Tras el estallido de la crisis financiera del 2008, un grupo de grandes economías emergentes cobró tal fuerza que amenazaba con revolucionar el orden mundial y posicionar a los países en desarrollo en el centro del panorama global.
Sin embargo, los ‘Brics’, acrónimo que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, este miércoles reúne de nuevo a sus presidentes en Brasilia sin una agenda clara, una relevancia mínima y algunas grandes divergencias entre sus miembros.
(El banco de los Brics).
“Después de 2008 se volvieron actores de la política mundial en una época de relevancia de los ‘clubes’ como el G8 o el G20. Representaban la voz del sur global en un momento de redefinición de las reglas de las instituciones financieras y, con el boom de los commodities, reforzaron su crecimiento. Hoy, a pesar de las reuniones e iniciativas, no representan una fuerza de cambio y perdieron su coherencia con dinámicas económicas divergentes”, explica Jean-Marie Chenou, profesor de economía política internacional de la Universidad de lo Andes.
Prueba de esas divergencias es precisamente la declaración que surgió de la reunión ministerial que tuvo lugar este martes. Aunque la declaración afirmó que “concordamos que la liberalización del comercio es un elemento esencial para liberar el potencial de un crecimiento económico y del desarrollo sustentado”, algunos de sus miembros, como Brasil, han mostrado tendencias proteccionistas.
Pero más allá de que impulsen algún tipo de iniciativa, los expertos coinciden al afirmar que el grupo frenó su ascenso. “La iniciativa no fracasó porque no tenía objetivos muy precisos, pero probablemente no se va a volver un actor de las relaciones internacionales en los próximos años y se podría hablar más bien de un estancamiento”, señala Chenou.
Jorge Restrepo, profesor de economía de la Universidad Javeriana, por su parte, asegura que “nunca logró organizarse en un grupo con intereses comunes, era más una unión con fines estadísticos para hacer ver la mayor concentración de actividad económica de países en desarrollo. La diversidad de los sistemas económicos y políticos de los países dificultó tener una agenda conjunta, por lo menos de integración económica, o de diálogo con las naciones desarrolladas en el G7”.
Además, algunos apuntaban que el hecho de que uniera a países como Rusia y China, considerados como ‘enemigos’ de Estados Unidos, podría generar algún tipo de frente común en contra del país que gobierna Donald Trump, algo que, no obstante, también descartan los analistas.
Edward Stuart, profesor emérito de economía de la Universidad Northeastern Illinois, en Estados Unidos, apunta que “no creo que puedan ser una fuerza económica cohesiva ni un bloque anti-Trump. En primer lugar, Brasil tiene un presidente populista cercano al estadounidense, que está creando el mismo tipo de conflictos internos que aquí.
Rusia también es tácticamente pro-Trump, pero tiene un creciente conflicto contra Putin. Modi en India es una fuerza divisiva sobre una base más religiosa y cultural, mientras que el gran poder es China, que será el país ‘Bric’ más fuerte hoy y, creo, en el futuro. Pero sus divisiones internas, incluso los problemas de Hong Kong, no parecen ser tan desestabilizadoras económicamente como en los otros miembros”.