El vencedor de la elección presidencial de Ucrania este domingo no solo heredará un país en riesgo de guerra civil sino también una catastrófica situación económica, que exigirá dolorosas e impopulares medidas para evitar el desplome financiero.
El viernes, al cierre de esta edición, por lo menos 7 personas habían fallecido en combates entre separatistas prorrusos y el ejército ucraniano cerca de la ciudad de Donetsk, en el este del país. El jueves, en otros choques armados las fuerzas regulares sufrieron sus peores pérdidas desde el inicio de la operación militar el 13 de abril, destinada a retomar el control de regiones de Donetsk y de Lugansk, con la muerte de 18 soldados.
CRECIMIENTO NULO
En el campo económico, Ucrania se considera un rico país agrícola de 46 millones de habitantes, pero al borde de la quiebra; arrastra una serie de lastres de la era soviética y padece una extendida corrupción: está en el lugar 140 de 189 naciones, según una encuesta del Banco Mundial, el World Bank Doing Business, que evalúa la situación financiera y de negocios de los países. Y el futuro se ensombrece aún más con el riesgo de que Rusia corte al país sus suministros de gas, tras la instauración en Kiev de un gobierno de transición abiertamente prooccidental. “El desafío para las nuevas autoridades en Ucrania será inmenso”, asegura el economista de UniCredit Research, Gillian Edgeworth.
Según cifras del FMI, la economía de Ucrania ha crecido apenas 0,050 por ciento desde 1992, un resultado peor que el de cualquiera de los países del este europeo. En el 2013, su PIB per cápita eran 3.920 dólares, 20 por ciento menos que el de Albania, y una décima parte del de Nueva Zelanda.
Pero las cosas pueden deteriorarse aún más. El FMI espera que esa economía caiga 5 por ciento en el 2014, pese a una promesa de ayuda internacional de 27.000 millones de dólares, a cambio de duras medidas para reestructurar la economía del país.
Según Moody’s, el peor escenario es que las regiones separatistas prorrusas, Lugansk y Donetsk –con importantes fundiciones y minas de carbón– se escindan, con lo que el crecimiento negativo podría ser del 10 por ciento.
Otro de sus mayores lastres es la corrupción, que el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, calificó de “cáncer”. En algunas regiones el problema es tan extendido que las autoridades solo tienen una vaga noción de los beneficios de las empresas y, por tanto, de los impuestos que deben pagar.
ENFRENTADOS A MOSCÚ
Por otra parte, nadie sabe en qué medida Rusia –que con Ucrania integró la Unión Soviética– podría tomar represalias contra un gobierno prooccidental. El 27 por ciento de las exportaciones de Ucrania tiene como destino Rusia, apenas ligeramente menos del 29 por ciento de sus ventas a la Unión Europea. Por eso, cualquier medida punitiva de Moscú tendría efectos devastadores para las regiones del este del país, muy dependientes del vecino.
Otro riesgo es que Moscú decida cortar en junio los suministros de gas a Ucrania, debido a millonarias facturas impagadas. Según el gigante ruso Gazprom, la compañía pública ucraniana Naftogaz tiene una deuda de 3.505 millones de dólares y amenazó con cortar el gas a Ucrania a partir de 3 de junio si no paga por adelantado lo de ese mes, unos 1.660 millones de dólares. Kiev rehúsa pagar en protesta por una subida del precio del gas, que Rusia impuso en febrero, tras la destitución del presidente Vector Yanukovich, afín a Rusia. Este país consume 50.000 millones de metros cúbicos de gas al año: produce 20.000 millones y el resto llega de Rusia.
LOS FAVORITOS EN ESTA CONTIENDA
Dos millonarios y varios ultranacionalistas, figuras de las manifestaciones en Kiev, sus enemigos prorrusos y la icónica Yulia Timoshenko, figuran entre la veintena de aspirantes a la presidencia de Ucrania. Petro Porochenko, el millonario rey del chocolate, es el principal favorito; se hizo rico en los 90, tras la caída de la Unión Soviética. Otra gran figura, Timoshenko, de 53 años y llamada la ‘Dama de hierro’, es célebre en Occidente como icono de la revolución occidental del 2004. A los anteriores, considerados prooccidentales, se les opone Serguei Tiguipko, un exbanquero prorruso.
Agencias