Desde hace varios años, hemos identificado -con base en el modelo de Great Place to Work®- que la actividad económica de una organización es lo que más influye en la percepción de sus colaboradores sobre el Ambiente Laboral.
Un ejemplo muy simple ayuda a hacer claridad sobre esto: en empresas que adelantan actividades industriales, la sensibilidad que hay en relación con la seguridad en el trabajo es muy superior a la que se encuentra en una firma de abogados. Si la actividad industrial es de muy alta complejidad, como la que es propia de la actividad petrolera, la sensibilidad se exacerba. Esto, que para muchos es obvio, es imperativo tenerlo en cuenta cuando se interpretan las respuestas de los colaboradores en una y en otra actividad.
¿Cambió la pandemia esta influencia? Sí. Aun cuando sigue siendo lo que más influye, ahora su influencia es significativamente menor. ¿Por qué? Porque muchas actividades económicas han perdido capacidad de diferenciación por el teletrabajo.
Por supuesto, este no sería el caso del ejemplo anterior, pero sí el de muchos colaboradores que, dada su labor, han debido y después podido teletrabajar de forma total o parcial. Entonces, muchos colaboradores con responsabilidades similares, pero en organizaciones muy distintas, se encontraron teletrabajando de forma muy parecida: en su casa, en un medio en el que se terminaron fusionando asuntos laborales, familiares, domésticos o personales.
Esta menor diferenciación es muy relevante en el desafío organizacional que ha tomado forma: hoy, para muchos, las organizaciones son mucho más parecidas de lo que eran antes, y esto incrementa la propensión a considerar otras opciones de trabajo.
La ciudad en la que las personas trabajan es el segundo aspecto que más pesa en las opiniones de los colaboradores, lo que reafirma que el Ambiente Laboral se comienza a configurar en el entorno que circunda a la organización. Bueno fuese, así las cosas, que las administraciones municipales pudiesen aportar más para que las ciudades puedan ser más competitivas, por la contribución que estas hacen al bienestar de las personas.
¿Esto es distinto a raíz de la pandemia? Sin duda. Para muchos, en la modalidad de teletrabajo no hay diferencia apreciable entre hacerlo en Bogotá o en Bucaramanga, por ejemplo. De hecho, hay quienes sienten que trabajar en Bogotá se volvió tan plácido como Barichara, al menos mientras no tengan que movilizarse en la capital.
Una razón menos de diferenciación, una razón más para pensar que la movilidad laboral podría ser bastante mayor de la que se había percibido hasta ahora.
Como es apenas obvio, no todo puede disminuir su nivel de influencia. Si en los dos aspectos anteriores se percibe que esta es menor, en algunas otras cosas se está acrecentando. Y nada tanto como lo que se advierte que está sucediendo en el sector público. Si hace un año se le veía casi como un seguro de estabilidad en medio de una oleada de despidos, ahora se le ve como un sector que demanda mucho más trabajo presencial que aquel que muchos colaboradores están dispuestos a aportar.
Curiosamente, aspectos que han perdido relevancia en las opiniones de las personas son su formación académica y el nivel de cargo, que de por sí tienden a estar emparentados. ¿Por qué? Porque varias de las sensibilidades de líderes y colaboradores han sido equiparadas por el teletrabajo. De hecho, en algunas organizaciones ha sido palpable que son los líderes los que plantean una preferencia más marcada por este. Ciertamente, a causa de las circunstancias, va quedando atrás ese imaginario en el que se asociaba la contribución de las personas al tiempo que pasaban en el lugar de trabajo.
En esta mirada no está de más recordar que, en una organización típica, el 40 % de los colaboradores se encuentran estudiando y cerca de un 10 % debió desistir de continuar sus estudios, probablemente por razones económicas.
Este no es un tema menor cuando se opina sobre el Ambiente Laboral, ya que este hecho es motivo de frustración para muchos y lleva a ser más crítico con un contexto (el colombiano) que está muy lejos de ser una cancha nivelada en la que todos puedan sentirse compitiendo en igualdad de condiciones.
Comprender estos intríngulis y varios más es esencial para interpretar las opiniones de los colaboradores sobre su Ambiente Laboral. Si esto se ignora, se pueden cometer errores de apreciación muy importantes que podrían tener consecuencias muy inconvenientes: los logros no se advierten y las oportunidades no se detectan. En suma, un ejercicio perdido.
Obviamente, el impacto en la intención de transformación sería catastrófico, porque llevaría a la organización a perseguir molinos de viento inexistentes. Resolver el complejo entramado de relaciones y asociaciones que supone el intento de entender el comportamiento de un colaborador o de un grupo que realiza una lectura del Ambiente Laboral tiene tanto de ciencia como de arte; probablemente, son cada vez menos los saberes que pudiesen asignarse exclusivamente a una u otra rama.