La radicalización de los opositores al proceso de paz está convirtiendo en escenarios de confrontación pasional a ambientes que deberían ser de diálogo reflexivo y convivencia como las comunidades académicas. La semana pasada circuló en las redes sociales en Cali una carta de supuestos padres de familia de un colegio de la ciudad –que no firman ni dan la cara– que protestan contra el rector por haber irrespetado al expresidente mentiroso por cerrarle las puertas del colegio y no permitirle dar una conferencia a los alumnos. Califican esta negativa como una deshonra para ellos y un atropello contra sus hijos, exigen un acto de desagravio por la ofensa cometida y amenazan con acciones legales si no le permiten hablarles a sus hijos.
Por supuesto que los padres de familia, como parte esencial de la comunidad educativa, tienen todo el derecho de manifestar su oposición y sus críticas a decisiones que tome el colegio y a exigir lo que creen que es mejor para sus hijos. Pero en este caso concreto, se pifiaron los anónimos redactores de la carta por el objetivo de la misma, por las mentiras que invocan para justificar su posición y por el tonito arrogante con que escriben.
Como ya es costumbre en estos opositores, su punto de partida es una mentira tajantemente rechazada por el rector del colegio: nunca hubo ninguna solicitud del expresidente o de sus partidarios para dar una conferencia a los alumnos; es falso que se hayan cerrado las puertas a quien no ha pedido entrar ni ha sido invitado.
Más graves son las mentiras respecto del proceso de paz, porque esas son las que quieren que sus hijos escuchen, tal vez porque en la casa no los han podido convencer: que se quieren imponer “vetustos modelos de socialismo”; que el proceso lleva a “la destrucción de la República, entregándonos al narcoterrorismo”; que el proyecto de paz de Santos “es rechazado por una gran mayoría de colombianos”. No hay la más mínima evidencia que demuestre estas acusaciones, pero se siguen repitiendo y repitiendo.
El tonito de la carta muestra hasta dónde ha llegado la intolerancia. Los supuestos firmantes son “ciudadanos de bien” que hacen parte del grupo de “colombianos honrados, gente decente y limpia”. Por el contrario, el proceso de paz son “tenebrosas incursiones del crimen organizado”, y los que lo defienden son “obsecuentes mensajeros” del gobierno. Creo que es un honor estar en ese grupo, al lado del papa Francisco, de los obispos colombianos, Obama y los gobiernos europeos que apoyan sin reservas la firma del acuerdo de paz en La Habana.
Frente al mentiroso y agresivo anónimo, fue magistral la respuesta del rector, pues rechaza las mentiras y señala el camino para construir la paz que tanto necesitamos: “La historia está plagada de actos de intolerancia que han llevado a décadas de hostilidad basadas en la polarización política. Como Rector, ustedes pueden tener la certeza de que no correré el riesgo de permitir que el Colegio Bolívar se convierta en un escenario para cualquier partido o movimiento político”.
Adenda: la semana pasada afirme que era una mentira delirante decir que Santos quería implantar el modelo castrochavista y acabar con el sistema capitalista. Un lector respondió que eso sí era cierto y que la prueba eran las encuestas, en las que la mayoría de la gente estaba de acuerdo. Puro razonamiento fascista: una mentira se convierte en verdad si se logra que la mayoría de la gente la crea.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
macabrera99@hotmail.com
columnista
Mentiras contra la paz
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Mauricio Cabrera Galvis
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