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Internacional

16 ago 2022 - 8:50 p. m.

El viaje de Nancy Pelosi expuso los dilemas de Taiwán

Las posibles consecuencias de esta visita al país asiático apenas están comenzando.

Nancy Pelosi con el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong.

Nancy Pelosi con el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong.

EFE

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La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, la miembro más poderosa del Congreso de los Estados Unidos, regresó recientemente de un viaje a Asia, que incluyó una escala en Taiwán, y las consecuencias de esa visita apenas han comenzado.

Cuando aparecieron por primera vez los informes de que ella quería ir, el gobierno de China comenzó a emitir advertencias sobre las graves consecuencias, y dijeron que Estados Unidos estaba jugando con fuego.

(Efectos de visita de Pelosi a Taiwán, que sufre represalias de China).

 Además, Joe Biden, el asediado presidente y líder del Partido Demócrata de Pelosi, dejó en claro a través de sustitutos y filtraciones que pensaba que una parada en Taiwán era una idea innecesariamente provocativa y en un mal momento.

Su administración trata de calmar las crecientes tensiones con China, y Biden sabía que el viaje de Pelosi haría lo contrario.

Pelosi decidió ir porque sabe que está llegando al final de su carrera política y quiere ser recordada como una líder que no teme defender una democracia atrapada a la sombra de un gran matón autoritario.

(China frena su cooperación con EE. UU.: qué sectores se afectan).


Los partidarios de Pelosi señalan que existe un precedente: hace un cuarto de siglo, el entonces presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, ignoró las estridentes advertencias de Pekín y se fue a Taipei. Pero mucho ha cambiado en 25 años.

El poder militar mundial de Estados Unidos sigue sin tener rival, pero el propio poderío de China, al menos en su vecindad inmediata, es ahora mucho mayor de lo que era.
En la década de 1990, China tuvo que aceptar que las amenazas de confrontar directamente a la Armada de los Estados Unidos no agregarían mucha fuerza a su influencia negociadora. Hoy, el equilibrio de fuerzas es mucho menos claro.

Y el momento hoy es mucho más delicado, porque China está a semanas de un histórico congreso del partido en el que el presidente Xi Jinping, artífice de la política exterior más agresiva de China, coreografiará su propia coronación para un tercer mandato que rompe con la historia de gobierno institucional de la China moderna. Este no es un momento en el que el líder de China haga caso omiso de un acto de asertividad estadounidense que ya ha denunciado.

(El Pacífico: batalla geopolítica entre Estados Unidos y China).


Lo más importante que ha logrado la escala de Pelosi en Taiwán es subrayar una vez más el absurdo e insostenible acuerdo entre Estados Unidos y China.

China sigue fingiendo que tiene derecho a obligar a 23 millones de ciudadanos de Taiwán a aceptar el derecho del Partido Comunista a imponerles un estado policial. Washington sigue fingiendo que le importa tanto el futuro de Taiwán como a China.

La política oficial de Estados Unidos es reconocer que solo existe ‘Una China’ en teoría, pero deja abierta la posibilidad de que pelee una guerra para evitar que Pekín use la fuerza para crearla en la práctica.

El presidente Biden se ha sumado a la confusión al insistir en tres ocasiones distintas que Estados Unidos lucharía contra China para proteger a Taiwán, una declaración que los presidentes anteriores evitaron cuidadosamente.

A pesar de sus claras declaraciones, los representantes de su Casa Blanca han tratado de proteger la ambigüedad estratégica de Estados Unidos insistiendo en que Biden no ha cambiado la política. Mientras tanto, el ministro de Relaciones Exteriores de China describió la visita de Pelosi a Taiwán como “maniaca, irresponsable y altamente irracional” antes de que China respondiera disparando misiles al mar, una muestra de furia frustrada digna de Corea del Norte.

La mayor preocupación es que la visita de Pelosi ha sentado nuevos precedentes. Los ejercicios militares con fuego real de China en aguas que Taiwán considera que están dentro de su territorio harán que las provocaciones aún mayores en el futuro sean mucho más probables. Ahora es más probable que Xi use el Congreso del Partido para establecer nuevas líneas rojas en Taiwán que los futuros funcionarios estadounidenses se verán tentados a probar.

Estados Unidos y China no están al borde de la guerra. Ambos gobiernos reconocen que en el mundo globalizado de hoy, no existe el Muro de Berlín para proteger la seguridad y la prosperidad de un lado de la agitación potencial del otro.

Ambos viven con la amenaza de una destrucción económica mutua asegurada, pero el provocativo viaje de Pelosi permite que las fuerzas armadas de China ensayen para una guerra futura, y empuja a sus líderes a salvar las apariencias al trazar nuevas líneas rojas y genera nuevas dudas sobre la estabilidad a largo plazo de la economía de Taiwán.

La respuesta beligerante de Pekín, a su vez, alienta a los halcones de China en Washington a continuar presionando con fuerza a Taiwán, pero sin un plan de respuesta creíble si esa presión llega a incrementarse algún día.

Ian Bremmer
Presidente de Eurasia Group y GZero Media, y autor de ‘Us vs. Them: The Failure of Globalism’.

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