Ser capitalista no es fácil. Nos tildan de egoístas y afirman que no nos importa la pobreza. Prejuicios hay muchos, pero lo cierto es que los hechos muestran lo contrario. Durante siglos, la humanidad vivió en un nivel de solo subsistencia, no es sino hasta el año 1700, cuando con la aparición del capitalismo, el bienestar empieza a aumentar. Las bondades de este sistema son claras, los países que brindan mayor calidad de vida a sus habitantes, son capitalistas, mientras que los que adoptan sistemas como el socialista, están acosados por la pobreza. Entonces, ¿Por qué si es un sistema tan evidentemente superior al resto, se sigue creyendo que los capitalistas somos malos? ¿Por qué nos cuesta tanto convencer a la gente?
Para empezar, hay que admitir que casi todo lo que defendemos es contra intuitivo. Cuando decimos, por ejemplo, que no es bueno aumentar el salario mínimo, no falta quien nos tilde de indolentes; y es que claro, la intuición diría que no hay nada de malo en aumentarles el salario a los más pobres. Sin embargo, el aumento del salario mínimo eleva los precios de los productos, y además, hace que los empresarios reduzcan costos mediante el despido de empleados, con lo cual, las tasas de desempleo se elevan, sobre todo, en los sectores menos calificados. Por lo que aumentar el salario mínimo, en realidad, termina afectando a los más pobres.
Otra razón por la que seguimos perdiendo la batalla ideológica, tiene que ver con ideas sin fundamento que la mayoría de la gente tiene como verdades. Por ejemplo, tenemos que lidiar con el prejuicio de que los empresarios acaudalados son malos, y que sin ellos el mundo estaría mejor. Muchos creen que si les quitásemos el dinero a hombres como Bill Gates, y lo repartiéramos entre los pobres, todos nos beneficiaríamos. Pero lo cierto es que gracias a estos emprendedores que crean valor, toda una sociedad se beneficia. Es por su capacidad creadora que se generan nuevos empleos, pero además, producen bienes cada vez mejores y más baratos. Por lo que si les quitáramos el dinero a los grandes empresarios y lo repartiéramos entre todos, no nos haríamos más ricos, nos haríamos más pobres.
No nos interesa el populismo. No tenemos un discurso lleno de propuestas asistencialistas que cautiven. Sin embargo, los países con mayor PIB per cápita son capitalistas, mientras que no hay un solo ejemplo de un país socialista que haya alcanzado el éxito, todos están llenos de pobreza. Cuba, por ejemplo, empezó su declive económico cuando la izquierda subió al poder. Venezuela, en los años 50, con un sistema capitalista, era uno de los países más ricos de América Latina.
Ahora todos lamentamos su situación. No obstante hechos como estos, las ideas románticas de la izquierda parecen cautivar más.
Soy capitalista, y no soy mala ni me gusta la pobreza. De nada vale tener ideas que suenen bonito si estas producen resultados nefastos. Lo importante son los resultados, y es claro que el capitalismo ha logrado un crecimiento nunca antes visto, no solo en términos monetarios, sino de todos los indicadores de bienestar. Por lo tanto, usted que no concuerda con el capitalismo, piénselo mejor la próxima vez que quiera acusar a un capitalista de indolente o egoísta.
Vanessa Araujo Vallejo
Economista