La ciencia económica se debate en discusiones que pocas veces se resuelven. En las últimas décadas, a medida que la informática y la estadística hacían avances notables, una tendencia se impuso arrolladoramente: el empirismo. El contar con estadísticas cada vez más confiables y desagregadas permitió la elaboración de series de datos poderosas. La computación añadió unas capacidades de modelaje y simulación que antes no estaban disponibles.
El empirismo ha situado el centro de la investigación en la microeconomía con un inmenso énfasis en las mediciones de impacto. La observación sistemática de los hechos que puedan ser cuantificables, es el camino que impera en la investigación económica. La macro, antes reina de la reflexión económica, ha quedado limitada a los equipos investigadores de los bancos centrales y de los ministerios de economía.
Pero el movimiento pendular es siempre inevitable. Periódicamente la economía política le pasa su cuenta de cobro al empirismo. Los últimos años han visto varios fenómenos donde hechos que nada tienen que ver con la estadística ni las observaciones en el terreno han tenido consecuencias económicas de amplias dimensiones.
La pandemia fue un ejemplo perfecto. La respuesta económica de todos los países fue de naturaleza macroeconómica. La inyección masiva de subsidios permitió evitar que la cuarentena y la parálisis productiva tuviesen efectos sociales devastadores como sucedió en la Gran Depresión. Fueron los gobiernos, guiados en buena medida por su sentido de urgencia y su sensibilidad política, los que pudieron implementar medidas atropelladas que redujeron algunos de sus impactos. Lo cierto es que, en esos momentos críticos, contó más el sentido común que la disponibilidad de modelos sofisticados.
Otra revancha de la economía política es el conflicto Ucrania-Rusia. Su naturaleza es de tipo geo-político y su explicación está anclada en la tormentosa historia de la Europa del este, siempre dominada por el deseo de Rusia de tener acceso al mar y no ser condenada a ser un país continental como lo han querido sus vecinos. El impacto sobre la oferta de cereales, agroquímicos, minerales y energía reforzó la tendencia inflacionaria derivada de las perturbaciones productivas producto de la pandemia. Los bancos centrales incrementaron las tasas de interés lo que nos condujo a una fase de crecimiento lento y posible recesión mundial.
Más cerca está el absurdo tema del techo de la deuda de los Estados Unidos y el riesgo del default. El debate es puramente político y electoral. Republicanos y demócratas no piensan en el riesgo de una debacle económica mundial. Sólo piensan en ganar el poder. Nada que el empirismo nos pueda ayudar a entender. Pura política.
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Coletilla: El costo para la institucionalidad de haber elegido un contralor violando las normas es enorme. Deberían pasarles la cuenta a los políticos irresponsables.
MIGUEL GÓMEZ MARTINEZ
Decano de Economía y Finanzas
Universidad del Rosario
migomahu@gmail.com