La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) presentó su reporte sobre el comercio de América Latina, el cual arrojó una previsión de crecimiento de 9,7%, el cual está por encima del promedio internacional.
Sin embargo, como dice su secretaria ejecutiva, Alicia Bárcena, pese a que la tensión comercial genera oportunidades en el corto plazo para sectores como la agricultura o incluso manufacturas, la región debe impulsar sus vínculos hacia dentro para generar una mayor resiliencia frente a los problemas mundiales.
¿El crecimiento del comercio en la región les deja un sabor agridulce?
El comercio crece un 9,7%, que es un dato importante porque es superior al promedio global. Ahora, lo que nos preocupa es que la dinámica tiene mucho que ver con los precios; vemos que este valor se incrementa en un 7,6% en tanto que el volumen lo hace en un 2,1%, y eso refleja que nuestra estructura sigue siendo muy dependiente de los precios, que no podemos controlar. Es importante que los países impulsen su diversificación.
¿Cómo habría sido la imagen sin el avance de los ‘commodities’?
El crecimiento habría sido mucho menor. Tenemos un perfil exportador dual, con América del Sur ligado a los commodities y Centroamérica y México más a otro tipo de productos manufacturados, aunque sea de baja intensidad.
La variación de los precios es muy importante, pues la proyección del 2018 muestra un alza del 39,6% en casi todas las materias primas, no solo el petróleo sino también el cacao, el trigo, la harina de pescado, el cobre o arroz, entre otros.
¿Cómo ve los esfuerzos de mayor diversificación?
Creo que una de las formas más efectivas de diversificación es que nuestros productos vayan hacia el interior de la región, porque eso permite romper la inercia e irnos hacia una canasta más intensiva en conocimiento, además de que le da un rol crucial a las pymes, por lo que se convierte en un motor de cambio. La región tiene que apuntalarse hacia dentro, quizá rescatar el sistema de pagos internos que tenía Aladi, y ver cómo nos vamos volviendo más resilientes a lo que está pasando ante la guerra comercial.
¿Cuántos años le quedan a la región para cambiar su modelo exportador?
Ya hay cambios importantes. Un ejemplo es Chile, que aunque depende del cobre, la mayor parte de la IED que llega es a la energía renovable, por lo que ha ido sustituyendo sus importaciones de hidrocarburos.
Por otro lado, en este sentido tenemos grandes oportunidades con minerales y metales no tradicionales y en los que varios países de la región podrían dinamizar su producción, como el litio o el titanio, que son clave para los carros eléctricos u otros productos.
Asimismo, tenemos que pasar a exportar materias primas más elaboradas e ir diversificándonos para hacer de nuestra riqueza de recursos naturales un motor de construcción de nuevas formas de capital. La economía verde, asimismo, es otra manera de generar valor para la actividad minera; o la fabricación de turbinas eólicas o paneles solares. Eso sí, la región no solo debe exportar materiales en bruto, sino producirlos internamente.
¿Cuál es el beneficio de la integración en la región?
La integración la medimos a partir del comercio intrarregional y en este momento estamos en el 17%. Si ponemos el ejemplo de Europa, ellos están por arriba de 60%. ¿Qué tenemos que hacer? Identificar con mayor precisión los bienes y servicios con oportunidades e integrarnos en las cadenas de valor entre países.
Esto, por supuesto, tiene que ir acompañado de un proyecto de infraestructura, pues esta es una de las mayores barreras a la integración, el enorme costo de mover los productos dentro de la región.
¿Qué impacto tiene la guerra comercial en Latinoamérica?
A corto plazo más bien vemos oportunidades, en el sentido de que si China le pone aranceles a EE. UU. para la exportación de alimentos, la región se puede beneficiar, sobre todo Suramérica. Pero el tema de fondo es el impacto a mediano plazo en la demanda agregada; si el mundo va hacia el proteccionismo y hay un menor optimismo, todo eso va a afectar el crecimiento.
¿Hay espacio para avanzar en la relación con China?
Esta relación es fundamental. China ya absorbe el 10% de nuestras exportaciones y es el origen del 18% de sus importaciones. Además, puede ser un gran inversionista en Latinoamérica, que nos ayude a agregar valor a la materia prima.
El tema es que nuestros países deben negociar este tipo de acuerdos y decirles que sí; vendemos las materias primas, pero también deben traer a los inversionistas para traer valor aquí, para que se generen los empleo en la región.
¿Cómo ven el desempeño de Colombia?
La evolución de los precios de las exportaciones de Colombia ha sido positiva, así como la demanda de sus socios, y por eso se prevé un aumento del valor de las exportaciones de 10,9% y de un 9,5% de las importaciones. Es decir, crece por arriba del promedio en relación al resto de la región. En términos de destino, China juega un papel muy importante, pero Latinoamérica también: el comercio al país asiático avanzó 11%, a la región un 10% y a EE. UU. un 11%. Asimismo, estos dos siguen representando el 50% de las ventas externas.
Por sectores, ha habido una importación relevante de bienes de capital para agricultura y equipo de transporte; insumos para la minería o la industria química y eso es una buena noticia, pues habla de que hay proyectos de inversión.
El otro aspecto importante es que el país muestra señales de continuidad con el nuevo gobierno, el cual quiere consolidar los TLC actuales, que le otorgan un mercado potencial de 1.500 millones de consumidores. Esa es una política interesante, sobre todo si sirve para ampliar la oferta. Los productos con más oportunidades son las frutas, hortalizas, café, cacao o flores, así como el turismo.
¿Cómo ven el panorama económico mundial?
Estamos ante un cambio de ciclo económico con una apreciación del dólar, subida de tasas de interés, menores flujos financieros hacia países emergentes y eso forma parte del ciclo, y con una economía que crece, aunque quizá no con el mismo dinamismo. El comercio juega un papel fundamental y por eso hay que tratar de rebajar la tensión, lo que esperamos que ocurra en el G20. El PIB en 2017 creció 3,7%, este año 3,2% y el próximo hay esperanza de que nos mantengamos o que podamos subir unas décimas. El mundo crece, poco, pero crece, pero hay que tratar de que el comercio no sea el principal motor, puesto que hay otras opciones que se pueden echar a andar. La nuestra, claramente, es la integración.
Rubén López Pérez