Qué difícil es para un ciudadano escribir en un contexto social donde prima lo mendaz, la agresión, los odios y el conflicto. La obligación es ante todo la búsqueda de la verdad y tratar de presentarla con coherencia, sindéresis, claridad y honestidad.
Sin embargo, son tantas las carencias y las dificultades que en ocasiones es complejo responder al desconcierto y al absurdo de la manera con la cual se pretende interpretar la realidad, negando que la evidencia es el criterio de la certeza.
En medio de la pandemia, el desplome de la economía, el aumento del desempleo, las dificultades dramáticas de los subempleados, los crecientes subsidios improductivos, los millones de niños, tele trabajadores y ancianos con casa por cárcel, los miles de muertos por el Covid 19 y por la violencia, la tragedia de los inmigrantes desprotegidos y en la miseria, la creciente xenofobia, la palpable y creciente desilusión y tristeza en la juventud; tenemos el cinismo de enfrascarnos en discusiones y debates inútiles e irrelevantes que atentan contra toda lógica y menosprecian la inteligencia.
Parecería que nos encontramos en una sociedad que no confía en nada o en nadie. Perdemos la oportunidad de dar respuestas a las preguntas sobre como saldremos de la encrucijada en que nos encontramos y sobre lo que pasaría a más tardar mañana, cuando realmente debamos enfrentarnos a la reconstrucción, en un ambiente que no será propicio para definir y concertar los propósitos conjuntos entre los poderes públicos, los partidos políticos y la sociedad civil organizada.
La salud del sistema político se convierte en lo fundamental para abordar los temas económicos y sociales para recuperar los equilibrios, el desarrollo, el crecimiento y la sostenibilidad.
El cheque en blanco que se da a los gobiernos en los esquemas de excepcionalidad producto de la crisis sanitaria, en ningún caso debe significar exceder lo requerido por los efectos de la pandemia.
La corte constitucional en Colombia debe asegurar los límites para que esos excesos no se cometan. Las decisiones de la justicia deben ser aceptadas y de ser necesario, controvertidas en derecho. El “estado de opinión” no debería sustituir el “Estado de Derecho”, salvo condiciones excepcionales, generalmente asociadas a las dictaduras.
No es oportuno ni adecuado desconocer los objetivos fundamentales para responder a las urgentes carencias que hoy nos apabullan para sustituirlas por un debate injusto que subordina el futuro simplemente a las expectativas de los extremos, donde priman los intereses del poder y no de la ciudadanía. Es necesario decir No, a esas alternativas insaciables y egoístas.
El Congreso debe recuperar su función de control político y hacer las leyes. El espectáculo de alianzas para repartijas burocráticas en instituciones tan importantes como la Defensoría del Pueblo y la Procuraduría no habla bien de su composición. Pero, no se nos olvide, para cambiarlos está la democracia y la acción ciudadana.
En fin, estimado lector, lo que está en juego es el respeto al equilibrio de los poderes públicos, es la permanencia de la democracia. Es la salud política la que se agrava y podría sucumbir a la pandemia.
Germán Umaña
Profesor universitario.
germanumana201@hotmail.com.