El centenario del fin de la primera guerra mundial le dará a Emmanuel Macron una plataforma desde la cual podrá tratar de contrarrestar el nacionalismo. Más de 60 líderes mundiales se reunirán en París el domingo y el presidente de Francia quiere asegurarse de que regresen a casa con un mensaje claro.
Francia está aprovechando la ocasión para organizar una conferencia internacional de paz, que piensa convertir en un evento anual. El Foro de París sobre la Paz se está lanzando bajo el lema ligeramente tibio ‘La paz puede avanzar mediante una mejor gobernanza mundial’.
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Incluso este mensaje equívoco probablemente será rechazado por Donald Trump, quien es un enemigo declarado de la gobernanza mundial. El presidente de Estados Unidos recientemente le dijo a la ONU: “Nunca entregaremos la soberanía del pueblo estadounidense a una burocracia global no elegida e incontrolable”.
No obstante, la presencia simultánea de Macron y Trump, con sus visiones muy diferentes de ‘gobernanza mundial’, es una forma apropiada para recordar el final de la primera guerra mundial. Juntos, los presidentes francés y estadounidense representan dos tradiciones de pensamiento sobre las relaciones internacionales que chocaron en París, justo después del final de las hostilidades hace un siglo. La lucha entre estas visiones define no sólo el pasado, sino también, potencialmente, el futuro de la política global.
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Macron se puede considerar que es el heredero del internacionalismo ambicioso de alto nivel representado por Woodrow Wilson, el presidente estadounidense que representó a EE. UU. en la Conferencia de Paz de París de 1919. Fue Wilson quien estableció ‘14 puntos’ para enmarcar un nuevo orden mundial y quién acogió la idea de una Sociedad de las Naciones como una nueva forma de gobierno mundial para poner fin a todas las guerras.
Pero los ambiciosos planes de Wilson fueron derribados en casa, cuando el Senado se negó a aprobar la membresía estadounidense de la Sociedad de las Naciones (SDN). La oposición fue liderada por el senador Henry Cabot Lodge, quien insistió en que “primero debo pensar en Estados Unidos” y proclamó que “el internacionalismo me resulta repulsivo”.
Cien años después, este país tiene un presidente que ha seguido firmemente la tradición de Lodge, poniendo a “EE. UU. Primero” y denunciando el “globalismo”. Las similitudes no terminan ahí. Lodge también fue uno de los opositores principales de la inmigración masiva en EE. UU.
Los esfuerzos de paz de 1918-19 fracasaron. La guerra volvió a Europa 20 años más tarde. Pero los internacionalistas como Macron y los nacionalistas como Trump extraen lecciones muy diferentes de este fracaso que produjo la historia.
La Sociedad de las Naciones siguió adelante sin la participación de EE. UU. Para los nacionalistas como John Bolton, el asesor de seguridad nacional de Trump, el fracaso de la SDN se ha convertido en un sinónimo de la inutilidad de la gobernanza mundial.
En la década de 1930, la SDN fue completamente incapaz de actuar como un control efectivo sobre las ambiciones del Japón imperial, la Italia de Mussolini y la Alemania nazi. La visión realista-nacionalista es que sólo el poder duro desplegado por los Estados nacionales - en lugar de la gobernanza mundial desplegada por las instituciones internacionales - pudo frustrar las ambiciones de los dictadores.
La respuesta internacionalista es que el error más grave, después de la primera guerra mundial, fue cometido por individuos como Lodge. Al acoger el aislacionismo, EE. UU. creó las condiciones para el florecimiento de la anarquía internacional.
En el espacio de dos generaciones, EE. UU. volvió a estar involucrado en una guerra en Europa, como el presidente Wilson había advertido que sucedería, si rechazaba a la SDN. En otras palabras, la gobernanza mundial no falló entre 1918 y 1939. Nunca se le dio una oportunidad adecuada.
La generación de políticos estadounidenses después de 1945 - conocidos como los “hombres sabios” - adoptó un compromiso entre las críticas internacionalistas y nacionalistas de lo que había salido mal entre las dos guerras. Ellos tendían a compartir la opinión de que la SDN era irremediablemente ineficaz e idealista. Pero también decidieron que el aislacionismo estadounidense había sido un terrible error.
Como resultado, EE. UU. adoptó una especie de ‘Wilsonismo’ moderado. Se unió y de hecho fue sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Pero la Carta de la ONU fue escrita para reconocer algunas de las objeciones más reveladoras hechas por Lodge. Ya no había ninguna sugerencia de que EE. UU. podría ser obligado a ir a la guerra por un cuerpo global, sin la autorización del Congreso.
Y gran parte de los esfuerzos de EE. UU. para mantener el orden internacional no se han basado en la ONU, sino en el poder duro: las armas nucleares, una red de alianzas internacionales y la voluntad de intervenir militarmente en todo el mundo.
Este internacionalismo duro ha gobernado la política exterior de EE. UU., tanto por parte de los republicanos como de los demócratas, durante muchas décadas. Sólo la llegada de Trump a la Casa Blanca ha impulsado a EE. UU. a retroceder hacia el nacionalismo de 1919.
Pero la postura de los líderes más poderosos en la audiencia con respecto a la disputa entre el globalismo de Macron y el nacionalismo de Trump es ambigua. Tanto Xi Jinping de China como Vladimir Putin de Rusia han aprendido a “hablar de forma globalista y actuar como nacionalistas”.
A diferencia del presidente Trump, no ven el beneficio de mostrar su hostilidad hacia las reglas globales. Pero las acciones de Rusia en Crimea y de China en el Mar de China Meridional revelan mucho más sobre sus actitudes reales que el educado aplauso que ofrecerán la próxima semana después del discurso de Macron.
Decenas de líderes mundiales
El presidente francés Emmanuel Macron recibirá a 70 mandatarios para conmemorar el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial y participar en un foro internacional al cual no acudirá Donald Trump.
Las remembranzas tendrán su punto álgido en el emblemático Arco del Triunfo, en la avenida parisina de los Campos Elíseos, donde se desarrollará por la mañana una ceremonia en presencia de destacados jefes de Estado y de Gobierno, incluidos Trump, su homologo ruso Vladimir Putin y la canciller alemana Angela Merkel. Está previsto que Macron dé un discurso sobre el tema de la paz.
Gideon Rachman