Uno de los principales temores que enfrentan los gobiernos de los distintos países es que una vez que la situación sanitaria mejore por la vacunación y la pandemia empiece a quedar atrás, los efectos de la crisis económica que deja el coronvirus y el empeoramiento de las condiciones socioeconómicas generen fuertes ciclos de descontento social. Y resulta que la historia no da buenas perspectivas al respecto.
Esto porque tal como indica un artículo que publicaron los expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI) Philip Barrett, Sophia Chen y Nan Li, tras los episodios de grandes epidemias o pandemias a lo largo de la historia, se registró un incremento en las protestas y revueltas sociales.
Los ejemplos que plantea el reporte del FMI son varios. Menciona por ejemplo la Plaga de Justiniano, que estalló en el año 541 y que mató a un estimado de entre 25 y 100 millones de personas, según la fuente, y acabó llevando al fin del Imperio Bizantino.
También pone de relieve la Peste Negra de Europa, que surgió en el año 1347 y que generó, según los estudios, la muerte de entre el 30% y el 60% de la población en Europa. El golpe y las repercusiones sociales fueron tales que los estudios utilizados por el FMI apuntan a que esa pandemia provocó el final del feudalismo de esa época.
Un caso un poco más reciente que muestra el informe fue la pandemia de cólera que afectó a París en 1832, que pudo haber matado hasta 650.000 habitantes de la capital.
“La propagación agravó las tensiones entre clases sociales, ya que los ricos achacaron a los pobres la difusión de la enfermedad y los pobres pensaron que estaban siendo envenenados. Algunos historiadores han afirmado que la interacción de la epidemia con las tensiones acumuladas fue la principal causa de la Insurrección de París de 1832, que a su vez puede explicar la posterior represión gubernamental y las revueltas del siglo XIX”, señala el artículo.
Quizá el caso que más se podría extrapolar a la actualidad es la Gripe de 1918, que pese a que se conoce como ‘española’, surgió en Fort Riley, Estados Unidos, e ingresó a Europa en las zonas donde desembarcaron los militares estadounidenses para combatir en la Primera Guerra Mundial.
Este episodio se estima que provocó el fallecimiento de entre 20 y 40 millones de personas, y según los informes que cita el FMI, expuso en Estados Unidos y en Europa la frustración de la población frente a las condiciones de vida y, además, por el funcionamiento de los sistemas de salud y el manejo que los gobiernos hicieron de la pandemia, entre otros factores.
Es así que el informe del FMI apunta que “la historia está repleta de ejemplos de enfermedades que proyectan una larga sombra de repercusiones, que determina el contexto político, subvierte el orden y eso desencadena tensión social. Un posible motivo es que las epidemias pueden revelar o agravar grietas ya existentes en la sociedad, como la insuficiencia de las redes de seguridad social, la falta de confianza en las instituciones o la percepción de indiferencia, incompetencia o corrupción de los gobiernos. También han dado lugar a reacciones violentas contra grupos étnicos o han hecho recrudecer las tensiones entre clases sociales”.
Ante esos ejemplos históricos es imposible no pensar que, tras la pandemia de coronavirus, también podría generarse una explosión de la tensión social, impulsada por los mayores niveles de desempleo, el incremento de la pobreza y desigualdad, y la petición popular de mejores sistemas de protección social.
Según indica Carlos Charry, director de la Maestría en Estudios Sociales de la U. del Rosario, para explicar esto “hay factores económicos y psicosociales. La pandemia incrementó la desigualdad, más gente ve más difícil llevar el sustento a casa, y eso genera malestar. Y esto unido a que se ha puesto en duda la capacidad de los gobiernos en la vacunación y la reactivación, crea las condiciones para la tensión, además de la fuerte polarización”.
Esto mismo considera Daniel Velandia, director de estudios económicos de Credicorp Capital, quien apunta que “la probabilidad de descontento social tras la pandemia es relativamente alta, y en varios países ya lo veníamos viendo, y sin duda el incremento de 10 pps que se espera para la región y el mayor desempleo crean frustración”.
Obviamente, aspectos como el encierro, la falta de interacciones sociales son otros factores que influyen.
De igual forma, las condiciones de la sociedad podrían servir como un catalizador, a diferencia de episodios anteriores. “El hecho de que las personas que estén más conectadas puede incrementar el inconformismo, por la desinformación e incluso por la mayor información. Con las redes sociales se puede configurar mucho más rápido y gran movimiento”, considera Charry.
Por último, según Velandia, la posibilidad de este descontento “hará que los gobiernos intenten dejar las ayudas el mayor tiempo posible y, de hecho, como se ve en la reforma fiscal en Colombia, se añadirán partes para gasto social, porque que haya protestas dependerá de qué tan rápido mejore la economía y el empleo. Ante esto, el mayor temor es que en época electoral, surjan populismos que aprovechen este descontento y lleven a una mayor indisciplina fiscal”.