertura diplomática y algunas armas, alimentando un riesgo de conflicto que podría generar flujos de refugiados que desestabilicen todo el Cuerno de África.
Por último, la interminable sensación de crisis tanto en Venezuela como en Haití ya ha desencadenado oleadas de refugiados hacia Norteamérica y toda América Latina. La represión política y el colapso económico en Venezuela han llevado a más de seis millones de personas a huir del país desde 2014. Estados Unidos ha puesto poco empeño en buscar una solución política a la miseria económica de Venezuela.
Haití sigue sumido en una corrupción endémica y en luchas políticas a menudo violentas, que ya han inspirado a miles de haitianos a intentar llegar a Estados Unidos.
En un ‘mundo G-cero’, en el que no hay una sola potencia o una alianza fuerte de potencias que pueda proporcionar un liderazgo global, es probable que estos diversos incendios ardan durante más tiempo y con más intensidad. En las últimas dos décadas, el mundo ha visto una y otra vez que las fronteras internacionales no pueden contener la violencia política, las dificultades económicas y la miseria humana. En 2022, los gobiernos más ricos y poderosos del mundo siguen pretendiendo que la agitación ‘allá’ puede ser ignorada con seguridad.
IAN BREMMER
Presidente de Eurasia Group y GZero Media, y autor de‘Us vs.
Them: The Failure of Globalism’.
@ianbremmer