Contrario a lo que muchos piensan, un emprendedor no es necesariamente aquel que diseña, lanza y pone en funcionamiento un nuevo negocio, como lo dicta la definición más común. No siempre se es el genio que sale de la lámpara con una gran idea, para inmediatamente después implementarla con gran acierto.
Partir de ceros no siempre es necesariamente el camino. El emprendimiento que la mayoría conocemos está atado a los altos riesgos que implica su desarrollo, a la falta de financiamiento, a las malas decisiones de negocios, a la crisis económica, a la falta de mercado o a una combinación de todas estas circunstancias.
(Tecnología con propósito).
Para el caso que hoy quiero destacar, el emprendimiento es el resultado de años de experiencia corporativa y de una alta dosis de creatividad, pero también de mucho estudio. Y sí, se puede ser emprendedor a los 50 años y no necesariamente partir de ceros.
Juan Carlos González Pardo, ingeniero industrial de profesión, identificó una oportunidad de negocio al adquirir una empresa de 24 años de experiencia en el sector alimenticio, dedicada a la panificación, llamada La Colmena. Cito al reconocido economista Joseph Schumpeter, para evidenciar que el rol del emprendedor en la economía consiste en lanzar innovaciones que simultáneamente destruyan viejas industrias.
Aunque acá, más que destruir una industria, lo que hizo González fue capitalizar, en 2018, la trayectoria de una fábrica reconocida en el mercado para transformarla en una oportunidad, echando mano del capital que tenía y de todo lo que había aprendido en las diferentes posiciones ocupadas a lo largo de su vida corporativa.
(Profecía del caos).
Sus inicios fueron como estudiante de pregrado, cuando trabajaba los fines de semana repartiendo almuerzos con unos amigos. De esta manera, ganaba algún dinero y, de paso, recorría y conocía casi toda Bogotá. Pronto, este trabajo fue reemplazado por el de administrador de edificios, donde se encargó de la contabilidad y de los servicios generales, hasta que uno de los empresarios que tenía allí su oficina lo contrató como analista financiero. Gracias a su capacidad de trabajo, llegó a la vicepresidencia financiera, y a ser representante legal y miembro de la junta directiva.
Fueron 14 años de aprendizajes en empresas de pensiones y cesantías, del sector financiero, tecnología y del sector alimentos, hasta lograr ser accionista de una de ellas.
Sin embargo, no contento con su bagaje, decidió hacer un programa de alta dirección empresarial en España y al tiempo trabajó como vicepresidente administrativo y financiero en una empresa dedicada al procesamiento de datos, hasta el año 2017.
UN ATERRIZAJE CARGADO DE ‘EQUIPAJE’
Retirado del mundo corporativo, y tras nueve meses de haber hecho un análisis juicioso sobre el sector alimenticio, que ocupa, dentro del renglón manufacturero, el primer lugar de importancia en los indicadores económicos en Colombia, compró en 2018 su empresa Productos Naturales La Colmena, una compañía dedicada desde hace más de 20 años a desarrollar productos de panificación, siendo líder en panadería integral.
Su portafolio es amplio y su capacidad de producción es de más 32.000 unidades diarias dirigidas al consumidor final, que llega principalmente a las tiendas, minimercados y cigarrerías en Bogotá y otras regiones del país.
Este nivel de producción obedece a la tecnología de última generación que le ha inyectado González a la planta que tiene su sede en Mosquera, Cundinamarca.
Al parecer, además de ser fruto de mucho estudio y de un buen ahorro, el tema del emprendimiento viene de familia, pues su padre también fue empresario. La gran lección para este santandereano fue entender que podía emprender sin empezar de cero, y que emprender también es sinónimo de transformar una empresa y potenciarla de la mano de la tecnología, con procesos estandarizados y mejores prácticas de calidad, hasta convertirla en un referente exitoso en la industria de la panificación. “Esto no ha sido una creación, es una modificación de la realidad, que hace finalmente viable un anhelo, un proyecto”, asegura González.
En La Colmena, además de los dos socios, que confían en su trayectoria, talento y capacidad, trabajan 46 personas de tiempo completo. ¿Altibajos? Todos los días. Pero en su esposa y en su trabajo, que es su pasión, Juan Carlos ha encontrado el motor para seguir adelante y para superar la denominada soledad del empresario, de aquel que llega a la cúspide de las organizaciones y no sabe a quién pedirle un consejo. Los proyectos tienen que funcionar y los problemas no faltan, pero esa es la vida del que decide hacer empresa en Colombia y en cualquier lugar del mundo.
Es clave entender que la experiencia corporativa vivida, el talento cultivado y el conocimiento decantado son los elementos que ha permitido que este emprendimiento sea sostenible.
Hombres como González Pardo existen en otros sectores, así que estos están llamados a ser los emprendedores con trayectoria; a integrar los talentos de las nuevas generaciones digitales con la sabiduría que da la experiencia, y a materializar proyectos exitosos que abran más oportunidades a otros.
Germán A. Mejía A.
bmLab Latam
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